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"... pero, en calquier caso, ¡el Camino de Santiago existe! y en él se encuentra la magia, el espíritu y la simiente de un mundo nuevo, más humano, mejor y diferente". (Juan)
Camino de Santiago. Via de
la Plata. De Sevilla a Cáceres. Juan Agosto de 2009 |
Vía de la Plata: de Sevilla a Cáceres
9 de agosto de 2009.
Preparar
la mochila: 3 pares de calcetines sin costuras, unas zapatillas deportivas,
unas chanclas, tres calzoncillos, dos pantalones cortos, tres camisetas, una
sudadera, un chubasquero, una gorra de las del desierto (de las que cubren
la parte posterior del pescuezo); el saco de dormir; la credencial, el DNI,
la tarjeta de la SS, una tarjeta 4B; una pastilla de jabón, un peine,
un tubo pequeño de pasta de dientes, un cepillo también pequeño;
imperdibles para usar en lugar de pinzas; tapones para los oídos; el
móvil, la cámara de fotos, y los correspondientes cargadores;
una bayeta para usar como toalla; una sabana bajera, una funda de almohada
y un pijama; y un botecito de Vicks VapoRub (el "visvaporú"
de toda la vida). Y creo que ya no falta nada más.
Peso la mochila. Seis kilos. Está muy
bien. Es menos del diez por ciento de lo que peso yo.
Preparar el alma. Ennadarse. No esperar nada. No tener derecho a nada. No imaginar nada. Poner todo a cero. Formatear el disco duro. Borrar. Olvidar. Desconectar. Para empezar de nuevo desde la nada virgen, y así considerar todo lo que suceda como un regalo. Hacer el desierto interior total. Llegar hasta el corazón del no-deseo. Ennadamiento absoluto. Cero.
Somos tres amigos, como todos los años. Cogemos el tren Talgo en Carballiño, con destino a Madrid. Primero charlamos un poco en la cafetería. Nos encontramos con cuatro peregrinas que acaban de hacer el Camino y ahora vuelven en tren a sus casas. Les pido que me escriban algún pensamiento peregrino para mi colección. Una de ellas escribe: "No tengo pensamientos, solo me duelen los pies". Es genial. Es lo que buscamos. Llegar a no pensar en nada.
Luego nos encaminamos a nuestros asientos. Vamos en asientos separados e incluso en diferentes vagones, porque cuando compramos los billetes solo quedaban tres. Las luces del tren van apagadas. Sin dormir, sin hablar, sin leer... la noche se hace infinitamente lenta. Los minutos son largos y aburridos. Esto también forma parte del ejercicio de ennadamiento.
10 de agosto de 2009
Llegamos a Madrid a las ocho de la mañana. En un tren cercanías nos vamos desde la estación de Chamartín a la de Atocha. Allí desayunamos y luego cogemos el Ave de las 10 en dirección a Sevilla. Va lleno de japoneses. El viaje en Ave, de día, es ameno y pasa rápido. Llegamos puntualmente a Sevilla, incluso con un poco de adelanto, antes de las 12:30 horas.
En Sevilla vamos andando desde la Estación de Santa Justa hasta la zona centro. Vemos la parte vieja. Comemos. Después de comer entramos en la Catedral y subimos a la Giralda. Y luego, por la tarde, vamos caminando hasta el albergue. Un termómetro marca 43 grados. La verdad es que el sol quema.
El albergue no es de peregrinos sino juvenil. Cuesta 22 euros por persona. Está bien, pero no hay ambiente de Camino. No hay ningún otro peregrino, salvo nosotros tres. Dormimos en una habitación de cuatro, con un chico de Polinesia, que habla un poco de inglés. En la habitación hay aire acondicionado. Él lo pone. Nosotros preferimos quitarlo. Al final ni fú ni fa: parte de la noche la pasamos con el aire y otra parte sin él.
Tenemos ganas de empezar a caminar y de llegar a un albergue de peregrinos para empezar a respirar el ambiente del Camino.
11 de agosto de 2009
De Sevilla a Guillena
Nos levantamos a las 6. Todavía es de noche. Nos lavamos la cara. Salimos a la calle. No hace falta ponerse la sudadera. Ya hace calor. A las 7 de la mañana un termómetro marca 26 grados. Está empezando a amanecer.
Caminamos al lado del Canal de Alfonso XII. Pasamos junto a la Torre del Oro. Llegamos al puente de San Telmo y lo cruzamos para llegar al barrio de Triana. El puente está lleno de candados en los que están escritos nombre de enamorados. ¿Es el puente del amor? Es simpático. Me gusta. Empieza a nacer una bonita luz. Está saliendo el sol.
En Santiponce paramos en el Ventorrillo Canario para tomar el primer gran desayuno del Camino. Tostadas de pan con tomate y aceite. Es fantástico. Desayuno celestial mirando a las ruinas de la gran ciudad romana de Itálica. Francisco nos explica que en Canarias un "ventorrillo" es algo así como una pequeña caseta en la que dan comidas, situada en las afueras de una población, normalmente al lado de una playa... vamos, algo parecido a lo que aquí en Galicia llamamos "un chiringuito". Aunque esta palabra no está en el diccionario de la RAE y la de ventorrillo sí.
Después visitamos Itálica. La vieja ciudad romana fundada por Publio Cornelio Escipión (conocido como Escipión el Africano) en el año 205 a. de C, en tiempos de las guerras púnicas contra Cartago. Como otras ciudades romanas, nació como un campamento militar, y luego creció y se acabó convirtiendo en una ciudad con todos los servicios. Aquí nación Trajano, el primer emperador hispano de Roma (desde el año 98 al 117). Según algunas fuentes en Itálica nació también Adriano, que también fue emperador romano (desde el año 117 al 138), aunque otras fuentes dicen que nació en Roma. En cualquier caso Itálica alcanzó su mayor esplendor a finales del siglo I y durante el siglo II. En el siglo I se le concedió la categoría de municipio; y en este mismo siglo inició la acuñación de moneda, y empezó la exportación de trigo, vino y aceite. Todavía se conserva en buen estado su anfiteatro que tuvo capacidad para 25.000 espectadores. También se ven restos del empedrado de las calles, de las plantas de las casas, del alcantarillado... En sus excavaciones arqueológicas se encontraron varias esculturas. Es bonito cerrar los ojos y viajar mentalmente en el tiempo para imaginar cómo sería aquí la vida en los tiempos romanos.
Salimos de Santiponce en dirección a Guillena. Pronto encontramos una senda de tierra recta y llana. Larga. Muy larga. El sol se va levantando en el cielo. Nuestras sombras se van derritiendo y se ven cada vez más pequeñas. El sudor empieza a empaparnos. Aprieta el calor. No se ve ni un solo peregrino. Nos sobra sol y nos falta luz. Pero poco a poco nos vamos encontrando a nosotros mismos. El Camino sirve precisamente para esto: para aprender a convivir con uno mismo. Silencio y soledad. Seguimos ennadándonos. El centro de la nada huele a libertad. Y los viejos miedos arden bajo el sol.
El sendero discurre recto, casi llano, interminable en medio de la tierra pelada... Un sol de justicia está cayendo sobre nuestras cabezas... ¿Por qué no hay árboles? ¿Es que aquí no existen las sombras...?
Allí adelante se ve una sombra. ¿Será verdad o será una alucinación? Parece que es verdad. Debe faltar más o menos un kilómetro. Eso son unos quince minutos. ¡Qué ganas tengo de llegar a ella para sentarme cinco minutos, descalzarme, y beber un poco de agua! ¿Cuanto vale una sombra? Dicen que en la Vía de la Plata, en Sevilla, en agosto... las sombras son de oro... ¿Habéis pensado de verdad en el valor que puede llegar a tener una sombra? Llegamos a la sombra. Nos sentamos. Nos quitamos la mochila. Nos descalzamos. Bebemos. Nos miramos. Charlamos. Descansamos.
Y al cabo de un rato volvemos al camino. Otra vez pisando tierra bajo el sol. Un paso y otro paso... mientras se nos calienta la cabeza... Todavía no nos han explicado lo del "golpe de calor"...
Allá, a lo lejos, se ve un pueblo. Deben faltar unos cuatro kilómetros. Una hora más o menos. Cada paso que damos es un paso menos que falta.
A la entrada de Guillena, a la derecha, nos recibe el cementerio municipal. Blanco e inmaculado. Por fortuna todavía nos quedan unas pocas fuerzas para seguir y no tenemos que quedarnos hospedados allí.
Sellamos la credencial en el ayuntamiento de Guillena. Y desde allí nos mandan a la Policía Local donde nos informan de que hay un albergue al lado de la piscina municipal, y que la llave la tienen los del bar que hay allí. Vamos. Cuando llegamos ya hay tres personas. No hace falta registrarse para dormir en el albergue. Lo cual es raro. Luego llegan algunos peregrinos más. Creo que al final acabamos juntándonos unos diez, más o menos. Todos varones. La Vía de la Plata en Agosto no parece que sea muy frecuentada por las mujeres.
Vamos
a comer al bar que está allí al lado. Y asistimos a una anécdota
curiosa:
Dos
personas se sientan en una mesa dispuestas a comer. La dueña les pregunta:
- ¿Qué van a tomar?
- Lo que usted quiera.
- Será lo que ustedes pidan... Si quieren el menú les sale más económico...
- Ah! ¿Pero hay que pagar?
- Pues claro!
- Pues nosotros creíamos que comíamos y luego le pagaba el ayuntamiento.
- Pues no. Aquí cada uno paga lo que come.
- Pues nosotros no tenemos dinero.
- Pues en ese caso ... si quieren les doy unos bocadillos..´.
Y así acaba la historia. Se comen sus bocadillos... que ¡evidentemente no paga el ayuntamiento! sino que son regalo de la dueña de la casa.
Allí comemos nosotros. Comemos y pagamos, ¡claro!. Aunque creo recordar que la comida no es cara. Y el trato que nos dispensa Pilar es muy agradable. Su sonrisa dulce, una ensalada mixta, un churrasco de cerdo ibérico... Sirven para reponer fuerzas y para compensar el sufrimiento del calor de las horas que naufragamos bajo el sol entre Santiponce y Guillena...
De postre... Pilar nos da un buen rato de conversación. Y nos cuenta que en Guillena el nombre de mujer más común es el de Granada, "Graná", porque la patrona del pueblo es "Nuestra Señora de la Granada". ¡Mira tú!
Por la tarde conocemos a Estéfano, un peregrino Italiano. Paseamos por el pueblo. Busco rincones bonitos para hacer fotos. Conocemos a Bea, una chica muy amable que atiende una tienda de fruta y otros productos. Bebemos mucha agua. Compramos fruta, agua y leche. Y acabamos yendo a cenar al Portugués. Ensalada y jamón. Productos de la tierra. Y para beber agua y vino con gaseosa.
Ya de noche, volvemos al albergue y nos ponemos a dormir... No sé si no los hay o si no los oigo... pero apenas me entero de que suenen los ronquidos. Duermo bastante bien.
12 de agosto de 2009
De Guillena a Almadén de la Plata
Tempranito, de noche, nos levantamos, nos desperezamos, nos untamos los pies con el "visvaporú" y vamos a desayunar al Hostal Francés. Agua, café, tostadas de pan con aceite... Bien. Salimos de Guillena a las 7 de la mañana, justo cuando está amaneciendo.
Cruzamos el río. Ascendemos por un camino. Cruzamos la carretera de Burguillos y llegamos a un camino muy cómodo y fácil de andar. Tierra blanda y sin piedras.
A la derecha del camino vemos una plantación de algodón. Nos quedamos un rato mirándola. Son unas plantas pequeñas, como las ramas de las patatas. Y allí sale como una bola, que luego se abre, y dentro aparecen los "capullos" de algodón. Los tocas y alucinas: ¡Es directamente algodón, del de toda la vida, como el que tenemos en el cuarto de baño de casa!. Nunca me había parado a pensar en cómo "nacía" el algodón... Nunca se me había pasado por la cabeza que el algodón podía salir así, directamente de una planta... Me gusta verlo.
Luego pasamos por muchos campos de olivos. Las aceitunas están duras. Al parecer las aceitunas no se pueden coger directamente del árbol para comerlas... hay que elaborarlas antes de algún modo...
A la derecha vemos un campo que está vallado. Parece como si lo que allí hay fuera de más valor que lo que tenían los otros campos que estaban sin vallar. Cuando nos acercamos comprobamos que son naranjos...
Y así, entre campos y conversaciones, vamos desgranando los pasos de nuestro camino. A las 12:30 cruzamos una carretera y vemos un cartel que nos indica que faltan 4 kilómetros para llegar al próximo albergue. Eso nos produce una gran alegría. Pero, a partir de ahí el calor empieza a retumbar. El camino discurre ahora pegado a la carretera, paralelo a la misma. Y es estrecho e incómodo. Piedras, hierbajos, calor y ruido de los coches que pasan... Vemos unos huesos a la vera de la senda. Parece el esqueleto de un animal. No creo que sea de un peregrino. Este tramo se hace muy largo.
Llamo por teléfono a la oficina para ver cómo van las cosas. Todo está en orden. Lo único es que me ha llegado una carta certificada (negra y enlutada) que parece traer dentro una multa. Le pido a Celia que me la abra y que me la lea. Me han puesto una multa en Algeciras... por estar mal aparcado. ¡¿En Algeciras?! Si ni yo ni mi mujer estuvimos nunca en Algeciras! Le pido a Celia que le lleve el papel de la multa a la gestoría Abrente y que se la de a Aquilino para que me averigüe qué sucede y qué es lo que se puede hacer. Yo sé que ni yo ni mi coche estuvieron nunca en Algeciras... pero una cosa es saberlo y otra demostrarlo... De todos modos no me preocupa. No me han quitado puntos. Solo sanción económica. ¿Qué es una multa de esta clase? Dinero. Y ¿qué es el dinero? Papeles. Tonterías. Evidentemente lo que me preocupa son los pies, el agua, el calor... las piedras del camino... No el dinero. En el Camino la importancia de las cosas se ve de un modo diferente.
Lo malo es que, cuando falta poco para llegar me despisto y me pierdo. Cojo un camino equivocado y doy un rodeo de un par de kilómetros y entro en el pueblo de Castiblanco de los Arroyos por la parte opuesta al lugar donde está el albergue. Tengo que cruzar todo el pueblo bajo un sol de justicia. ¡Y qué largos son los pueblos andaluces cuando los cruzas andando al mediodía!.
Cansado y sediento... pero al fin llego. Mis compañeros ya se están duchados, lavando y tendiendo la ropa. Me ducho, lavo los calcetines y la camiseta, los tiendo al sol... y nos vamos juntos a comer en un bar llamado "La Venta". La comida está rica.
Al terminar de comer nos sentimos bien. Y decidimos caminar por la tarde. Hacemos en taxi el tramo de carretera que hay hasta donde empieza la finca del Berrocal. Esto no es ortodoxo. Lo sabemos. Pero nos han dicho que es un tramo peligroso, que se hace por una carretera que no tiene arcén, con cambios de rasante... En la puerta de la finca del Berrocal cogemos el camino. Hermoso. Está nublado, pero aún así hace bastante calor. Pronto nos damos cuenta de que llevamos poca agua. Cuando empezamos a notarnos bastante cansados nos sentamos un rato a la vera del camino. Ignacio saca de su mochila un racimo de uvas. ¡Están divinas! Agua, azúcar y alimento. Aquello nos parece un milagro. Y nos da ánimos para seguir otro trozo más. Así llegamos al pie de la subida al monte Calvario. Y la verdad es que esta subida, después de todo lo que llevamos andado ese día, se nos hace muy dura. Llegamos arriba casi al límite de nuestras fuerzas... y sin una gota de agua...
Bajamos luego directos y casi en vertical hacia el pueblo de Almadén de la Plata... donde a la entrada encontramos una fuente... Allí nos refrescamos la cabeza... Encontramos también a la entrada del pueblo un quiosco donde compramos agua... ¡AGUA! ¡Santa, divina y maravillosa agua! Bebemos. Bebemos. Por fin bebemos en abundancia.
Después buscamos el albergue que está en la otra punta del pueblo. Allí está Estéfano, nuestro amigo italiano. Ducha rápida y salimos a cenar, casi sin tiempo, porque el albergue cierra a la 10.30. Y luego a dormir. Los colchones son buenos, lo cual era de agradecer. En los baños no hay papel higiénico, por un mero fallo burocrático... Mañana lo traerán... Pese a todo quedamos contentos con este albergue y con el trato recibido...
13 de agosto de 2009
De Almadén de la Plata a El Real de la Jara
Nos levantamos con calma. Como cada mañana nos vestimos, nos untamos los pies con "viks vaporub", nos calzamos, organizamos la mochila y salimos a desayunar. Sin ducharnos, claro. Nunca nos duchamos por la mañana. Y no es por pereza, ni porque no nos apetezca. Una ducha por la mañana sienta genial. Pero hace años que aprendimos que no es conveniente que el peregrino se duche por la mañana, porque al mojarse los pies se reblandecen y es más fácil que se formen ampollas y rozaduras.
Desayunamos en un bar, en el mismo pueblo de Almadén de la Plata. Agua, fruta, café con leche, tostadas... Y empezamos a caminar los cuatro juntos, nosotros los tres y el italiano...
El camino es bonito. Paramos en una casa solitaria donde llamamos y nos atiende una señora. La saludamos. Le pedimos que nos rellene de agua las botellas que llevamos. Se lo agradecemos un montón. Que Dios la bendiga. Pasamos un puentecito sobre un río sin agua. Como todos. En esta tierra los ríos son imaginarios. O serán ríos de invierno. No lo se. Lo que sí se es que no se encuentra agua por ninguna parte.
Vamos pasando por fincas de ovejas, cabras, cerdos, vacas... Hay muchos cerdos ibéricos. Guarros les llaman aquí. Pasean por las fincas y por el camino solo o en pequeños grupos con total naturalidad. Se nos acercan. Los acariciamos. Son totalmente inofensivos.
A la vera del camino vemos un perro enorme. Parece un mastín. Está tumbado. Nos mira. Abre la boca. Tiene unos colmillos respetables. Bosteza. Ni siquiera nos ladra. Este también parece inofensivo... Aunque da un poco más miedo que los cerdos...
Vemos también a la vera del camino una cerda. Tiene seis tetas organizadas bajo su barriga en dos filas.
Más adelante vemos como los cerdos se bañan en una gran charca. Es su piscina. Se mojan los pies y la barriga. Algunos también el rabo. Incluso hay alguno que mete casi todo el cuerpo... Pero no la cabeza. Los guarros ¿no se lavan nunca la cabeza? ¿Será porque son guarros o será porque no tienen champú?... En cualquier caso, aunque no se laven la cabeza, son cerdos de calidad, de raza ibérica, de los de pata negra... Y si solo comen bellota darán un riquísimo jamón de bellota... Y si les dan un poco de pienso... entonces el jamón será de recebo... Pero jamón ibérico, en cualquier caso, por proceder de cerdos de raza ibérica... ¡Qué rico es el jamón ibérico, especialmente el de bellota!
A la entrada de cada finca hay una "cancilla" que abrimos para pasar y volvemos a cerrar para dejarla como estaba... Cuando entramos en la finca de vacas, tras haber pasados por otras de ovejas, de cabras y de cerdos... Estéfano dice: "próximo cancelo ci sono i lione". Yo me pongo a reír durante un buen rato.
Sin problemas llegamos a buena hora y con buen humor al Real de la Jara. El albergue está justo al principio del pueblo, entrando a mano izquierda. Pero la llave hay que ir a buscarla a la piscina. El albergue está formado por tres pequeñas habitaciones para cuatro personas cada una. El techo es muy bajito. Cada habitación parece una cueva para enanos. A nosotros nos dan una de las habitaciones. En otra habitación hay una pareja de ciclistas. Y nadie más...
Nos vamos a comer al MESÓN LA COCHERA, al lado de la Iglesia. Bien. En una pequeña colina, a un kilómetro del pueblo, hay un castillo. Después de comer voy a verlo. Hago fotos. Los demás me esperan en la piscina municipal. Al lado de la piscina hay una pista de tenis. A Ignacio le apetece jugar. le decimos a unos niños si nos dejan unas raquetas... Al final acabamos jugando un partido de dobles con los niños... Desde la piscina se ve el Castillo... Pasamos una tarde de relax... Al final de la tarde subo a un mirador que hay en un cerro, enfrente del Castillo... y vuelvo a hacer más fotos... Terminamos cenando en el mismo Mesón de La Cochera. Y luego al albergue... Cuando llegamos el ciclista sale de la habitación diciendo que hace mucho calor... A mi la temperatura me parece en aquel momento bastante buena... Claro que en la cueva siempre hace más calor que en el exterior... De todos modos nuestro amigo Estéfano decide dormir en el exterior, mirando a la luna y a las estrellas, en el suelo, en el pequeño rellano que hay justo delante de la puerta del albergue... Nosotros dormimos bien...
14 de agosto de 2009
De El Real de la Jara a Monesterio
Los primeros en levantarse son los ciclistas, que se van a las 6:30. Nosotros nos despertamos a esa hora, y tras cumplir tranquilamente el ritual de cada mañana, vamos a desayunar al bar los Claveles. Café en baso de tubo y tostadas. En varias casas la gente está ya asomada a las ventanas. Se ve que se quieren despertar tempranito para aprovechar la hora de la fresca... Hablamos. Nos cuentan que en este pueblo las casas son de planta baja y una planta alta, con un patio trasero. Como en los demás pueblos de la zona. El desayuno de los tres nos cuesta 8 euros. Ignacio paga todo con monedas pequeñas, para quitarse peso.
Empezamos a andar. Ya hace sol. Nos damos cuenta de que nos hemos olvidado de sellar. Al pasar por delante del cuartel de la guardia civil se nos ocurre entrar y preguntarles si nos pueden sellar la credencial... Y la respuesta es SI. Después de 9 años de Camino... por primera vez sellamos en un cuartel. ¡Cuantas cosas nos quedan por aprender!
Al poco de salir del pueblo vemos un castillo en ruinas, al pie del cual pacen tranquilamente unas cuantas vacas. Es el Castillo de las Torres, a orillas del arroyo del mismo nombre. Más adelante encontramos más vacas, un tractor, un rebaño de ovejas, un rebaño de cabras (y en medio de las cabras un ciervo joven)... La primera parte de la jornada discurre por caminos de tierra y resulta alegre y relajada.
Luego empieza la carretera y el calor. Y el ascenso al collado de la Cruz del Puerto se hace duro. En esos momentos camino solo. Se me ha terminado el agua. Y el sol empieza a derretirme la cabeza. ¿Empiezo a ver nublado? No lo se muy bien. Pero si eso ocurriera podría sufrir un golpe de calor que podría ser mortal... Por fortuna veo al lado de la carretera un abrevadero de ovejas, que tiene agua. Sí, tiene agua. No estoy alucinando. Meto allí la gorra y sale mojada. Es agua de verdad. Escurro la gorra sobre mi cabeza varias veces hasta que consigo empaparla bien. Y luego vuelvo a mojar de nuevo la gorra y me la pongo encima. El mojarme la cabeza me produce un gran alivio... Sigo subiendo.
Una vez que llego al alto ya empiezo a ver el pueblo de Monesterio. Huele a jamón. El descenso es casi un paseo. Al entrar en el pueblo me bebo una botella de acuarius de limón de medio litro. Luego llegan mis compañeros. Aquí no hay albergue. Buscamos alojamiento. En el primer sitio donde preguntamos no nos hacen mucho caso. Decidimos buscar otro. Y al final, por suerte, acabamos en el Hostal Puerta del Sol. Sacri (Sacramento) es la que nos da las habitaciones... ¡Habitaciones individuales por 15 euros cada una! Todo un lujo. Nos dispensa un trato muy agradable. Lavamos la ropa y ella nos la tiende.
Comemos allí mismo, en el Rinconcillo. Ensalada y chuleta. Todo genial. Y a un precio de 10 euros por persona. Luego Ignacio comparte una larga charla de sobremesa con el dueño, Antonio, todo un catedrático de gastronomía... Es un lugar agradable...
Por la tarde cogemos un taxi para ir a visitar el monasterio de Tentudía. Vamos nosotros tres y el italiano. Allí nos envuelve una mágica puesta de sol. Son momentos llenos de luz.
De todos modos tenemos la impresión de que Monesterio es un pueblo en el que la gente sonríe poco. Por la mañana al llegar, preguntamos en el ayuntamiento... y nos dijeron que no, que no había ninguna ordenanza que prohibiera sonreír en el pueblo... A lo mejor fue imaginación nuestra. O puede que hiciese un día especialmente caluroso, pesado y espeso. No lo se. Pero cada vez estoy convencido de que hay pueblos en los que la gente sonríe más y pueblos en los que la gente sonríe menos... Y no creo que eso dependa del Sr. Alcalde... Aunque algo también influirá... porque la existencia de buenos políticos, de buenos profesionales, de buenos tenderos... hace que la calidad de vida de un pueblo sea mejor y que el nivel de felicidad de sus habitantes sea más elevado... Sin duda...
Una chica de El Real de la Jara que trabaja en Monesterio nos dijo que aquí sonríen menos porque ya no son andaluces. No sé si esta teoría será objetiva e imparcial... o si será una visión subjetiva de una que es precisamente andaluza... Y esto me hace recordar que en esta etapa la Vía de la Plata dice adiós a Andalucía y entra en Extremadura. La provincia de Sevilla termina poco después de pasar el Castillo de las Torres, muy cerca de Real de la Jara. Y donde Sevilla muere nace Badajoz, la tierra de los pacenses.
Compramos fruta en una tienda. Mucha, buena y barata. Y cenamos picando algo en la terraza del Rinconcillo. Allí charlamos con dos peregrinos, uno pacense y otro de Huelva. Entre otras muchas cosas nos explican lo que es un golpe de calor y lo peligroso que es. Dicen que si se camina mucho rato bajo el sol, a temperaturas cercanas a los 40 grados, bebiendo poco, y por lugares sin sombras... la temperatura del cuerpo se eleva... y puede llegar un momento en que se empieza a ver un poco borroso y acto seguido se pierde la conciencia, se cae al suelo, y se puede producir la muerte. Dicen que no es ninguna broma. Y que lo peor de todo es que uno casi no se da cuenta. Que no se debe caminar en Extremadura en agosto en las horas de calor, y menos caminar solo. Porque si va alguien a tu lado y tiene agua al verte caer te puede refrescar un poco y a lo mejor te salva. Pero que si vas solo... !Que de un golpe de calor te puedes morir!? Me hago a mi mismo en secreto la promesa de que no volveré a caminar solo y sin agua en las horas centrales del día.
La compañía de Estéfano resulta muy agradable. Nos estamos acostumbrando a formar grupo con él. Pero por desgracia esto va a durar poco... Nos comenta que mañana va a hacer dos etapas. Con lo cual lo perderemos de vista. Estéfano nos da un abrazo. Os mandaré un sms cuando llegue al destino mañana. Mándalo porque si no pensaremos que te has muerto de calor. Nos escribiremos. Nos enviaremos fotos. Seguiremos en contacto. Pero ya no nos veremos. Faltará la mirada. Faltará la cercanía. Faltará la voz. Faltará la presencia. Te encariñas con la gente y luego te cuesta decir adiós. Es el dolor de la despedida. Es una pena. Pero la vida es así. O al menos el Camino es así. Ya lo decía Bárbara, una chica de Nueva Zelanda que conocimos hace años en el Camino del Norte y que me escribió en maorí esta frase: "Haere mae, haere ra, kia ora", que traducida al castellano significa: "Nos encontramos, nos saludamos, nos decimos adiós".
Con la sombra de un hueco en el corazón... nos vamos a dormir.
15 de agosto de 2009
De Monesterio a Fuente de Cantos
Después de haber dormido bien, nos levantamos tempranito. Como están los bares cerrados, nos sentamos en la plaza y desayunamos fruta. Salimos de Monesterio todavía de noche, a las 7 de la mañana. Estéfano ha madrugado más y se ha ido ya hace tiempo.
A la salida del pueblo, todavía de noche, pasamos por un camino de tierra que discurre entre dos muros antiguos. Hago una foto, y más tarde, al verla, compruebo como el lugar estaba lleno de seres de luz.
Cada uno camina a su ritmo. Francisco se queda un poco rezagado. Va como unos quinientos metros más atrás que nosotros. Un perro enorme sale de una finca y salta para el camino. Francisco lo ve delante de él. Se asusta un poco pero sigue caminando hacia adelante. Cuando llega cerca del perro ambos se miran, ambos fruncen el ceño... y al momento el perro decide relajar las facciones de su rostro y volver a saltar el muro para dentro de la finca. Francisco sigue caminando... y un poco más adelante se vuelve y cuando ve que el perro sigue en la finca y se ha olvidado de él... respira profundamente, aliviado... Ha sido un momento delicado.
Seguimos caminando. Unos tres kilómetros más adelante, a la derecha del camino, justo delante de la puerta de entrada a una finca, hay una vaca muerta. Está hinchada como una pelota. Enorme. Y su olor es terrorífico. Todavía ahora, mientras escribo, al recordarlo casi me dan ganas de vomitar... Para nuestro sentido del olfato este fue el pero momento del Camino...
Seguimos. Va amaneciendo. En otra finca vemos a tres cerdos que están bebiendo junto a siete vacas, compartiendo todos el agua de una misma bañera. Esta convivencia pacífica entre animales de diversas especies me recuerda un pasaje de la Biblia. Poco a poco los árboles van desapareciendo y empieza a aparecer la tierra pelada y sin sombras... De nuevo el desierto.... Campos inmensos de cereales. Secos. Desnudos.
Campos y campos sin una sombra. El sol empieza a pegar fuerte. El camino se hace duro y solitario. No se ven apenas animales, solo alguno que otro que parece perdido y despistado... Personas ni una. Duele la soledad.
Llegamos a Fuente de Cantos temprano, en torno a las 12. Pero aún así llegamos asados. Menos mal que cada uno llevábamos dos litros de agua y gracias a ello no hemos pasado sed.
Fuente de Cantos es la tierra natal del pinto Zurbarán. Allí nos encontramos un estupendo albergue, ubicado en un antiguo convento franciscano. El albergue está de lujo. Nos asignan una habitación de 4, en dos literas. ¡Y tienen sábanas!. Nos toca compartirla con un peregrino canadiense, que llega hecho polvo, con los pies destrozados por el calor y por sus enormes botas de alta montaña. Tal como estaba previsto, nuestro amigo el italiano ha decidido seguir hacia adelante y hacer dos etapas en un día. ¿Volveremos a verlo?
Comemos en el Bar Charo. Ensalada y guarrino frito con patatas fritas. Todo muy rico. Bebida: vino con gaseosa.
Al lado del albergue, dentro del mismo edificio donde estuvo el convento, está el Centro de Interpretación Zurbarán. Allí está María Dolores. Agradable, amable y sonriente. Me cuenta un montón de cosas sobre la vida y obra del afamado pintor. Y me dice que Zurbarán, al final tenía un taller donde varios pintores trabajaban para él. Había especialistas en fondos, en paisajes, en trajes, en animales... Pero que el esquema del cuadro y los rostros de las personas siempre los pintaba el propio Zurbarán... Luego el resto lo hacían los demás pintores, haciendo cada uno la parte que le tocaba según su especialidad.
Tras la agradable conversación me voy a dar un paseo por el pueblo. Están en fiestas. Veo la doma de caballos. Vamos a misa de 9 en la Iglesia de Nuestra Señora de la Granada. Está casi llena. En un bar que hay allí al lado, que creo que se llama Salas, compramos agua. Y le preguntamos si nos puede vender pan y tomates para hacernos unos bocadillos para cenar. Nos cobra el agua y el pan y nos regala los tomates. ¡Gracias!.
16 de agosto de 2009
De Fuente de Cantos a Zafra
Al levantarnos descubrimos que el canadiense no ha dormido en la habitación, sino que se ha ido a dormir al patio. ¿Por qué? Como no habla español ni inglés no es fácil que nos lo explique. Nos quedamos sin saberlo. Es un canadiense de Quebec, de habla francesa.
Desayunamos en Fuente de Cantos, en el comedor del albergue. Agua, café con leche, tostadas... Además repartimos entre los tres un bocadillo de pan con tomate que nos sobró de la cena de anoche. ¡Qué rico!
El desayuno es a las 6:30. Además de nosotros están también los dos vascos Carlos y José Luis y el canadiense. Ellos son más rápidos y se van antes. El pacense y su compañero de Huelva se han ido hace mucho y llevan ya varias horas caminando. Ellos normalmente empiezan a caminar a las 4 de la mañana. No les gusta el calor...
Salimos del albergue bordeando el pueblo por la izquierda, en búsqueda del reencuentro con el camino, siguiendo las indicaciones del encargado del albergue. Encargado, que no hospitalero... Porque aquí, en los albergues de la fundación Alba Plata, los que atienden los albergues no son hospitaleros más o menos románticos sino personas asalariadas, que hacen un trabajo y cobran un sueldo. Vamos, que para ellos es un trabajo como otro cualquiera. Sistema este muy diferente al de los albergues del Camino Francés.
El canadiense se pierde a la salida del pueblo. Pero pronto consigue volver al camino.
Dejamos el pueblo a nuestra espalda mientras va amaneciendo. Empieza a haber una luz muy bonita para hacer fotos. Por eso camino solo, parándome cada poco. Francisco e Ignacio van más adelante.
Casi dando un paseo llegamos al primer pueblo: Calzadilla de los Barros. A la derecha está el bar del pensionista. Cuando llego veo mochilas en la puerta. Y allí están, sentados fuera, al aire libre, Francisco, Ignacio, Carlos, José Luis y el canadiense. Por primera vez huele a Camino Francés... Y para celebrarlo pido un bocadillo de jamón con tomate y tres aguas de medio litro. El bocata sabe rico. Sellamos y hablamos con la señora que atiende el bar. Nos cuenta que le gustaría hacer el Camino de Santiago.
En el baño del bar me mojo bien la cabeza y la gorra. A las 9:30 salimos del pueblo. Nos quedan 15 kilómetros de desierto para llegar al oasis siguiente. El canadiense se vuelve a perder. Pero esta vez tarda en volver al camino. Además lleva los pies llenos de ampollas. Su cara es un poema. También se pierde Carlos. Y no sabemos lo que tarda en volver a encontrar el camino. Porque no volvemos a verlo. Quizás anda perdido todo el día. Al día siguiente tampoco lo vemos. Ni al siguiente...
Nosotros caminamos sin parar durante un par de horas. Cuando ya tenemos muchas ganas de descansar buscamos una sombra. Tarda en aparecer. A lo lejos se ve un nogal a la vera del camino. Allí nos acogemos. Dicen que la sombra del nogal es mala. Pero el sol aprieta y no hay otra. Al sentarnos encontramos un euro y varias monedas más pequeñas. José Luis comenta: "¿Y no decíais que la sombra del nogal es mala?". Nos reímos.
Después de descansar un buen rato volvemos a la ruta. El sol calienta. De vez en cuando corre un poquito de aire. Se agradece. Me queda media botellita de agua. La tengo que regular. En ese momento pienso que de todas las cosas que llevo conmigo la más valiosa de todas es el agua. El valor de las cosas está en relación directa con la necesidad que tenemos de ellas...
A las 12 y pico llegamos a la Puebla de Sancho Pérez. Vemos una tienda abierta. ¡Qué alegría! Compramos agua. Yo compro también un melocotón. Me lo como. Está rico. El pacense y su compañero se quedan en este pueblo, en el albergue. Para ellos hace ya demasiado calor. José Luis y el canadiense dicen que se quedan también a comer. Ignacio y Francisco toman algo en el Hogar de Mayores. Yo me mojo bien la cabeza y la gorra. Y humedezco también la bayeta que llevo como toalla y me la pongo encima de la cabeza, debajo de la gorra. He aprendido que el llevar la cabeza húmeda ayuda mucho a soportar el calor.
Reemprendemos la marcha. Quedan unos 4 km y medio para llegar a Zafra. Y los recorremos rápidamente. La entrada en Zafra no es bonita. Pero luego el pueblo se va mostrando cada vez más amable. Llegamos al albergue donde nos recibe Laura, una chica joven, agradable, acogedora, y con una sonrisa muy bonita. Ella es una de las tres encargadas del albergue. Trabajan por turnos. Tres turnos cada día durante la semana, y turnos de 24 horas los fines de semana. Hoy es domingo y le toca a ella. El albergue es muy bueno. Igual que el de Fuente de Cantos pertenece a la fundación Alba Plata y está ubicado en un antiguo convento franciscano. Tiene un bonito claustro interior, y un estupendo patio trasero donde podemos tender la ropa...
Una frase escrita en el libro del albergue dice: "El lugar, el edificio, el claustro, el tendal, las sábanas limpias, la acogida, la palabra, la mirada, la sonrisa... todo hace juego. Y el resultado es la alegría. GRACIAS".
Tras ducharnos, comemos en un restaurante cercano. Dormimos la siesta.
Solo estamos cuatro personas en el albergue: nosotros tres y un peregrino belga que tiene un pie lesionado desde hace un par de días y que no puede seguir caminando. Por la tarde recorremos el pueblo. La Plaza Grande. La Plaza Chica, donde está el patrón de la vara castellana de 83 centímetros de largo, tallada en uno de los pilares de los soportales de la plaza. Este patrón servía a los comerciantes como referencia. Si había discusión en cuanto a la rectitud de una vara de medir solo había que colocarla en el hueco tallado en el pilar para comprobar si su longitud era o no la correspondiente a una vara castellana.
Y seguimos callejeando: la Colegiata de la Candelaria, el arco de la puerta de Jerez, el arco del Cubo (con la iglesia del Rosario al fondo), el Hospital de Santiago... Zafra es una población sembrada de arquitectura, de arte, de historia... Hago un montón de fotos. Y en cada lugar al que voy a hacer fotos me acabo encontrando con una misma persona: una chica japonesa que también está recorriendo Zafra y haciendo fotos. Al final acabamos riéndonos, saludándonos y charlando un rato... Ella está aprendiendo español y visitando España. Ayer estaba en Salamanca. Hoy está en Zafra. Mañana se va a Cádiz. Luego a Sevilla... Etc. Otros años ha estado en otros países. Pese a su juventud se ha recorrido ya medio mundo. Los japoneses tienen una capacidad especial para viajar por todo el planeta... Es un encuentro muy simpático y agradable. Su nombre es Fuyumi, que significa invierno bonito...
Ceno una ensalada en una terraza que está al lado del Parador de Turismo. Y me voy al albergue. Allí están de charla en el claustro, los peregrinos y la "hospitalera". Y allí seguimos un buen rato. Al final acabamos hablando de los fantasmas que pueblan el exconvento. De los pasos y ruidos que se oyen a veces en la deshabitada planta de arriba. De las veces en que las luces se encienden solas. Del piano y los cantos gregorianos que se escuchan allí misteriosamente cada año por navidad. Hago unas cuantas fotos. En dos de ellas se ve, en lugares diferentes, el círculo luminoso que hace años, en San Vicente de la Barquera, me dijo un peregrino medio místico que era un ser de luz. Muestro las fotos. Queda la duda en el aire. Es una noche bonita. .
17 de agosto de 2009
De Zafra a Villafranca de los Barros
Duermo muy bien. Descanso profundamente. Y me levanto con ganas de caminar.
Nos despertamos a las 6. Laura nos pone el desayuno. Nos despedimos y empezamos a andar. Un ligero paseo nos lleva hasta los Santos de Maimona, donde esperamos tres cuartos de hora hasta que abren el bar...
Desayunamos. Y volvemos al camino. A la salida del pueblo nos cruzamos con un hombre que va sentado en un carro tirado por una mula. Parece una estampa de otro siglo... Quizás sea una de las últimas fotos de este estilo... Pasamos por campos de almendros y olivos... El camino tiene ligeras curvas y ondulaciones que lo hacen ameno y entretenido... Encontramos un pozo sin agua... Vemos viñedos...
Después de haber caminado unos pocos kilómetros nos sentamos en unas rocas, a la vera del camino, a la sombra de un almendro... Bebemos. Cogemos una almendra del árbol... rompemos su cáscara con una piedra... y nos la comemos...
Empezamos a ver pintadas en contra de una refinería de petróleo que al parecer quieren instalar en la zona.
Cruzamos sobre la vía. Cruzamos bajo la carretera. Damos un largo rodeo bajo el sol... Paramos un rato a la sombra de una casa solitaria. Bebemos las últimas gotas de agua que nos quedan. Reemprendemos la marcha. No sé por qué me acuerdo de la multa. Llamo a Aquilino. Me dice que ya todo está arreglado, que había sido un error al transcribir la matrícula... Seguimos caminando bajo el sol ... y llegamos por fin al pueblo de Villafranca de los Barros. Parece que se quería alejar de nosotros a medida que íbamos caminando hacia él. Pero al fin le hemos pillado. En un bar que hay a la entrada bebemos y nos informamos. Nos recomiendan un sitio para dormir. Está en la otra punta del pueblo. Se llama Casa Perín. Allá nos dirigimos. Llegamos. Nos atiende Isabel. Encantadora. Ha convertido la planta baja de la casa en albergue. Nos da las llaves de la casa. Nos asigna dos habitaciones comunicadas con un baño al fondo. Está genial. Nos dice que podemos usar la lavadora, la cocina, el patio trasero, la terraza para tender... Al final juntamos la ropa sucia y ella misma nos pone la lavadora... En ese momento el resto de las habitaciones de la casa están vacías. Isabel se va a comer y nos deja allí. Nos sentimos como si la casa fuera nuestra. Huele a hogar. Es una sensación genial...
Nos duchamos y nos vamos a comer. Tenemos ganas de cantar. Nos sentimos ligeros. Tenemos alas. Percibimos dentro la caricia de un viento celestial. Estamos tocando cielo.
Pasamos la tarde descansando. Hacemos la compra en un super. Ignacio prepara una tortilla de patatas enorme y riquísima para la cena. Yo preparo una ensalada de tomates. Francisco pela las patatas para la tortilla, pone la mesa y friega los platos. Hay un fuerte olor de amistad.
Camas. Sábanas. Ropa limpia. Duermo muy bien. Y a la mañana siguiente nos preparamos un buen desayuno en la cocina de la casa.
18 de agosto de 2009
De Villafranca de los Barros a Mérida
De Villafranca de los Barros a Torremejía: desde el cielo a la nada, pasando por la nada. Desierto verde de viñas todas iguales. Camino llano y en línea recta. Damos mil pasos y parece que no nos hemos movido. Una hora después el sitio sigue pareciendo exactamente el mismo. Es como caminar por la nada sin avanzar un milímetro...
Aburridos de deambular sin sentido por la verde llanura del silencio... nos sentamos a la sombra de un olivo. Cerca hay una furgoneta, una C15. En una botella de litro y medio de agua vacío cuatro sobres de colacao. El agua está caliente. Pero si la transformo en colacao la podré beber, porque el colacao se puede beber caliente. Al cabo de un rato aparece el dueño de la furgoneta. Cesar. Jubilado. Ochenta años. Charlamos con él. Nos habla del campo, de las cosechas, de las bajadas de los precios. Uvas. Aceitunas... Nosotros le hablamos del Camino y de lo que estamos haciendo.
Cuando nos vamos a despedir, al ver el sol que hace y nuestra cara de resignación, nos dice: "si quieren les doy un empujoncito". "¿Sería capaz?", le insinúa Ignacio. "Arriba". Sacamos unos cubos de la parte trasera de la furgoneta y metemos allí nuestras mochilas. Y subimos a la C15. Nos adelanta unos 10 kilómetros. Y al llegar a un cruce con una carretera nos deja y se da la vuelta. Empezamos a caminar otra vez. Hemos ahorrado más de dos horas de sol. Claro que esto no es ortodoxo. Pero nosotros somos así: ¡heterodoxos!
Caminamos durante bastante tiempo. Pasamos al lado de una plantación de melones. Y llegamos, por fín ¿al destino? En Torremejía hace mucho calor. El pueblo nos parece soso y rectilíneo. En el ayuntamiento paramos para sellar. Una chica nos pregunta si nos pone el sello una vez o dos. No entendemos la pregunta. "Como usted quiera", le decimos. Preguntamos por el albergue. Nos dicen que está cerrado. Nos sentamos en un bar para tomar algo. Parece que este pueblo no nos resulta acogedor. Decidimos coger un bus y seguir hasta Mérida. ¡Claro que esto tampoco es ortodoxo!. No hace falta que me lo digáis.
El bus tarda en pasar. Nos da tiempo de comer antes, si lo hacemos rápido. Nos recomiendan un sitio. Comemos medianamente bien... pero nos cobran tirando a muy alto. Nos parece caro. Al final cogemos el bus... y por más o menos un euro cada uno... nos lleva a Mérida. Nos deja en la bus-station. Bajamos. Salimos. Hace mucho ¡mucho! calor...
Mochilas a cuestas, cruzamos el puente de Lusitania para dirigirnos hacia el albergue. ¡Guau!. Si aquí, bajo el puente, ¡hay un río! Un río de verdad. Con agua. Y con mucha agua. Es el Guadiana. ¡Es la primera vez que vemos un río de verdad desde que salimos de Sevilla y nos despedimos del generoso Guadalquivir!
Llegamos al albergue. Está casi lleno. Y está rebosante de olor. Huele. Es un olor peor que el de los albergues del Camino Francés. Mucho más duro y penetrante. Un olor que se mete en la nariz, que se mete en el cuerpo, y que sobre todo se mete en la ropa... Un olor que nos acompañará durante el resto de nuestros días de peregrinaje, y que ya no podremos abandonar hasta que lleguemos a nuestras respectivas casas y metamos la mochila en la lavadora. Es algo alucinante...
Los demás peregrinos que hay en el albergue son ciclistas y todos hombres. Salvo una chica alemana, llamada Annette, que llega a media tarde, y que viene por el Camino Mozárabe. Ha salido de Granada hace 14 días. Y lleva todo este tiempo caminando sola, bajo el sol de Andalucía y Extremadura, sin encontrar ni un solo peregrino. Es una veterana que ha recorrido ya mil caminos. El francés dos veces. El del norte completo. El portugués. El camino que va de Valencia a Santiago (¡este no lo conocía yo!). La Vía de la Plata... Cada año dedica cinco semanas al Camino de Santiago. Empezó en el 2002 haciendo el francés, y no ha parado. Es una inventora de nuevos caminos a Santiago. Se ducha. Se sienta en la puerta del albergue y saca su botiquín. Se pincha las ampollas con una soltura que demuestra que es superveterana en estas lides...
Pasamos la tarde paseando por Mérida. A las ocho menos veinte de la tarde hace 34,5 ºC. En la calle de las tiendas echan desde los balcones agua pulverizada para refrescar el ambiente. Seguimos paseando. Cenamos. Y volvemos para el albergue. Nos sentamos fuera. Nadie tiene ganas de meterse dentro. Hace tanto calor allí dentro que más que un albergue parece un horno crematorio... Alguien comenta que al lado hay agua estancada llena de mosquitos y que las ventanas están abiertas... Pero otro le contesta que no hay problema, que teniendo en cuenta el calor y el olor... no hay mosquito que se atreva a entrar dentro... Estamos un buen rato sentados en unas escaleras, charlando con los peregrinos ciclistas. Son gente muy maja. Un grupo de vascos. Otro grupo de portugueses. Dos italianos. Gente noble y curtida. La charla es distendida y relajada. Hay buen ambiente...
Al final entramos en el albergue. Alguien descubre un truco. Entre la puerta de entrada y el albergue propiamente dicho hay un pequeño hall. Allí el calor es incluso varios grados superior al que hace dentro. El truco consiste en aguantar un buen rato en ese hall... para que luego... al entrar en la zona de las literas... tengamos la sensación de que hace menos calor... Probamos. Y parece que el truco funciona.
Yo creo que no voy a pegar ojo en toda la noche. Pero me equivoco. Duermo bastante bien. Quizás me ayuda mucho el buen clima de la charla de antes de ir a dormir. Ese buen ambiente distendido me ayuda a relajarme...
Antes de dormir medito un poco. Quizás la opinión que tengo de Torremejía y del albergue de Mérida... sea excesivamente subjetiva. Es posible. A veces las cosas las percibimos de diferente manera en función de nuestra forma de mirarlas, y en función de como nos sentimos nosotros en el momento de verlas... No es lo mismo llegar a un sitio a las 9 de la mañana, descansados, y cuando todavía no hace calor, y tomarse un buen desayuno... que llegar a la una del mediodía, muertos de calor, de sed y de cansancio... Por eso reitero una y mil veces que lo aquí expresado no es la realidad... sino mi forma personal de sentir cada lugar y cada momento...
Mérida es una ciudad en la que vale la pena pararse un tiempo, para recorrerla, para pasearla, para pisarla sintiendo el latido de la historia bajo los pies, para conocerla, para saborearla... El precioso templo de Diana. El enorme teatro, uno de los más importantes y de los mejor conservados de todo el imperio romano, con capacidad para 5.500 espectadores. El arco de Trajano. El Anfiteatro. El Acueducto de los Milagros. El puente Romano, que se mantiene en pie, soberbio, sobre el río Guadiana. Mérida, Emerita Augusta, fue fundada en el año 25 a. de C. cuando el emperador Octavio Augusto dio la orden de desmovilizar a los veteranos (eméritos, en latín) de algunas de las legiones que operaban en Hispania, y fundar con ellos una nueva ciudad a orillas del Guadiana. Así nació Emérita Augusta (Mérida), que más tarde llegó a ser capital de la provincia romana de Lusitania.
19 de agosto de 2009
De Mérida a Alcuéscar
De Mérida a Alcuescar. Del latido de uno de los viejos corazones del imperio romano al cielo más impensado.
Salimos de Mérida pasando al lado del Acueducto de los Milagros. Por carretera nos dirigimos hacia la presa de Paternina, una de las grandes construcciones legadas también por los romanos... Aquí encontramos agua en abundancia. Incluso para darnos un baño. Y nos lo damos. Otro de nuestros actos heterodoxos.
Pero la gran sorpresa del día nos la encontramos en Alcuescar. Buscamos el albergue. Y nos encontramos con una casa enorme: la Casa de Beneficencia de los Esclavos de María y los Pobres. Allí, unos frailes, atienden generosamente, y con cariño, con alegría, con paz, con ilusión, con amor... a un nutrido grupo de personas deficientes... Y por si este trabajo no les fuera suficiente... todavía les quedan energías para destinar un trozo de la casa a acoger peregrinos... Y aplican la misma filosofía: hospitalidad y amor. Aquí se respira un aire diferente. Se habla otro lenguaje. No se pregunta cuánto hay que pagar. Nadie nos cobra. Cuando marchemos podremos dejar "la voluntad", si queremos. Aquí no se nos pide ni se nos exige nada, solo se nos ofrece. Nada más llegar nos recibe Montserrat, una hospitalera que está aquí durante quince días, con su hijo, como voluntaria. Nos regala una sonrisa. Nos ofrece agua. Nos pregunta cómo nos ha ido el día. Nos muestra las habitaciones, los servicios, el lugar para lavar y tender la ropa... Todo está muy limpio. Impecable. Nos dice que si queremos a las ocho hay una misa, que termina con una bendición de los peregrinos que quieran asistir... Nos dice que a las ocho y media nos dan la cena a todos...
Nos duchamos, nos acomodamos... Nos sentimos muy acogidos. Estamos felices.
En Alcuescar encontramos a una peregrina alemana: Dorotea. Desde ayer lleva un brazo escayolado. Una caída en un tramo en el que había que caminar por una carretera sin arcén. Un hueso de la mano roto. Y el brazo escayolado desde el codo hasta la mitad de los dedos. Todos opinamos que así no puede caminar. Todos menos ella. Es, sin duda, una mujer especial.
Cerca de Alcuéscar está la iglesia hipano-visigoda de Santa Lucía del Trampal. Algo dentro me dice que quiero visitarla. Le pregunto a la hospitalera si está muy lejos. Me dice que hay unos kilómetros. Pero que no puedo ir andando. Que si quiero ella me acerca en su coche. Pero que tiene que ser en ese mismo momento, porque después tiene que volver para la misa y para la cena. Acepto. Invito a mis compañeros a venir, pero en ese momento no pueden. Se lo decimos también a Dorotea. Se apunta sin pensarlo. Y allá nos vamos los tres: Dorotea, Montserrat (la hospitalera) y yo.
Llegamos muy pronto. No hay nadie. Solo el señor encargado del lugar. Nos pone un video de diez minutos para explicarnos la historia del lugar. Y luego vamos a visitar la iglesia. Huele a magia. Entramos dentro. Soledad, silencio, latido sereno y suave de pensamientos eternos... Y todo bañado por la calida y suave luz de la tarde... Es para mí un momento de intensa vivencia espiritual...
Me siento. Acaricio la piedra hasta sentir el latido de su alma. Cierro los ojos un rato. Escucho mi respiración. Me dejo envolver por el misterio... Y de pronto empiezo a oír un canto maravilloso en un hermoso idioma desconocido... Sigo un rato con los ojos cerrados, disfrutando de la magia, y sin sentir la necesidad de descubrir el origen de la música... Estoy genial... y no me importa mucho el por qué... Luego abro los ojos. Veo que es Dorotea la que se ha puesto a cantar. Me dice que se trata de una antigua canción alemana... Tiene una voz genial... Impresionante... Totalmente acorde con el lugar en el que estamos... "El cielo existe", dice Montserrat. Sorpresa total, momentos impensados, inolvidables, sublimes, místicos...
Al cabo de un rato nos vamos. Llegamos al albergue a las 7:30. Falta media hora para la misa. Dorotea dice que va a lavar la ropa. ¿Como va a lavar con el brazo roto? Bajo con ella al lugar donde está el pilón. Le lavo la ropa. Se la tiendo. Hace solo una hora que la he visto por primera vez en mi vida. Pero entre los peregrinos la solidaridad no es fruto del tiempo, sino que nace espontáneamente, desde el primer momento. El simple hecho de compartir la condición de peregrino te convierte en hermano...
A las ocho empieza puntualmente la misa. En ella están unas cuantas de las personas que viven en la casa y todos los peregrinos que estamos acogidos este día en el albergue. Todos: los creyentes y los no creyentes. Todos estamos allí. Todos voluntariamente. Todos espontáneamente. No porque nadie nos lo pida. Sino porque nos apetece. Es una orden de nuestro corazón. La misa es corta. Pero bonita. Termina con una bendición de los peregrinos.
A la salida de misa veo a un hombre que conduce su propia silla de ruedas. Le ayudo. Le llevo hasta el comedor. ¿No lo conozco de nada? ¿O quizás lo conozco de toda la vida? Es una persona. Un ser humano. Un hermano. Estamos en otro mundo. Aquí las cosas funcionan de otra manera. Los conceptos tienen otro significado. Las palabras tienen alma.
Cenamos todos juntos. La cena está deliciosa. Hablamos de muchas cosas, pero muy especialmente de la labor maravillosa que se hace en esta casa. Luego subimos para la zona destinada a albergue. Estoy como dentro de un sueño. Seguimos charlando un rato. Y luego nos vamos a dormir. A mi me toca compartir habitación con Ignacio. Francisco esta noche tiene una habitación para él solo.
Son muchas las cosas que hacen de este albergue un lugar especial y diferente. Un lugar único e irrepetible. Quizás la esencial es el latido de la hospitalidad, de la acogida y del amor, que lo impregna todo. Y que se muestra en las cosas esenciales y también en los detalles más tontos e insignificantes. Voy a contar solo uno: la nevera. En el albergue de Alcuéscar saben que los peregrinos necesitan beber, que llegan con sed, que el agua es su alimento esencial... Por eso justo cuando llegan, antes de pedirles la credencial, y tras sonreírles, les ofrecen agua fresca... Y luego les muestran la nevera. "Aquí tenéis una nevera a vuestra disposición". Dentro de ella hay botellas de litro y medio de agua fresca, sin abrir. El peregrino que quiera una, la coge, bebe, le pone su nombre con un boli, y a partir de ahí ya será su botella. La deja en la nevera y la coge para beber cada vez que le apetece. También se puede usar la nevera para guardar en ella otras bebidas o alimentos que traigan los peregrinos. Cada uno puede usarla como si estuviera en su casa. La única regla, no escrita, pero obvia, es el respeto a los demás. Y ¿cuánto hay que pagar por este servicio? Con una sonrisa es suficiente. Y ni siquiera es obligatorio sonreír. El que quiere lo hace y el que no sonríe no paga nada. Pero la verdad es que en este lugar es difícil, muy difícil, no sonreír. Me encantan los lugares en los que es casi imposible no sonreír, en los que es casi imposible no sentirse bien, en los que es casi imposible no ser feliz... El cielo, si existe, tiene que ser algo así.
Por cierto, en esta etapa hemos cambiado de provincia. La empezamos en la de Badajoz y la terminamos en la de Cáceres.
El relato de este día se lo dedico especialmente a una de mis mejores amigas. Es profesora de filosofía. Y es una persona con una sensibilidad especial, que sabe apreciar y saborear el latido que subyace en los párrafos anteriores. Se llama Dolores. Y se merece esto y mucho más.
20 de agosto de 2009
De Alcuescar a Valdesalor...
Después de lo que acabo de escribir del día de ayer... me dan ganas de no seguir escribiendo. Parece como si quisiera terminar ahí: quedarme para siempre, eternamente, en el cielo de Alcuéscar... Pero sé que no puede ser. Que la vida sigue. Que el Camino sigue. Y que tiene que volver la prosa, el polvo, las cuestas arriba y las cuestas abajo, y las llanuras interminables... Nadie puede quedarse para siempre en el Monte Tabor. Hay que bajar a Jerusalén. Y seguir luchando...
Como cada día, nos levantamos tempranito. Son las 6:30. Nos lavamos la cara como los gatos. Nos vestimos. Nos untamos y masajeamos los pies con Vicks VapoRub, nos calzamos, organizamos la mochila, nos la ponemos a cuestas... La hospitalera se levanta para abrirnos la puerta... Nos despedimos. Y empezamos a andar.
Desayunamos a unos pocos metros, en un bar que ya está abierto a esas horas. Es todavía de noche. Dorotea, con su brazo escayolado, tarda un poco más en organizarse, y sale del albergue un poco más tarde... Pero queremos estar un poco pendientes de ella en el día de hoy, por si necesita ayuda para algo...
El desayuno nos lleva su tiempo. Son las 7:20 cuando empezamos a caminar. Annette pone un ritmo rápido. Le acompaño y vamos charlando hasta llegar a Casas de Don Antonio. Ignacio y Francisco vienen unos metros más atrás. Me siento ligero. Y mis piernas se mueven y avanzan casi sin esfuerzo.
En Casas de Don Antonio buscamos un lugar para tomar algo y para aprovisionarnos de agua. Un bonito puente nos recibe a la llegada. El bar del pueblo está cerrado. Acabamos yendo al bar de la piscina, que está más o menos a medio kilómetro. Allí está su dueño, sentado en una silla, pelando patatas. ¿Está abierto? No está abierto, pero lo abrimos ahora mismo. Llega Ignacio. Y acto seguido llegan Francisco y Dorotea. Nos sirven café con leche. Tostadas. Agua... El dueño vuelve a su tarea de pelar patatas. Su mujer habla de cuando en cuando desde la cocina. Estamos sentados en una terraza. Se está bien. Y el hecho de que hayan abierto el bar y nos hayan atendido es de agradecer. La contrapartida llega en el momento de cobrar. Cada café dos euros y pico. Es verdad que los cafés eran grandes... pero... La verdad es que nos parecen caros. ¿Viene mucha gente a la piscina?, preguntamos. Sí, aquí viene mucha gente desde Cáceres, contesta el buen hombre. ¿Será por eso por lo que suben los precios?
Dorotea lleva su botella de agua llena de pequeñas piedras. Dice que cada una tiene una misión especial.
Seguimos caminando. Pasamos por Aldea del Cano casi sin darnos cuenta. Seguimos caminando. A la derecha vemos una vaca que da de mamar a su ternerito. Sonreímos. Seguimos caminando. Cruzamos un puente. Y llegamos a Valdesalor. Dice la guía que aquí hay un albergue. Que hay que pedir las llaves en el ayuntamiento. A la entrada del pueblo preguntamos. Nos dicen: pregunten en esa casa que es donde vive el alcalde. Nos atiende una señora. Nos explica que el albergue ahora no está en el ayuntamiento sino en el campo de futbol y que las llaves ya las han cogido dos peregrinos que han llegado temprano por la mañana. Caminamos bajo un sol de justicia hasta el campo de futbol. Allí hay varias casetas cerradas. No sabemos cual de ellas desempeñará la función de albergue. No hay ni rastro de los dos supuestos peregrinos que tienen la llave. No hay nadie a quien preguntarle. Deambulamos un rato por la zona. Encontramos un bareto al lado de la piscina. Preguntamos. Nadie sabe nada. Nos quitamos las mochilas. Y nos sentamos un rato.
Le digo a mis compañeros que se queden allí, en el bar de la piscina, que yo voy a buscar a los peregrinos que tienen las llaves. Doy por supuesto que a esa hora estarán comiendo en alguno de los tres bares que hay en el pueblo. El de la piscina y dos más. Pregunto en uno. Pregunto en otro. Nada. Ni rastro. El sol sigue quemando. Vuelvo a la entrada del pueblo, a la casa del alcalde. Llamo. Están comiendo. Le explico nuestra situación. Un chico me acompaña hasta el ayuntamiento para ver si por casualidad están allí las llaves. Nada. Me dice que siga buscando a los supuestos peregrinos fantasmas. Y me da su teléfono. Que si a las cinco no los he encontrado que le llame...
Vuelvo al bar de la piscina con las manos vacías. Decidimos ir a comer a un restaurante que hay en la carretera. Empezamos a andar. Pero luego al ver el descampado que hay que cruzar para llegar hasta allí y el sol que hace... se echan atrás. Volvemos para el bar de la piscina. Piden algo de comer. A mi no me apetece nada de lo que hay allí. Al final de comida me tomo un zumo de tomate. ¿Del cielo de ayer hemos bajado al infierno?
A las cinco llamo al chico que me acompañó al ayuntamiento. "No tenemos las llaves". "¿Donde estáis?". "En el bar de la piscina". "Salid para el campo de futbol que dentro de un momento voy y os abro"...
Al cabo de un rato llega la llave. El "albergue" está en los vestuarios. Vestuario local. Vestuario visitante. Y vestuario del árbitro. Unas colchonetas de plástico, delgaditas. Y debajo el duro suelo, de baldosa. Hay duchas. Y todo un campo de futbol enterito para nosotros. ¿Para qué?. Para tender la ropa... Al final me toca el vestuario del árbitro para mi solo. Es mi "habitación". Y lo alucinante es que duermo bien.
Pero antes de dormir nos queda pasar el resto de la tarde. En este pueblo no parece haber mucho que ver. ¿Nos vamos a aburrir? ¡Jamás! Nunca nos hemos aburrido en el Camino, ¡ni un solo minuto!. Conocemos sensaciones muy diversas... pero la del aburrimiento no.
Yo escribo un rato en mi libreta de notas. Ignacio y Francisco se van a dar un baño a la piscina. Luego voy a verlos y a estar con ellos. Han elegido bien. Allí, a esa hora, hay una bonita luz... y el mundo se ve de otro color. Parece como si hubiéramos cambiado de pueblo. Al final todo depende del cristal a través del cual se mira...
Cenamos algo en el bar de la piscina. Ahora todo parece más amable que al medio día. Hace buena temperatura. Y la carta parece más completa y atractiva. Yo pido un huevo frito con patatas. No está mal.
Y a dormir. Que mañana es otro día.
21 de agosto de 2009
De Valdesalor a Cáceres...
Desayunamos en el restaurante de la carretera. Y nos ponemos manos a la obra. Un camino que atraviesa campos secos y sin apenas árboles nos acerca a Cáceres. Vemos un buen rebaño de ovejas a nuestra derecha. Nos adelanta un peregrino ciclista. Nos cruzamos con una carreta tirada por un burro, en la que va sentado un hombre. Un poco más adelante a la izquierda hay unas vacas, una de las cuales parece estar a punto de parir. Me paro un poco con la intención de ver el parto. Pero como ella no se da prisa... al final decido seguir. Entramos en Cáceres. Vemos a la izquierda una pequeña iglesia. Esta zona de la ciudad no parece muy bonita.
Nos sentamos en una terraza para beber algo. En una mesa cercana hay un chico que lleva puesta una mascarilla. Muy cerquita está el hospital de la seguridad social. Por primera vez me acuerdo que antes de ir al Camino los periódicos hablaban casi a diario de la gripe A. Me pregunto si habrá noticias nuevas sobre ella. Parece como si estuviera volviendo del desierto al mundo.
Seguimos caminando. Y acabamos llegando a la plaza mayor de Cáceres. Esta zona sí que es bonita. Buscamos alojamiento para ducharnos y dejar las mochilas. Preguntamos en un sitio si nos pueden alquilar una habitación para eso. Nos dicen que si solo pagamos una habitación que no nos podemos duchar los tres. Damos los buenos días y nos vamos a buscar otro sitio. Al final encontramos el albergue. Resulta que sí hay albergue en Cáceres. Y muy acogedor, por cierto. Allí nos entienden, nos comprenden, nos dejan ducharnos y lavar la ropa, y le parece bien que le paguemos como si usásemos solo una habitación... Estamos en nuestro ambiente y en nuestra salsa.
Dejamos allí las mochilas y nos vamos a comer. Al acabar de comer duermo un rato la siesta sentado en la silla. Luego recorremos la ciudad. Es bonita. Muy bonita. Sobre todo la zona vieja.
Annette ya se ha ido al mediodía. Iba a Plasencia a visitar a un amigo. Dorotea se pasa la tarde en el hospital. Quiere que le cambien la escayola, porque no se la habían puesto bien. Al pacense y al de Huelva nos los encontramos en el albergue. De Carlos no hemos vuelto a saber nada desde el día que se perdió... Tampoco sabemos por donde anda José Luis. ¿Y Estéfano? Estará en algún lugar del Camino, sonriendo. Estamos seguros de que ya va bastante más adelante. Y de que nos escribirá un mail desde Italia, dentro de unos días. Sabemos que esta relación tendrá alguna continuidad. Hemos quedado en enviarle fotos. Y él nos ha prometido enviarnos un poster que hará con una de ellas. Y sabemos que en esto todos cumpliremos nuestra palabra.
A última hora de la tarde nos encontramos a Dorotea en la plaza mayor, sonriente, con su escayola nueva. La verdad es que esta de ahora está mucho mejor colocada que la que llevaba.
Nosotros por la noche vamos a coger un autobús para Galicia. Ella se va a quedar a dormir en Cáceres y al día siguiente cogerá el autobús para venir hasta Ourense. Por su cincuenta cumpleaños le ha pedido a su familia que le hagan un solo regalo: que la acompañen por el Camino de Santiago, desde Ourense hasta Compostela. En la ciudad de las Burgas tiene previsto reunirse con su familia, para seguir peregrinando todos juntos...
Llega la noche. Cogemos las mochilas. Compramos un bocata y un agua. Y nos vamos a la estación de autobuses. Estamos a punto de reemprender el viaje a la vida civil. ¿Aquí termina el Camino? ¿O más bien el Camino empieza ahora? La vida sigue. Y el Camino y su fuerza especial nos acompañan siempre, en cada momento...
NOTA: En estas notas se recoge parte de la epidermis de nuestro camino exterior... Hay otro camino interior, formado por las intensas vivencias que cada uno fue experimentando en cada momento... Pero ese camino interior es muy difícil de expresar en palabras...
Los caminos exteriores pueden ser más o menos semejantes, con ampollas, sin ampollas, con ronquidos, sin ronquidos, con calor, sin calor, con agua, sin agua... Siempre hay pequeñas diferencias. Pero grandes semejanzas: vamos andando paso a paso sobre la misma tierra y bajo el mismo sol.
En cambio los caminos interiores son personales, de cada uno, únicos... Cada corazón en cada momento tiene su propia forma de latir, de sufrir, de amar... Cada rostro tiene su especial manera de sonreír o de llorar... Cada alma tiene su ritmo, y sueña, vuela, tropieza, canta, baila, reza, salta, juega... y ama a su modo... Cada uno siente y vive en cada momento sus sensaciones y sus sentimientos... Nadie puede recorrer por otro el camino interior que a cada uno le corresponde... Todos tenemos que ir construyendo con nuestras manos, con nuestros pies y con todo nuestro ser corporal y espiritual, nuestro propio camino interior hacia el conocimiento de nosotros mismos....
En cualquier caso... sabed que el Camino produce siempre un milagro, una transformación del peregrino y que nadie acaba el Camino igual que lo empezó...
"I came to find God in me. And now I find Him everywhere. I have to bring this back to my daily life, where I actually live now. "Cami" means "God" in Japanese" (Wrenn)
"Caminar es besar la tierra con los pies" (Juan)
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©Juan Rúa. e-mail
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