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"... pero, en calquier caso, ¡el Camino de Santiago existe! y en él se encuentra la magia, el espíritu y la simiente de un mundo nuevo, más humano, mejor y diferente". (Juan)
Camino
de Santiago. Camino del Norte: de Ribadeo a Gondar. Viaauria. 17/01/2015 |
CAMINO DE SANTIAGO. CAMINO DEL NORTE: DE RIBADEO A GONDAR
"Para llegar de verdad a uno mismo hay que caminar despacio".
"En el camino no busco amor, no busco amistad, busco solo sentir y respirar el olor suave y fresco de la libertad"
"El peregrino no exige nada, ni pide nada, sino que llega con su alma vacía, dispuesta a recibir como un regalo todo lo que suceda... "
"Los pasos del peregrino
van recorriendo los metros,
crudo y afilado, el frío,
le va penetrando los huesos,
mientra la nieve desnuda
duerme a lo lejos, en silencio..."
Son las seis en punto de la mañana. Suena el despertador. Bruno está buen humor. Hoy no es una andaina más. No. Hay algo diferente: la magia del Camino.
Está lloviendo. A través de la ventana se escucha el sonido de las gotas de agua cayendo sobre el tejadillo de la terraza. No importa. El corazón de Bruno está alegre. Hoy no se queda remoloneando en la cama durante ocho minutos hasta que suene el despertador por segunda vez. No. Se levanta a la primera. Se mete en la ducha. El agua cae caliente y suave sobre su piel. Cierra los ojos. Apaga la mente. Siente el agua. Es el presente sin más. El ahora. Y es agradable. Un momento maravilloso.
Al terminar la ducha cierra el grifo del agua caliente y abre el de la fría. Su cuerpo se despierta, se estremece, se espabila... Hace más de cuarenta años que repite este ritual. Se lo aconsejó en su época de adolescente el doctor Gallego, aquel médico de Ourense que atendía a todos, incluso a los pobres, sin cobrar... Cada uno dejaba "la voluntad"... El niño Bruno cogía muchos catarros en invierno y su padre le llevó un día al médico, que después de auscultarlo, le dio esta medicina: "Conviene que termines la ducha con agua fría, todos los días del año, en verano y en invierno... Así tu cuerpo se acostumbrará al frío y cogerás menos catarros... ". El niño le creyó ciegamente y desde entonces nunca dejó de acabar sus duchas con agua fría...
Desayuna como siempre. Un vaso de agua para empezar. Ya hace muchos años que tiene la costumbre de tomarse un poco de agua en ayunas. Es una costumbre que adquirió la primera vez que fue al Camino de Santiago.
Coge su mochila y sale de casa. Hace un frío que pela. Pero es un frío lleno de vida y de alegría. El autobús sale de Ourense a la siete y media con destino a Ribadeo. Durante el viaje ponen una película: "En el estanque dorado". Sencilla y bonita. Humana. Una peli aparentemente muy simple, en la que casi no pasa nada, pero a la vez muy profunda. Los personajes son totalmente creíbles y cuadran bien con sus respectivos papeles. Temas cotidianos y a la vez eternos: la vida, la vejez, la muerte... y las distintas formas de verlas... La ancianidad como una simple antesala de la muerte o como una parte maravillosa de la vida que se acerca a su plenitud. La muerte como una amenaza omnipresnte o como un una simple posibilidad olvidada y ausente. La relación entre marido y mujer, cuando ya está apagado el fuego del deseo. Las relaciones con los hijos, cargadas de incomprensiones por falta de verdadera comunicación de sentimientos. ¡Cuanto daño nos hacemos a veces por encerrar entre rejas nuestros sentimientos hacia los que tenemos cerca! En fin: todo esto y mil cosas más, incluida la adolescencia, y la amistad, y la bondad de soltar esa trucha que llevas muchos años deseando pescar para que siga viviendo en el lago... Bruno deja que el latido de los personajes resuene en su corazón, y no impide que un par de veces sus ojos se humedezcan con las lágrimas. Hace ya mucho tiempo que no le da verguenza que le vean llorar...
Camino de Lugo se ve nieve en los campos. Y helada en la carretera. El autobús avanza despacio y con precaución. A veces aparece la niebla. Alguien cuenta un chiste breve: "Los maridos son como la niebla: cuando se levanta y se van queda un día estupendo".
Pasa de las diez cuando se empieza a ver el mar. Ya no llueve. Poco después el autobús llega a Ribadeo. Los ¿caminantes o peregrinos? bajan del bus, sienten el aire fresco sobre sus rostros, respiran profundamente, y se hacen las primeras fotos al lado de un monumento en el que una placa con fondo azul y letras amarillas dice: "CAMIÑO DE SANTIAGO. CAMIÑO NORTE". Encima en otra placa se dibuja una vieira amarilla sobre un fondo azul. Alguien lleva impresa una guía del Camino bajada de internet, y lee las primeras líneas: "Atención porque en Galicia, al contrario que en Asturias, deberemos atender a la parte más abierta de la vieira para seguir en la dirección correcta... ". Bruno ya sabe desde hace años que las vieiras que señalan el camino a seguir están colocadas de diferente manera en unos sitios y en otros: En Galicia de una manera, en el resto de España de otra... pero luego en Francia resulta que están como en Galicia... ¡Vaya lío!. Es una pena que los que deciden esto no se pongan de acuedo para unificar en toda Europa la forma de poner las vieiras.
Ribadeo es un buen lugar para tomar un café antes de empezar la etapa, y para buscar un sitio donde sellar la credencial. ¿Donde? En la oficina de turismo, dice alguien. Una calle en suave ascenso nos lleva hasta la plaza principal del pueblo. Allí está la oficina de turismo, pero ¡está cerrada!. Hay una iglesia, pero también cerrada. Una cafetería: aquí sí que tienen sello, y café, y tortilla de patata, y mil cosas más... Es el segundo desayuno del día. En otro lateral de la plaza está el ayuntamiento. Allí nos ponen el segundo sello. Por falta de sellos que no sea. ¿Significa esto que somos peregrinos? ¿O somos simplemente unos caminantes que casualmente andamos por la misma senda por la que discurre el Camino? Una buena pregunta.
Empezamos a caminar. A la salida del pueblo hay un mojón en el que una de las pocas placas metálicas que no han sido todavía robadas nos informa de que faltan 194,041 KM para llegar a Santiago. Nunca entenderé muy bien porque casi todos los mojones del Camino son pasto de desamprensivos que roban las placas metálicas que indican el punto kilométrico. Este hurto sin gracia, me parece algo parecido a un sacrilegio.
Dejamos atrás Ribadeo y seguimos pisando asfalto, por carreteras secundarias, sin apenas tráfico, que nos llevan a Ove, y luego a Vilela. Bruno va conversando con María. El le dice que está contento, que el Camino siempre le hace ver todo de un modo fresco, nuevo y diferente... Ya estaba un poco cansado de las andainas, de los viajes en autobús y sobre todo de tener que madrugar... En cambio hoy es diferente. Al saber que se trata del Camino todo tiene otro color: no le importa madrugar, el viaje en bus le resulta agradable, el frío no le molesta, y ni siquiera le incomoda el asfalto. Todo le parece bien. Es el Camino, el lugar donde el peregrino no exige nada, ni pide nada, sino que llega con su alma vacía, dispuesta a recibir como un regalo todo lo que suceda...
Ella no está de acuerdo en absoluto. Nunca ha hecho el Camino. Le gustaría hacerlo. Y se lo imagina como algo muy diferente a esto. Hoy es una andaina más, aunque discurra por el Camino. Es cierto que la credencial, los sellos, las vieiras, las flechas amarillas... le dan un ligero toque un poco distinto a las demás andainas... Pero no deja de ser algo superficial y anecdótico. Vamos en manada, caminando y conversando, como otro día cualquiera... María se imagina el Camino como algo muy diferente: coger la mochila, salir de casa, coger un tren, llegar a uno de los pueblos del Camino, y empezar a andar, sin tener una hora de llegada ni un autobús que esté esperando al final del día... con varios días por delante para caminar, conversar, meditar... con mucho tiempo para vivir en libertad, sin ningún programa... a lo que surja, ya sea dolor y sufrimiento, ya sea alegría...
Bruno admite que hacer el Camino durante un mes, llevando a cuestas la mochila, las ampollas, y las agujetas, lavando la ropa al final de cada jornada, y durmiendo entre los ronquidos de los albergues... es evidentemente halgo muy diferente de lo que estamos haciendo hoy... mY también está de acuerdo con María que la sensación de libertad, el desapego, el vivir en presente, y el sentir la provisionalidad forman parte de la esencia del Camino... Pero aún así, Bruno no está dispuesto a que la de hoy sea una andaina como las demás. Bruno, desde hace años, se siente "peregrino" todos los días del año, incluso cuando está trabajando... ¿Profesión? ¡Peregrino!. ... ¡Cómo no se va a sentir peregrino hoy, que está en el Camino!. Aunque solo sea por unas horas, está totalmente decidido a dejar que la magia y la sensación de libertad del Camino le inunden por dentro...
En Vilela hay un bar. Bruno entra. Toma algo. Conversa con los paisanos. Y deja que todos los de su grupo se vayan. Quiere quedarse atrás y caminar solo, porque así le resulta más facil sentir en sus huesos la magia y el latido del Camino...
Cuando todos se han ido hace rato empieza a caminar de nuevo. Con su mochila a cuestas y su corazón lleno de vida y de energía. Con el aire fresco y libre acariciando su cara. Ahora ya no puede dejarse llevar siguiendo al grupo. Ahora ya tiene que ir con los ojos abiertos, atentos a las señales, para no perderse... El asfalto ha desaparecido, sustituido por caminos de tierra agradables al tacto. Los pies lo agradecen. La música del silencio le acompaña. Y los paisajes se van dibujando cada vez más hermosos... A lo lejos se ve la nieve en las montañas de LOS OSCOS... Hace frío. Un agradable frío. En su cabeza bailan las palabras formando pequeños versos:
Los pasos del peregrino
van recorriendo los metros,
crudo y afilado, el frío,
le va penetrando los huesos,
mientra la nieve desnuda
duerme a lo lejos, en silencio...
Bruno camina ligero, cotemplando el paisaje: verdes praderas, bosques de eucaliptos, montañas nevadas al fondo. De vez en cuando aparece alguna casona abandonada, con tejado de pizarra. Y a su lado uno o dos hórreos. Es la primera vez que Bruno ve hórreos de este tipo, que son muy diferentes de todos los demás que ha visto hasta ahora. Son de planta rectangular, sus dos cabeceras son de piedra que llega hasta el suelo, los laterales son de madera, y el tejado de pizarra a cuatro aguas. Algunos de ellos tienen encima unos conos o pináculos decorativos.
Llega al pueblo de Vilar. Un perro ladra al borde al borde de la carretera. Parece malhumorado. No es muy grande. Bruno pasa a su lado mirándole con cariño y precuación al mismo tiempo. No le tiene miedo a los perros. Pero sí bastante respeto.
En esta zona el Camino resulta agradable, y no presenta especiales dificultades. Y la señalización es muy buena. Apenas hay flechas amarillas. Pero en cada cruce aparece un mojón grande, de cemento, con una vieira que nos indica el camino que debemos escoger. Hay pocas señales, pero muy bien colocadas. Las justas y las necesarias, ni sobran ni faltan. En este sentido Bruno camina seguro, sin miedo a perderse. Y en uno de estos mojones se detiene para observar una familia de caracoles que viven adosados a una de las vieiras. Están quietos, ateridos, encerrados en sus casitas, con todas las puertas y ventanas cerradas a cal y canto para protegerse del frío. El Camino es más bien cosa de caracoles que de liebres. Para llegar de verdad a uno mismo hay que caminar despacio, muy despacio, atentamente, conscientemente...
Mientras camina, Bruno va dejando que sus pensamientos vuelen como nubes ligeras en el cielo de su cabeza. De pronto un pensamiento se detiene en su cerebro y le trae al recuerdo una frase que hace unos años le dijo su buena amiga Leopoldina: "En el camino no busco amor, no busco amistad, busco solo sentir y respirar el olor suave y fresco de la libertad". Bruno sonríe al recordarlo. En realidad siempre sonríe cuando tiene algún recuerdo de Leopoldina. La conoció en el Camino hace unos años. Una chica de veintipocos años, rebosante de juventud, de belleza, de frescura y de libertad; espontánea y ligera; natural y transparente como el agua de alta montaña; bella como un amanecer de primavera y dulce como un atardecer de agosto mirando al mar. Directa, sincera, clara... Sencilla y grandiosa a la vez. Diferente. Única. El simple hecho de recordarla es siempre para Bruno una fuente de rejuvenecimiento.
Una bajada conduce hasta el lugar de A PONTE DE ARANTE. Un bonito nombre y un bonito lugar. Un cartel anuncia que la diputación de lugo ha construido un puente nuevo de hormigón, seguro y firme, tosco e insulso. La inversión ha sido muy grande. Muchos miles de euros. Bruno se pregunta si realmente hacer ese pequeño puede costar tanto dinero. Otro cartel muestra las fotos del puente viejo, medio roto, pero verdaderamente hermoso. ¡Qué contraste entre la belleza del antiguo y la impesonalidad del nuevo! ¡Dios mío, esto es el progreso! ¿Tiene que ser así? Es la eterna lucha entre lo bello y lo cómodo, entre el romanticismo y el practicismo, entre la cultura y la economía... Los caminos, los puentes, las plazas... todo se llena de hormigón... ¿Así progresamos? ¿O retrocedemos? Una de tantas preguntas sin respuesta, o con respuestas múltiples según el punto de vista del que contesta. El turista piensa una cosa, el peregrino piensa otra, el catedrático otra diferente... y el que vive en el pueblo todos los días, y que vota en cada elección de alcalde, también tiene su propio criterio...
Pasado el lugar de A Ponte de Arante el Camino se desvía a la derecha. Aquí sí que hay sobredosis de señales. Supongo que más de uno se habrá perdido y habrá seguido de frente, y por eso además del correspondiente mojón han colocado varias flechas, una de ellas bien gorda pintada en medio de la carretera. El Camino comienza presenta aquí una importante subida. Aunque lo más fuerte son las rampas de los primeros metros. Bruno aminora su paso. Sube despacio. Y empieza a sentir hambre. Son ya las tres y media de la tarde. Busca una piedra un poco resguardada del viento y se sienta. Abre su mochila para coger la bolsa de la comida... ¡Uy! ... Pero... ¡Si la bolsa no está!!!! ¡Vaya! Se ha dejado olvidada la bolsa en la cocina de su casa, con el pan, el jamón, el chocolate, y la botellita de agua... ¿Y ahora? Está en medio del monte. No se ve ni un alma. Y no se ve una casa por ningún lado. Si fuera en otra época podría pensar en comer algún fruto silvestre. Pero estamos en enero... y por esta zona no hay nada en el monte que un humano pueda llevarse a la boca...
Pero bueno. Tampoco es tan grave. Tiene hambre, pero está todavía muy lejos del desfallecimiento. Le quedan todavía energías para caminar durante un buen rato. Se levanta y sigue adelante.
El Camino siempre da al menos una solución para cada problema... No pasan ni un par de kilómetros... y Bruno ve cuatro amigos de su grupo sentados a la vera del Camino, comiendo... Le saludan. "¿Quieres un poco de caldo?", le dicen. Les mira. Les sonríe. Y les cuenta su pequeña anécdota. Ellos empiezan a encontrar comida en sus mochilas: A uno le sobra un bollo de pan, a otro un poco de jamón... Muy pronto le preparan un suculento banquete. Y al final de postre, un vaso de caldo calentito que sienta de maravilla.
Cuando terminan siguen caminando todos juntos. Conversando. Sintiendo en sus almas la algria que produce siempre el milagro del compartir, del dar y del recibir... Llegan a Vilamartín Pequeno, donde ecuentran a dos chicas que van cojeando, y que se paran porque ya no son capaces de seguir. Se quedan con ellas un rato mientas consiguen llamar a un taxi que las venga a buscar. Mientras esperan beben en una fuente que hay a la izquierda del Camino. Agua rica. Fresca. Incluso fría. El viento tiene también una temperatura bastante inferior a la deseable. Unos vecinos del lugar les ven y les invitan a resguardarse del frío en la nave donde ellos están trabajando. ¡Qué diferencia! En cuanto uno se resguarda del viento la sensación de frío ya desaparece...
Poco después Bruno sigue caminando. Una pequeña bajada y luego un corto ascenso llevan al pueblo de Vilamartín Grande. Y desde ahí ya todo es bajada hasta llegar a Gondán. Allí está el autobús. La hora prevista para terminar la etapa era de seis a siete de la tarde. Pero a las seis menos cuarto ya está todo el mundo en el autobús.
Para Bruno ha sido un día soleado, fresco y bonito. Un día lleno de paz y de alegría interior. ¡Y no ha llovido!...
(Sábado, 17 de enero de 2015)
"I came to find God in me. And now I find Him everywhere. I have to bring this back to my daily life, where I actually live now. "Cami" means "God" in Japanese" (Wrenn)
"Caminar es besar la tierra con los pies" (Juan)
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