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"... pero, en calquier caso, ¡el Camino de Santiago existe! y en él se encuentra la magia, el espíritu y la simiente de un mundo nuevo, más humano, mejor y diferente". (Juan)
Camino de Santiago. O Cebreiro
a Triacastela. Juan 28/03/2010 |
DE O CEBREIRO A TRIACASTELA
Semana Santa 2010
"No hay camino sin soledad"
"Necesito el silencio para buscarme"
Mi nombre es Bruno. Una vez más vuelvo al Camino para pasar un rato conmigo mismo.
Ayer,
mi amigo Manolo, me dijo:
- Bruno, yo te envidio porque tu eres capaz de estar solo y sentirte bien.
- Pues claro. Es que saber estar solo es fundamental. Lo primero que hay que
aprender es a estar a solas con uno mismo sintiéndose bien. Es que
si no estás a gusto contigo mismo, apaga y vamos. Si no estás
bien contigo mismo ¿como vas a estar bien con los demás?
- Ya. Pero no es tan fácil. La mayor parte de la gente nos pasamos
el tiempo buscando ocupaciones para escapar de la soledad. Nos da pánico
encontrarnos a solas con nosotros mismos.
- Pues a mi me parece un error. Con escapar no se soluciona nada. Es necesario
conocerse a uno mismo y aprender a convivir con uno mismo. Conocer nuestro
cuerpo y nuestra mente, y aceptarnos como somos. Y a partir de ahí,
intentar ser cada día un poco mejores.
A Manolo le gusta mucho conversar conmigo. Dice que le transmito paz. Y me pregunta de donde nace esa paz que irradio. Yo pienso muchas veces que en gran medida esa paz me viene del Camino. Porque cada vez que voy al Camino paso muchas horas solo, meditando, sintiendo mis dedos, mis pies, mis piernas, mis rodillas, mi cadera, mi espalda, mis brazos, mis manos, mi cuello, mi cabeza, mis ojos, mi boca... Y escuchando el alma de la tierra, que me acaricia con su silencio y con su latido todo mi ser, desde los pies hasta la cabeza, desde la piel hasta el alma. Y, mientras camino solo y en silencio, escucho la voz de los pájaros, del viento, de los árboles, de las rocas aparentemente mudas...
A veces también miro hacia mí, y veo mi alegría y mi tristeza, mi coherencia y mis contradicciones, mis certezas y mis dudas, mis miedos y mis sueños... Porque yo también soy humano, y por tanto grande y miserable al mismo tiempo...
Hoy, ya lo dije, vuelvo al Camino. Salgo de casa temprano, muy temprano, en coche. Quiero llegar pronto. Tengo mono de caminar. Pero aún así, cuando llego a O Cebreiro ya han salido la mayor parte de los peregrinos.
Tomo un café en un bar. Allí me encuentro a Aurora, una peregrina que se ha quedado a descansar porque tiene una tendinitis en su rodilla derecha. Me cuenta que le duele solo cuando camina. Si está quiera no le duele. Hoy se va a quedar toda la mañana en ese bar, descansando. Y por la noche dormirá otra vez en el Cebreiro. Espera que un día de descanso le venga bien y le permita continuar. Yo lo dudo. Una tendinitis normalmente no se cura en un día. Ni en dos. Es posible que al final tenga que dejar el camino y volverse para casa. Pero también cabe la posibilidad de que le mejore un poco y con una buena rodillera pueda seguir. No lo se. No soy médico, ¡ni adivino!.
Mientras conversamos nos llama la atención un letrero un poco antiguo en el que se anuncia una ganga: "¡¡PROMOCIÓN!! BEBES UNA CERVEZA, TE INVITO A OTRA, Y SOLO PAGAS DOS". Aurora me comenta: "Como broma está muy bien. Pero lo malo es que esto no es una broma. Sino un reflejo del consumismo y del capitalismo. Usted compre y consuma aunque no lo necesite. Cómprese otra tele. Ahora una plana. Ahora una de plasma. Ahora una con TDT. Ahora cambie de ordenador. Ahora póngase ADSL. Ahora suba a 3 megas. Ahora a 6. Usted se merece una internet que vaya rápido, a toda velocidad. Ahora cambie de coche. Ahora cómprese una casa en la playa. Y otra para alquilar. ... Y trabaje, trabaje día y noche para pagar todo eso... Y encima ahorre... ¡Ya verá usted cuando se jubile lo que va a poder disfrutar de la vida!. Y corra. Sobre todo corra mucho. Que el tiempo es oro. Y el que se queda un rato parado está dejando de ganar dinero. Es el lucro cesante. Usted tiene que ser muy productivo. Tiene que conseguir los objetivos. Así será usted rentable. Así podrá sentirse útil. Y su empresa conseguirá grandes beneficios. Y usted participará en el uno por ciento de dichos beneficios, porque su empresa es generosa con los trabajadores que se esfuerzan. Es cierto que si un día llega la crisis y hace falta apretarse el cinturón puede que le despidan, para ahorrar costes. Pero ahora no piense en eso. Ahora piense en producir más para poder ganar más para poder consumir más... Aunque eso le estrese y le agobie y le haga un poco infeliz. ¡Ya será feliz cuando se jubile!... Aunque solo tenga sed para beber una cereveza, beba usted dos..."
Veo que la tendinitis a Aurora le lleva a reflexionar... Critica esta sociedad consumista y capitalista en la que vivimos. Pero lo hace con alegría, con una sonrisa en su cara, y con una mirada limpia... No se la ve amargada por su tendinitis, sino que se la ve feliz. La crítica es dura, pero su voz es amable... Entre líneas no se ve odio, sino un deseo de que la gente cambie y la sociedad mejore...
Por un momento pienso que podría quedarme allí todo el día, haciéndole compañía a Aurora, y conversando con ella... Se lo digo. Pero ella me dice que no, que continúe mi camino, que a ella no le importa quedarse sola un rato, y que seguramente vendrán más peregrinos y podrá charlar con ellos, y que si no viniesen tampoco pasaría nada, pues tiene un libro para leer y un cuaderno de notas para escribir... y con esto le basta para pasar sola todo el tiempo que haga falta...
Nos despedimos. "Hasta siempre". Seguramente no volveremos a vernos. Pero en algún modo ella formará siempre parte de mi vida. Y yo de la de ella. Todo lo que nos acontece forma parte de nosotros. Y todas las personas con las que nos encontramos de algún modo entran en nuestra vida. Nada sucede en vano...
Empiezo a caminar por el asfalto, por el arcén de la carretera. O Cebreiro es la puerta de entrada del Camino en Galicia. Un lugar mágico y maravilloso. Cargado de energía positiva. Con su iglesia de Santa María en cuyo interior se conserva el cáliz del milagro. Y con sus pallozas que en invierno se cubren de nieve. Por todo eso, no entiendo como puede ser que el primer tramo del Camino gallego, desde O Cebreiro hasta Liñares, se tiene que hacer por asfalto. Sería sencillísimo acondicionar y señalizar un sendero por el monte que nos llevase hasta Liñares. Creo incluso que esa senda existe. Limpiarla un poco y pintar unas cuantas flechas amarillas sería muy fácil. Una vez un vecino me dijo que el problema es la nieve, que el mantener esa ruta libre de nieve en invierno iba a ser difícil. Puede que tuviera razón. No lo sé.
En Liñares hay una iglesia con una torre campanario cuadrangular. Otras veces no me había fijado en ella. Pero hoy me quedo un rato mirándola. Me recuerda a sus dos hermanas mayores: la de O Cebreiro y la de Hospital. Arriba, muy cerca, se ve ya el alto de San Roque. Otras veces había subido a él por la carretera. Pero hoy veo una senda señalizada, por el lado derecho de la carretera. Me meto por ella. Los pies se me entierran en la nieve y me cuesta trabajo avanzar. Pero vale la pena. Después de tanto rato por asfalto apetece salirse de la carretera. Me encuentro a Alejandro, que está casi parado. Cada paso le cuesta un mundo. Me dice que él es de Almendralejo, y que no está acostumbrado a caminar por nieve, y que además lleva varías ampollas en los pies. Pero sonríe. Los dos sonreímos. La nieve es alegría. Camino lentamente, a su paso, hasta que llegamos al alto de San Roque. Allí me pide que le haga una foto junto al enorme monumento al peregrino. Me gusta y me impresiona este monumento, visto así, sobre la nieve, y a contraluz. Alejandro decide quedarse un rato a descansar. La subida sobre la nieve le ha dejado agotado. Me pide que yo continúe. Nos despedimos. ¿Hasta siempre? El Camino es un saco de sorpresas y nunca sabes cuando te vas a volver a reencontrar con un peregrino...
Llego a Hospital. Me encuentro a dos peregrinos gallegos, Pedro y Juan, que me piden que les haga una foto delante de la Iglesia. En el atrio conversamos durante un largo rato. A ellos, al igual que a mi, les encanta esta iglesia. No sé que tiene, pero a todo el mundo le gusta. Pedro y Juan tienen nombres de apóstoles: el primer papa y el discípulo amado. Se lo comento. Nos reímos. ellos no se habían dado cuenta de ese detalle. Son también unos enamorados del camino. Me dicen que hos están disfrutando de lo lindo, caminando sobre la nieve. Además se nota que se sienten muy bien. Dicen que el Camino siempre les llena de fuerza y de energía. Y que les ayuda luego en su vida cotidiana.
Al cabo de un rato nos ponemos en camino los tres juntos. Vamos conversando tranquilamente. Llegamos a la empinada cuesta que conduce al Alto do Poio. Allí la nieve donde no está pisada llega casi a la rodilla. Y donde está pisada y dura nos hace resbalar. Tenemos que ir caminando con pasitos cortos y poniendo los pies atravesados. Pero no nos importa. Estamos bien y no tenemos ninguna prisa. Piano piano. A modiño. Subimos saboreando cada paso. Sabiendo que millones de peregrinos, durante siglos, han subido este mismo monte antes que nosotros, y que a todos nos une algo. Todos participamos del mismo misterio del Camino de Santiago. De esa fuerza misteriosa que año tras año atrae a muchas gentes a caminar hacia Compostela, caminando al mismo tiempo hacia el interior de sí mismos. Un Camino para conocerse a uno mismo y para conocer a los demás y a la naturaleza. Un Camino cargado de espiritualidad.
En el Alto do Poio nos sentamos para tomar algo. Juan y Pedro piden dos cafés con leche y un bocadillo de jamón con tomate, que dividen en dos mitades, para compartirlo. Yo me tomo un "latolat" con un bocadillo de tortilla francesa. ¿Qué es un "latolat"?. Me lo acabo de inventar. Le pido al camarero que me ponga en una jarra de cerveza un vaso de leche y que me sirva también un batido de chocolate, que echo en la jarra para mezclarlo con la leche. Así el batido queda más suave, que es como a mi me gusta... "Nunca me habían pedido nada tan raro", dice el camarero. Sonreímos. Llegan dos chicas y un joven, y les invitamos a sentarse con nosotros. Conversamos. Nos preguntan por qué hacemos el Camino. A veces es difícil contestar a esta pregunta. Muchas veces ni siquiera lo sabemos. Yo creo que hago el Camino porque me gusta, y porque me hace bien, porque me ayuda a ser mejor persona.
El joven, Andrés, es de Pamplona. Y nos cuenta que él hace el camino para cumplir una promesa. Que él y su mujer llevaban años queriendo tener hijos sin conseguirlo. Pero que en un viaje de fin de semana que hicieron a Santiago de Compostela ella se quedó embarazada, lo cual les dió mucha alegría en un primer momento... Pero que luego el embarazo empezó a complicarse y su mujer tenía "pérdidas" cada poco. Los médicos le recetaron reposo absoluto. Y les dijeron que aún así, iba a ser muy difícil que el embarazo concluyera bien. Entonces Andrés, a pesar de no ser creyente, se acordó de Santiago y le prometió que si el bebé nacía bien haría el Camino a pié desde O Cebreiro a Santiago. Pasaron los meses... y el niño nació bien, sano y salvo. Y ahora, Andrés está cumpliendo su promesa. No está acostumbrado a caminar. Pesa unos cuantos kilos demás. Y sabe que le va a costar mucho esfuerzo llegar a pie a Santiago. Pero está convencido de que cueste lo que cueste tiene que hacerlo. Y, en estas pocas horas que lleva aquí, ya está viendo que el Camino le va a servir no solo para cumplir su promesa, sino para mucho más... Ya se está dando cuenta de la importancia de su cuerpo... Algo en lo que hacía tiempo que no reparaba...
Las dos chicas, Ana y Leonor, viven en Burgos. Ana, nos dice que ella está aquí, para intentar superar un momento muy difícil de su vida. Llevaba veinticinco años casada. Felizmente casada. Un matrimonio normal, con dos hijos, con piso propio, con la hipoteca pagada, ambos trabajando... La envidia de muchas de sus amigas. Hace tres meses estuvieron los cuatro de vacaciones en Tenerife y todo salió genial. Pero dos días después de volver, su marido se despidió y se fue de casa. Así. De repente. Sin más. Dijo que se iba a Brasil. A ver a una chica que había conocido por internet. Ana no podía entender que su marido pudiera echar por la borda veinticinco años de convivencia y toda una familia, por el afán de ir a vivir con una chica brasileña a la que no había visto nunca en persona... Pero su marido le dijo que se había enamorado, que sólo se vive una vez, y que quería disfrutar de una nueva vida... Ahora, tres meses después, y con su exmarido, ya divorciado, Ana dice que necesita tiempo para reflexionar, y para aceptar esta ruptura, y para coger fuerzas para afrontar su nueva vida, con sus tres hijos, y sin el hombre que había llevado las riendas de la casa en muchos aspectos... Sabe que es difícil, pero sabe que tiene que hacerlo.
"Pero a lo mejor tu marido recapacita y vuelve", le dice Andrés. "No creo, dice Ana. Hace una semana me ha anunciado que su nueva mujer ya está embarazada de él, y que se van a casar muy pronto para que ella pueda arreglar los papeles para venirse a vivir a España... Lo que más alucinante me resulta es que nuestros tres hijos van a tener, así, de repente, un nuevo hermano... o medio hermano. Todavía no me lo puedo creer". "Qué raros somos los humanos", dice Andrés...
Leonor, la otra chica, dice que ella no hace el Camino por ninguna razón personal especial, sino simplemente porque es amiga de Ana y quiere acompañarla y apoyarla en estos momentos difíciles. "Pues es, desde luego, una razón muy importante. Hacer el Camino por amistad. Todo lo que se hace por amistad tiene un valor especial", le dice Juan.
Seguimos conversando durante un buen rato de mil cosas más. Nos sentimos muy a gusto y podríamos pasar así el día entero. Pero decidimos levantarnos y continuar el camino. Empezamos a andar todos juntos y en silencio. Tenemos mucho sobre lo que reflexionar. Al llegar a Viduedo Andrés dice que necesita parar un rato para descansar. Ana y Leonor se quedan con él. Pedro, Juan y yo decidimos seguir. Nos despedimos. Nos damos un fuerte abrazo. "Buen Camino". La intimidad que hemos trabado hace que este saludo nos salga desde lo más profundo del corazón. A veces hay personas pasan por tu vida rozándote la piel, pero otras veces te encuentras con personas que entran en tu vida llegando hasta lo más profundo de tu ser. La diferencia nace a veces en la fuente del misterio.
Cada vez hay menos nieve en el camino. Y el descenso hacia Triacastela resulta por momentos una paseo agradable. Fuera brilla el sol y cantan los pájaros. Dentro bailan los pensamientos. En Filloval varios peregrinos están sentados en el suelo, en plena calle, comiendo y descansando, mientras un pacífico y pachorrudo perro grande del lugar les acompaña. Se respira allí un aire de alegría y despreocupación. Un poquito más abajo hay una tienda-cafetería donde nos sirve tres aguas del tiempo una camarera que tiene una bonita boca y una hermosa sonrisa. El camino cruza la carretera y desciende por una preciosa "corredoira" entre árboles. Se escucha el silencio. La temperatura es perfecta. Y hay una luz especial. El Camino tiene cada día mil cosas y mil momentos diferentes.
Un poquito antes de Triacastela, cruzamos As Pasantes, donde nos paramos a contemplar un impresionante castaño. Un cartel dice que tiene unos 800 años. Hablamos con un viejo que se encuentra allí. ¿Será cierto que este castaño tiene 800 años?, le preguntamos. "Eso dín, pero non se lle botan. A min paréceme máis novo. Eu, se me apura, penso que non ten máis de 500 anos". "¿Y usted cuantos tiene?". "Eu teño algúns menos... E, aínda así, son máis vello ca él. ¿Cómo se explica iso?". La verdad es que su razonamiento nos deja a todos sin respuesta. El concepto de joven o viejo depende de muchas cosas.
En un plis plas llegamos a Triacastela. A la izquierda encontramos el albergue. Un cartel en mayúsculas reza: "COMPLETO". Hablamos con el hospitalero. Nos dice que hace un rato ha estado una pareja allí, y que han llamado a los teléfonos de todos los albergues y hostales de Triacastela y que no queda ni una sola cama libre en ninguno de ellos. Que como es Semana Santa y Año Santo que está todo el pueblo tomado por los peregrinos. Le miramos, nos miramos, sonreímos: "Dios proveerá".
Nos vamos caminando hacia la iglesia. Un letrero antes de entrar reza IGLESIA ROMÁNICA DE SANTIAGO. En medio de la fachada se ve una estatua de piedra de Santiago. Y en el interior, en medio del retablo principal hay otra estatua de madera también de Santiago. Aquí no hay ninguna duda de que el Camino pasa por aquí y de que la imagen del apóstol está presente.
Recorremos el pueblo. En una tienda compramos algo de comida. Vemos una señora mayor sentada en una escalera. Le contamos que no tenemos alojamiento y le preguntamos si a ella se le ocurre alguna idea, si puede decirnos algún sitio a donde ir. Nos mira. Pone cara de madre. "Suban e pasen. Eu tamén teño fillos polo mundo adiante". Y así, sin más, nos mete en su casa. Y nos da una habitación. ¡Y tres toallas!. Nos indica que podemos ducharnos.
Nos duchamos. Cenamos nuestra comida y su caldo, en su cocina. Conversamos largamente con ella... Nos sentimos como en casa. El Camino a veces es alucinante.
Antes di irnos a dormir le decimos que al día siguiente pensamos madrugar para empezar a caminar temprano, y que para no despertarla preferimos pagarle ya esta noche, que nos diga cuánto le debemos. "Nada. Eu tamén teño fillos", nos dice.
(Juan, 28-03-2010)
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