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Mi primer Camino | Camiño Francés 2007 | Camiño con Viaauria |
"... pero, en calquier caso, ¡el Camino de Santiago existe! y en él se encuentra la magia, el espíritu y la simiente de un mundo nuevo, más humano, mejor y diferente". (Juan)
"No se entiende por peregrino sino el que va hacia la casa de Santiago, o vuelve de ella" (DANTE, pasaje de la Vita Nuova)
El camino francés.
Roncesvalles .... Santiago de Compostela.
El camino francés es el Camino de Santiago por excelencia, el más conocido, y el más pisado por los peregrinos.
Desde Europa llegan los peregrinos a los pirineos por varios caminos. Para entrar en España hay dos puntos fundamentales: Roncesvalles (donde empieza el camino navarro) y Somport (donde empieza el camino navarro); ambos se juntan en Puente la Reina y siguen unidos hasta Santiago. Todos forman el Camino Francés.
Os voy a dejar aquí un breve relato de algunas etapas del Camino Francés. Lo que os cuento es cómo las viví yo en aquel momento, consciente de que cada peregrino es un mundo y de que cada momento es diferente...
Primera etapa: Roncesvalles-Larrasoaña.
Para muchos la primera etapa es la que va de Saint Jean Pied de Port a Roncesvalles, que es bellísima. Pero yo en el año 2001 todavía no lo sabía, y por eso empecé el Camino en Roncesvalles.
El Camino de Santiago es un intensa aventura interior, un viaje largo y lento, duro y hermoso a la vez, hacia el interior de uno mismo.
El peregrino comienza siempre el Camino cuando sale de la puerta de su casa, cualquiera que sea el lugar donde viva. Y, si lo que pretende es hacer la ruta jacobea desde Roncesvalles a Santiago, lo primero que hará será un viaje, normalmente en tren o en autobús, para llegar hasta Pamplona. Desde aquí puede coger un autobús hasta Roncesvalles.
En cualquier foro le informarán de los horarios de "La Montañesa", de los que también se puede enterar llamando al ff: 948 221 584; en principio hay un autobús que sale de Pamplona para Roncesvalles todos los días laborables a las seis de la tarde y los sábados a las cuatro. Pero cuidado: Los domingos y festivos no hay autobús. Si se llega a Pamplona en día festivo o en laborable después de haber salido el bus queda la opción de coger un taxi desde Pamplona.
Lo habitual es llegar a Roncesvalles un día por la tarde, dirigirse al albergue para sellar la credencial y pedir un huequecito donde dormir, asistir a la misa del peregrino y recibir por primera vez la "bendición del peregrino", cenar en alguno de los bares que hay, y tumbarse encima de una colchoneta esperando a que amanezca. La noche en Roncesvalles se hace larga, mortificante y purificadora; el interior del peregrino empieza a cargarse de una energía inexplicable y se empiezan a sentir los primeros efectos de una droga llamada "jacobeína" que le da al peregrino una fuerza misteriosa que le lleva a sentir en su interior que "lo imposible no existe".
Tres amigos en Roncesvalles, una tarde de agosto del año 2000, antes de empezar el Camino.
Es totalmente normal dormir mal o muy mal la primera noche, debido a los nervios lógicos del que empieza un camino hacia lo desconocido, y a la falta de costumbre de dormir en albergues. Por eso el peregrino novato se pone en pie por la mañana lo más pronto que puede, liberándose de la pesadilla de una mala noche, y empieza a caminar antes incluso de que amanezca.
La etapa que va de Roncesvalles a Larrasoaña tiene una longitud de unos 27,4 km y es una de las más duras. Pero también es una de las más bellas.
Se sale de Roncesvalles por un andadero paralelo a la carretera. Nada más salir se encuentra un hermoso crucero gótico del siglo XIV. Tras caminar tres km que no presentan mayores dificultades se llega al primer pueblo: Burguete. Si el día está claro el peregrino queda deslumbrado con la belleza de las casonas navarras, bien pintadas, con sus balcones llenos de flores, todo ello iluminado por una luz fresca y pura de un sol que se está despertando todavía. Y ya se empieza a sentir que hacer el camino es una experiencia que vale la pena.
Si ya está abierto algún bar se puede tomar el primer café o el primer bocadillo. Pero lo más normal es que al pasar por Burguete todavía esté el pueblo durmiendo y que se siga caminando esperando hasta el siguiente pueblo para tomar el primer desayuno.
En medio del pueblo de Burgete se gira a la derecha, abandonando la carretera, para salir de la población y coger una pista cómoda que conduce hasta la siguiente localidad: Espinal. A la salida de Burguete se cruza el primer riachuelo por un pequeño puente de piedra. Luego se camina por entre hermosas praderas pobladas de pacíficas vacas que están tranquilamente tomando la primera comida del día.
Si no se ha hecho antes, conviene tomar en Espinal un buen desayuno para coger fuerzas pues faltan todavía más de 20 km para la meta.
Al salir de Espinal toca empezar a subir (primero por una carretera, luego por una pista, y finalmente por un sendero), hasta llegar al Alto de Mezkiritiz. A partir de aquí empieza un largo descenso por entre hermosos bosques.
Se llega luego a Biscarreta, y dos km después a Lintzoain. Y al salir de este pueblo empieza la subida al Alto de Erro. Las piernas van ya cansadas y la subida cuesta un poco. Pero la senda es bonita, pasando por hermosos bosques en los que hay robles, abedules, tejos, pinos..... Tras llegar a la cima se comienza de nuevo a bajar hasta llegar a Zubiri. Aquí el peregrino puede pasar de largo sin entrar en el pueblo siguiendo su camino hacia Larrasoaña. Pero quizás la sed y la falta de fuerzas aconsejen cruzar el puente de la Rabia y entrar en el pueblo de Zubiri para reponer un poco las energías ya escasas. Incluso si el agotamiento es muy grande se puede cambiar el plan y dirigirse al albergue para hacer aquí el final de etapa.
Para los que siguen, falta aproximadamente una hora y cuarto para llegar a Larrasoaña, tras pasar por las dos pequeñas localidades de Ilarratz y Ezkirotz, que no ofrecen ningún bar ni servicio al peregrino.
Larrasoaña es un lugar magnígico para hacer un final de etapa por muchas razones:
- Porque el albergue lo atiendo DON SANTIAGO ZUBIRI (estoy hablando del año 2001), que es un hombre maravilloso que lleva el espíritu del Camino en el centro de su corazón y que entiende como nadie al peregrino, que sabe que lo que necesita es una ducha, un poco de ánimo, un poco de cariño, un bar para comer, y una amistad para descansar. Y todo eso lo ofrece a manos llenas. Una de las cosas que no olvidaré nunca es la ducha con agua caliente que don Santiago nos regaló en Larrasoaña.
- Porque el pueblo es pequeño y tiene un sólo bar ...y un solo albergue .... lo cual hace que todos los pregrinos coman y descansen los mismos sitios ... y así surgen las primeras amistades. Si alguien venía solo .... es seguro que de Larrasoaña sale ya con amigos. Y esto es fantástico. Es el maravillosos espíritu del camino.
En Larrasoaña, delante de la puerta del albergue, esperando la llegada de Don Santiago Zubiri. La alegría sale espontánea, a borbotones.
Tres años más tarde, en una carta que le escribí a una amiga argentina que estaba empezando a hacer el Camino, le relataba así mis recuerdos de mis primeros días de peregrino:
"En el año 2001 tres amigos empezamos en Roncesvalles el Camino de Santiago. Era un 18 de agosto. Cuando llegamos eran más o menos las seis de la tarde. Hacía sol. Pero en media hora bajó una niebla de la montaña y quedó todo cubierto. Se hizo de noche de repente. Luego fuimos a la misa del peregrino donde recibimos la bendición. En aquella iglesia tremendamente silenciosa junto a un pequeño grupo de peregrinos sentimos con emoción que había algo invisible que nos acompañaría. ¿Santi? ¿Dios? ¿La magia del Camino?...
Luego cenamos. Sopa y trucha. Todavía lo recuerdo. En nuestra mesa estaba también un joven francés que no hablaba español. Pero nos entendimos sin problema.
El albergue estaba lleno a rebosar. Era agosto. Encontramos unas colchonetas que colocamos en el pasillo, enfrente de una cabina de teléfono que tenía demasiada luz y que no nos dejaba dormir. A la una de la mañana un negro altísimo que estaba en una colchoneta al lado de la mia se levantó y se puso a rezar. Hacía sus oraciones acompañadas de inclinaciones, mirando hacia la Meca. A partir de las tres de la mañana algunos peregrinos empezaron a desfilar por el pasillo para ir al baño.
En aquellos tiempos el albergue de Roncesvalles estaba muy viejo. Decían que iban a hacer obras para restaurarlo.
A las cuatro de la mañana dos chicas que estaban en unas colchonetas cercanas a nosotros se levantaron. ????¿¿¿¿. ¡¡¡¡Les estaba lloviendo encima!!!!!. ¿?. Caían gotas. Tampoco era para tanto. Debía ser agua de los baños que había en la planta de arriba. Alguna fuga, seguramente. Las chicas, por cierto, eran muy majas y muy simpáticas. De esas que te enamoran a primera vista por su sonrisa y su dulzura. Y no se enfadaron ni se lo tomaron a mal. Simplemente movieron un poco sus colchonetas para que las gotas no le cayesen encima. Se dieron la vuelta y pusieron la cabeza para el lugar donde antes tenían los pies, para que si seguía cayendo agua, les lloviese en los pies y no en la cara.
Por fin llegaron las cinco de
la mañana y la gente empezó a levantarse y a desfilar. Fue un
alivio. La noche sin dormir se había hecho demasiado larga.
No había duchas o si las había no
funcionaban. Nos lavamos la cara como los gatos. Y los dientes. Nos calzamos
las botas. Y empezamos a caminar.
Era de noche cerrada. No se veían las flechas. Nada más salir de Roncesvalles nos encontramos a una peregrina de unos setenta años que caminaba con dos bastones. Nos la volveríamos a encontrar muchas veces en días posteriores. Era una señora estupenda. Creo que era belga, aunque no estoy del todo seguro. No hablaba español. Pero nos entendíamos muy bien con ella. Siempre caminaba sola. Muchas veces no dormía en los albergues, sino que prefería dormir sola, en medio del campo. No tenía miedo. Era una peregrina inolvidable. Tenía razones muy hondas para hacer el camino. Me las contó meses después en una larga carta manuscrita que me envió.
Poco a poco fue amaneciendo. Ver el amanecer en medio del campo y vivirlo intensamente es una de las fuentes de felicidad más intensas que conozco.
El primer pueblo que encontramos se llamaba Burguete. Auritz en eusquera. Hermosas casas, bien pintadas, y con sus ventanitas y sus tejaditos de cuento de hadas. Hermoso pueblo de montaña.
Luego siguieron los senderos por entre hermosas praderas.
Los campos de Navarra estaban llenos de vacas. El camino atravesaba a veces fincas. Había portezuelas que estaban cerradas y que los peregrinos abríamos para pasar y luego volvíamos a dejar cerradas, para que no se escapasen las vacas.
Y el bosque encantado. Hayas. Sombra. Aire puro. Respirar hondo. Cielo interior. Profundo cielo interior.
No habíamos encontrado ningún sitio para desayunar. En Burguete no había nada abierto. Empezamos a notar el hambre. .. Pero pronto llegamos a Espinal. Allí había un trozo de paraiso: un bar de pueblo con mesas y pesadas sillas de madera, con café y magdalenas ... y con un bocadillo de jamón. Fue el primer bocata de jamón. Estaba fantástico.
Recuerdo luego vágamente el resto de la etapa. Había un descenso muy largo y pronunciado, de varios kilómetros. Empecé a notar los primeros dolores de rodillas. También había subidas... en las que yo me iba quedando atrás, rezagado de mis compañeros. Empecé a vivir la sabrosa soledad del camino. Encontrarme conmigo mismo. Notar la profundidad del camino. Empecé a ser peregrino. Aquí nació mi adicción a la jacobeína, esa droga que nos hace adictos al Camino de Santiago.
Pasamos algunos pueblos, ascendimos el alto de Erro, bajamos, ... y al fin llegmos a Zubiri. Cruzamos el puente de la rabia. Y encontramos un bar el el que pudimos tomar algo líquido. Hacía calor y estabamos a punto de quedarnos sin gasolina. Llevábamos ya un buen rato en la reserva.
Después de un breve descanso de diez minutos decidimos seguir hasta Larrasoaña. El camino era llano. Pero hacía un calor de mil demonios. Y estos 5,6 kilómetros se nos hicieron eternos. Llegamos agotados. Encontramos el albergue ... pero todavía estaba cerrado. Creo que Don Santiago Zubiri que era el que lo atendía estaba en misa. Esperamos un rato en la puerta, charlando con otros peregrinos. En cuanto vino don Santiago y nos saludó nos quedamos impresionados con su acogida. Era un señor maravilloso que conocía las necesidades de los peregrinos: una sonrisa, un poco de cariño, una litera, ¡y una ducha de agua caliente!!!. Creo que fue la ducha mejor de toda mi vida.
En Larrasoaña solo había un bar. Allí comimos y cenamos. Allí nos juntábamos todos los peregrinos. Charlábamos. Sonreíamos. Nos hacíamos amigos. Fue maravilloso.
Allí conocimos a Alfonso (el belga de 61 años que no sabía ni palabra de español ... y muy pocas de ingés .... Pero que era un amigo inmenso), y a Eva (la periodista que había estado en el Kilimanjaro y en mil sitios más. Una chica estupenda. Y a Susana (de Suecia), y a las italianas (Paola y Nina), y a dos chicas y un chico colombiano, y a un chico brasileño, y a otro chico basco que hacía el camino por quinta vez y que viajaba sin ningún dinero, y que comía de lo que le daban en los pueblos... Toda la gente era muy maja.
Nunca olvidaré aquella maravillosa tarde que pasamos en Larrasoaña.
Al día siguiente salimos muy tempranito. Dice la guia que "de Larrasoaña a Trinidad de Arre no hay ningún servicio, lo que obliga a ir bien avituallado". Yo no sé si la guía que nosotros llevábamos no lo decía ... o si lo decía y no lo leímos ... El caso es que nos despistamos. Y nos encontramos, en el largo trecho de 4,4 km que separa Irotz de Trinidad de Arre, sin agua y sin comida. El calor empezaba a apretar. Y el hambre también. Pero era agosto y había moras en los bordes del camino. De cuando en cuando comíamos algunas para no desfallecer.
Por fin llegamos a Villaba y encontramos el primer bar. Un buen desayuno fue un inmenso placer.
Seguimos. Llegamos a Pamplona. Cruzamos el río Arga. Visitamos la Catedral. La zona vieja. El ayuntamiento. La plaza del Castillo. Y ... sobre todo buscamos la oficina de correos. ¿?. Porque la mochilas pesaban demasiado. En correos nos facilitaron unas cajas en las que echamos todo lo que no era absolutamente imprescindible. Pusimos cada uno la dirección de nuestras casas. Y lo facturamos. Las mochilas quedaron ligeritas. ¡Qué liberación!
Seguimos. Pasamos al lado del albergue de Pamplona. Bajamos por una esquina del campus universitario. Y subimos hasta Cizur Menor. Allí había dos albergues. Nos quedamos en el primero que encontramos. Aunque se decía que el otro, que era privado y que lo regentaba Maribel Roncal, estaba muy bien. Pero a nosotros el primero que encontramos nos gustó. Y allí nos quedamos. Ducha. Un ligero paseo para encontrar un sitio para comer. Y por la tarde fuimos a unas piscinas. Lógicamente no teníamos bañadores. Pero Alfonso no se lo pensó dos veces y se tiró de cabeza con sus pantalones cortos puestos. Nadó. Disfrutó de su juventud de sesenta y pocos años. Luego salió y se puso al sol. Pronto se le secaron los pantalones.
Ese día cenamos macarrones. En la cena compartimos mesa con varios peregrinos. Además de Eva y Alfonso, recuero especialmente a Evelyne, una señora canadiense que decía "lo imposible no existe para mí". Una persona maravillosa.
La etapa siguiente nos llevó de Cizur a Puente la Reina. De ella recuerdo especialmente el Alto del Perdón. La subida fue larga y tendida. En el alto nos juntamos un nutrido grupo de peregrinos y nos paramos a comer, a charlas y a descansar. Fue un momento muy hermoso. Había argentinos, chilenos, belgas, franceses, españoles, ... un poco de todo. Pero cometimos un error: nos paramos demasiado tiempo. Quizás media hora. Y cuando empezamos a bajar nuestros cuerpos y nuestras piernas habían enfriado. La bajada era empinada. Y los dolores de rodilla se hicieron intensos. Fueron momentos de sufrimiento.
De Puente la Reina recuerdo sobre todo que había una médico que consultaba gratis a los peregrinos y que nos curaba las ampollas. Y recuerdo también una copiosa cena en el bar Canarias, donde conocí a Luis. Y un puente muy hermoso a la salida del pueblo.
Como he dicho, en Puente la Reina conocí a Luis, del que me acabaría haciendo un buen amigo. Esta es una parte de su historia, que él me contó dándome luego permiso para publicarla...
EL RONCADOR DE PUENTE LA REINA
Luis empezó el camino en Saint Jean de Pied de Port. La primera etapa sufrio el frío, la lluvia, la niebla, el hambre, la sed... Fue dura. La primera noche apenas durmió por el exceso de cansancio. La segunda etapa fue también dura: dolor de rodillas, dolor de espalda, sueño y cansancio, ... En la tercera etapa le empezaron a acompañar las ampollas. Dolor intenso al pisar encima de ellas. Curas con aguja e hilo al llegar al albergue. Y luego durante la noche no pudo dormir porque en las literas de al lado dos personas roncaron durante toda la noche.
En la cuarta etapa parecía que su cuerpo se había acostumbrado ya a convivir con el dolor: el cansancio, las ampollas, el dolor de rodillas al bajar el Alto del Perdón, ... todo parecía llevadero. Por fin apareció Puente la Reina. Comida. Lavar la ropa. Tenderla fuera, en una cuerda atada entre dos árboles del jardin que hay enfrente del albergue, sujetas las prendas con imperdibles para que no se las lleve el viento. .. Paseo por el pueblo. Y una hermosa cena en compañía de otros peregrinos. Una hermosa tarde. Y luego a dormir.
Esta noche Luis durmió profundamente por primera vez.
Pero ... Al día siguiente, justo al despertarse a las seis de la mañana, dos peregrinos le saludaron con un "como has roncado esta noche. No has parado en toda la noche. No nos has dejado dormir".
Era la quinta etapa. Luis la hizo en soledad y silencio. Dolorido. Aquello dolía mucho más que todo lo anterior. Las ampollas, las agujetas, el dolor físico, el no poder dormir porque otros roncaban ... todo esto era relativamente facil de soportar.
Pero el saber que esta noche era él el que había roncado y el que no había dejado dormir a los demás ... eso le resultaba insoportable. El pensar que podía volver a roncar a la noche siguiente y que podía volver a molestar a los demás ... le resultaba más doloroso que ninguna otra cosa. Toda la mañana fue rumiando estas amargas consideraciones. Y pensó en dejar el camino ese mismo día y en irse a su casa en autobús.
Se puso a sí mismo el nombre de "el roncador de Puente la Reina". Y la amargura mascada durante tantas horas le dío malestar de estómago y dolor de cabeza. Era el primer día que lo pasaba realmente mal.
Pero a la llegada a Estella encontró otros peregrinos esperando en la puerta del albergue. Todos le saludaron con alegría. Decidió comentar con ellos sus amarguras. Y vio como muchos se morían de risa. Pero no era una risa malvada. Era otra cosa. Y Luis también se empezó a reir. Y decidió quedarse.
Esa noche cenó ensalada. ¡Y no roncó!. Había descubierto el remedio: una cena ligera es el mejor remedio para no roncar. Nunca más volvió a cenar un plato de alubias con carne antes de irse al albergue.
Y el roncador de Puente la Reina siguió feliz su camino. Y llegó a Santiago. Y no fue el roncador de ningún sitio más.
De las etapas siguientes, por Navarra, La Rioja y Castilla no tengo el relato escrito. Si algún día lo escribo os lo contaré aquí. De momento salto hasta la etapa 23.
-Etapa 23: Villafranca del Bierzo-O Cebreiro.
De Villafranca del Bierzo a O Cebreiro.
El Camino de Santiago es un camino exterior e interior.
Cada etapa, cada hora, cada momento, cada paso, ... constituye un importante avance el el conocimiento de uno mismo, de los demás y del mundo.
Uno de los muchos monumentos que hay en Villafranca. Esta ciudad, pequeña, pero hermosa y señorial, nació para atender a las necesidades del Camino, como un paso previo antes de afrontar la dura subida del Cebreiro. Está asentada en la confluencia de los ríos Burbia y Valcarce. Fue uno de los hitos más importantes de todo el Camino de Santiago. En ella se construyeron Hospitales, Albergues, hospederías, iglesias y conventos..
En la etapa de hoy se sale de Villafranca del Bierzo, y poco después de cruzar el puente sobre el río Burbia, se presentan dos opciones:
a) Una, la más corta y fácil, consiste en seguir recto, por la carretera, por un andadero separado de la Nacional VI por una valla, que lleva hasta Pereje, y luego hasta Trabadelo, sin problemas, casi sin pena ni gloria.
b) La otra opción consiste en desviarse de la carretera subiendo por un camino que se desvía a la derecha, poco después del puente. Se sube y se sube por un camino empinado.
La subida del Cerro del Real es una subida de "alta tensión".
Se pasa por hermosos "soutos" de castaños y se llega muy cerquita del pueblo de Pradela, donde sin necesidad de entrar en el pueblo se gira a la izquierda, y luego se baja y se baja desembocando finalmente en Trabadelo. Este recorrido es mucho más exigente. Pero si uno se encuentra con fuerzas vale la pena tomar esta opción, pues es un tramo muy bonito y discurre casi todo por camino de tierra.
Pradela, un bonito pueblo de alta montaña, rodeado de castaños y de prados.
Campanario de la iglesia de Trabadelo (pueblo repoblado por el Arzobispo Gelmirez, en el siglo XI).
De Trabadelo, ya unidas las sendas de las dos opciones antes dichas en un único camino, se va a La Portela. Poco después de este pueblo se gira a la izquierda cogiendo la carretera comarcal que va a Vega de Valcarce. El tráfico disminuye y el peregrino vuelve a sumergirse de lleno en la naturaleza y en la paz que nace de ella. Pronto se llega a Ambasmestas, y tras cruzar este pueblo se sigue hace los hermosos pueblos de Vega de Valcarce, Ruitelán y Herrerías. Aquí la vista del peregrino descansa sobre prados de un verde intenso donde pacíficamente pacen vacas, caballos, burros, y otros animales.
En este tramo el camino es hermoso y fácil. Poco después de las Herrerías el camino se torna empinado y difícil: empieza la primera "corredoira" gallega. Es preciso suavizar el ritmo para no asfixiarse, pues la subidita se las trae. Pero la fatiga se ve recompensada con la hermosura. El camino es cada vez más bonito. Se sube primero a La Faba, luego a Laguna de Castilla, y finalmente a O Cebreiro. Las vistas son impresionantes. Aquí tenemos algunos ejemplos:
Verde puro de alma fresca. Prado virgen. Naturaleza viva. Magia del Camino.
A lo lejos el monte, y encima, a la espalda el Cielo. El Cebreiro está muy cerca.
Poco antes del Cebreiro un escudo indica el comienzo de Galicia. Parece que el corazón late de repente más vivamente. Las lágrimas de alegría asoman a los ojos y se siente con fuerza la magia del Camino. El pueblo de O Cebreiro aparece de repente, casi por sorpresa. En O Cebreiro es posible que llueva, que haga frío, que haya niebla .... Empieza Galicia. Y, en cualquier caso, en O Cebreiro resuena gozosa con fuerza la profunda magia del camino.
Un bar de O Cebreiro,
un día de intensa niebla que intentaba amanecer.
O Cebreiro (el primer pueblo gallego que encuentra el peregrino) es otra cosa, otro mundo, otra época, .....Es magia pura.
En O Cebreiro termina una etapa épica, una etapa que se grava en la mente y en el corazón de un modo indeleble, una etapa inolvidable.
-Etapa 24: O Cebreiro-Triacastela.
De O Cebreiro a Triacastela.
O Cebreiro es un lugar lleno de magia: el primer pueblo gallego del Camino Francés, ubicado a 1.300 metros de altura, entre los Ancares y O Caurel, sembrado de pallozas, con un templo de origen prerrománico, un buen albergue, y unas vistas excepcionales. Un lugar inolvidable, con caracter y personalidad. Las pallozas son viviendas prerrománicas, de planta redonda, con muros robustos de piedra y techo cónico de paja. Dentro de ellas convivían los humanos con los animales, proporcinando éstos a aquellos una importante calefacción natural que ayudaba a sobrellevar mejor los rigores climáticos de la alta montaña, frecuentemente cubierta de nieve.
Alguien nos dijo que O Cebreiro es uno de los lugares en los que se acumula más energía positiva. Y un peregrino de Sudáfrica nos dijo que allí, en O Cebreiro, es el lugar donde acaba el mundo y empieza el cielo.
De O Cebreiro se sale por entre las casas, para seguir por al lado de la carretera bajando suavemente durante tres km hasta llegar a Liñares. Si la niebla no es muy espesa ... las vistas son espectaculares. Verde, verde, verde, montañas vestidas de verde de los pies a la cabeza. Sencillamente fantástico.
La tierra y el cielo juntos: es la magia del Camino
Se sigue luego hasta Hospital da Condesa, Padornelo, Alto do Poio (a 1.335 m. de altitud), y Fonfría. Y se camina después fácilmente hacia Triacastela, pasando por Viduedo, Filloval y As Pasantes. En Hospital hay una hermosa iglesia, con un porche que proporciona sombra en los días de sol, cobijo en los días de lluvia, y casi siempre el encuentro misteriósamente mágico con algún nuevo amigo. Si te paras un rato bajo este porche es casi seguro que nacerá en tu alma una nueva amistad con alquien que está, que viene, que llega, que se para, que te encuentra. Es parte de la magia del camino.
Después de caminar unos 20 km y medio se llega desde O Cebreiro a Triacastela. Es una etapa fácil y llevadera. Que sirve para descansar un poco de la dura subida de O Cebreiro del día anterior y para interiorizar el hermoso paisaje gallego y la magia del camino. Para los que empiezan el camino en O Cebreiro esta corta etapa les sirve para ir preparando sus piernas y su cuerpo para las innumerables corredoiras de subidas y bajadas que todavía quedan para llegar Santiago.
De las etapas siguientes, de momento solo os pongo las fotos. Si algún día tengo tiempo para escribir os contaré también algunos de los recuerdos que tengo de ellas.
-Etapa 25: Triacastela-Barbadelo.
-Etapa 29: Pedrouzo (Arca)-Santiago de Compostela
Santiago: sueño, meta y destino de todos los caminos.
Foto de la Fachada del Obradoiro de la Catedral.
"I came to find God in me. And now I find Him everywhere. I have to bring this back to my daily life, where I actually live now. "Cami" means "God" in Japanese" (Wrenn)
"Caminar es besar la tierra con los pies" (Juan)
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