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"... pero, en calquier caso, ¡el Camino de Santiago existe! y en él se encuentra la magia, el espíritu y la simiente de un mundo nuevo, más humano, mejor y diferente". (Juan)
Fotos
del Camino de Santiago del Norte y del Camino a Santo Toribio de Liébana.
Cantabria. Autor: Juan e-mail Agosto de 2006 |
"El camino del Norte es para gente inteligente y creativa" (Ernesto)
La conversión de Güemes: DE PEREGRINOS A CRUCENOS
Una llamada a un número de teléfono para pedir información de los albergues que hay en Cantabria nos abrió las puertas de la magia. El número de teléfono lo encontramos (realmente lo encontró Ignacio) en una guía. Y al otro lado del aparato se puso un tal Ernesto.
- ¡Venid a Güemes!. ¿Cómo vais a viajar?.
- En tren hasta Bilbao. Y luego en autobús a Laredo. Llegamos el día 12 de agosto.
- Perfecto. Ese día hay una peregrinación de arrieros por las tierras de Güemes. Si queréis envío a una persona que os vaya a buscar en coche a Laredo y venís y os juntáis con nosotros, os sumáis a la peregrinación arriera, y coméis con nosotros en Güemes, donde habrá paella para todos.
- Vale.
Es alucinante que alguien que no nos conoce de nada nos invite de esta manera y nos envíe un coche a buscarnos hasta Laredo. ¿Quién será este tal Ernesto?. Desde luego es una persona especial.
El sábado día 12 de agosto participamos en la peregrinación arriera. Un carro tirado por dos grandes bueyes lleva una estatua de Santiago. Y luego siguen otros carros tirados por burros y mulas. Y más de cien peregrinos. Y entre ellos nosotros.
El primer impacto fuerte lo recibimos en la Iglesia de Santa María de Bareyo. Preciosa. Románica. Mágica. Dentro se encuentra, entre otras cosas, la pila bautismal más antigua de Cantabria. Rezamos. Y suena la música. Un canto a la Virgen hace vibrar las piedras, los corazones y las almas. Se escucha por momentos la voz de la magia. Y empieza a nacer la luz.
Luego volvemos a Güemes. Comida. Paella para todos. Allí encontramos a Angel. ¡Pero si este es el hospitalero de Ventosa!. Acaba de pasar por ser arriero. Y ahora se va a reconvertir en peregrino. Más tarde será cruceno.
Después de comer al lado de la Iglesia, nos vamos al albergue. Tarde de descanso. Y a la noche aparece con fuerza Ernesto. ¡Don Ernesto!. Es sacerdote. Y es el alma del albergue de Güemes. Y es probablemente una de las señales de identidad del Camino del Norte. Un faro que guía a los peregrinos. Organiza una cena para todos en el mismo albergue. Estamos un grupo de algo más de veinte personas. Compartimos viandas y charla. Se respira muy buen ambiente.
Y tras la cena comienza una reunión en la que Ernesto nos va explicando el camino que le condujo a poner en marcha el albergue de Güemes (la cabaña del abuelo Peuto). Él lo cuenta en castellano. Y una chica llamada Myriam lo va traduciendo al francés para que lo entiendan los peregrinos de otras nacionalidades. El momento tiene mucha magia. Parece como si anduviera de por medio el Espíritu con su don de lenguas. A mi se me cambia el chip de la cabeza y siento una conversión: venía como turista ... pero ya me siento peregrino. La luz que aquí recibo me va a guiar en todos los días siguientes. Además Ernesto nos habla de la peregrinación a Santo Toribio de Liébana. Y decidimos aceptar su consejo. En poco rato he pasado de turista a peregrino y de peregrino a cruceno. Ha sido una conversión fulminante.
En Güemes sentimos por primera vez dentro de nosotros el latido del corazón del mundo. Una luz espiritual se hace presente entre nosotros y roza suavemente nuestras almas. Nadie nos dice su nombre, ni su forma, pero notamos su presencia y percibimos sus efectos: paz, alegría, felicidad, unidad y armonía con nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y con el universo.
Al día siguiente me levanto tempranito. Ayudar a Ernesto a colocar las tazas para el desayuno, mientras amanece, con música clásica como sonido de fondo, es una experiencia maravillosa. Empieza a asomarse el sol. Es alucinante ver amanecer. Empiezo a desayunar. Por error le echo sal a la leche en vez de azucar. Pero no importa, porque el placer de ver el sol naciente jugueteando con las nubes y creando imágenes sorprendentes me hace olvidar de cualquier sinsabor que pueda haber en mi. Sigue sonando la música. Simplemente soy plenamente feliz.
Despues de un largo, lento y tranquilo desayuno, salimos de Güemes con calma. Caminamos juntos cinco peregrinos. Angel, Marisa, Francisco, Ignacio y Juan. El primer pueblo que nos encontramos se llama Galizano. Allí paramos un buen rato para disfrutar de la hermosa Iglesia de Nuestra Señora de Galizano y de los jardines que la rodean. Hace un día maravilloso. Y nos acompaña la magia de Güemes.
Caminando hacia Somo nos encontramos con el monasterio de Santa María de Latas, donde hacemos otro alto. Hay ambiente de fiesta. Entramos en la Iglesia. Ha terminado la misa y la gente ya ha salido. Han apagado las luces. Dentro queda el silencio y la suave presencia de la luz que nos guía. Nos sentimos acompañados.
En Somo cogemos una barca ("una pedreñera") que nos lleva a Santander. Una hermosa ciudad nos acoge. Comemos. En la comida nos acompaña Elisabeth, una señora alemana que lleva varios meses caminando, desde Alemania, hacia Santiago. Al final hará más de tres mil quinientos kilómetros. Tiene algún problema con su espalda. "Mein Doktor sagt "Nein" aber ich gehenach Santiago", nos dice (lo cual quiere decir más o menos: mi médico ha dicho NO, pero yo iré a Santiago). No habla español. Pero nos entendemos perfectamente con ella. Suena el lenguaje de la mirada. La voz de la sonrisa. Nos une la música del Camino. Más tarde nos encontramos a Abene. Y este día lo termino escuchando un concierto de órgano en la Catedral de Santander.
Es domingo. Mientras escucho el concierto le doy gracias a Dios. Gracias por la felicidad y la paz que hoy me acompaña. Gracias por el sol y por las nubes. Gracias por la madre Tierra y por sus variados paisajes. Gracias por la vida y por sus múltiples caminos. Gracias por los infinitos pasos que puedo dar en cada senda. Gracias por los momentos diferentes y por lo que puedo sentir en cada momento. Gracias por lo que llamamos azar o suerte y que realmente son gestos de su Mano Poderosa. Gracias por la música, por la luz y por la belleza. Gracias por haberme dado un corazón lleno de amor y por mantenérmelo vivo.
El concierto sigue. Siento como la música inunda todo mi ser. Y escucho la voz del alma de las piedras más viejas de la Catedral que me va susurrando suavemente sus pensamientos:
El cielo es una sinfonía de vida, de amor y de luz.
La música es el latido del corazón del universo. Es el camino más corto para llegar al paraíso. Es un puente de luz entre las almas despiertas.
El camino es un laberinto de vivencias, sensaciones y sentimientos. Es un campo sembrado de sorpresas. Es un viaje hacia el propio corazón.
Si quieres ser feliz no dejes que nada ate el latido de tu corazón. Sólo si eres interiormente libre puedes ser verdaderamente feliz.
Compartir es el mejor abono para que crezca la felicidad. Dar es la mejor forma de recibir lo que de verdad importa. Cuando das con el corazón abierto siempre recibes algo más grande.
El amor une y funde el cuerpo, el alma y el corazón.
Cuando eres feliz: el tiempo se hace casi inexistente; el mundo es solo una sonrisa de luz; el cuerpo y el alma bailan al mismo ritmo; te sientes vivo y en paz, unido con el universo. Ser feliz es vivir momentos sembrados de paz y de luz.
Quiero que este momento dure para siempre. Quiero que nunca se apague esta luz. Quiero que mi corazón nunca deje de sentirse así.
Día intenso y hermoso. Hay días que tienen sabor a eternidad y este es uno de ellos.
La noche tiene más de pena que de gloria. El albergue de Santander es pequeño y un poco agobiante. Pero al fin llega el amanecer y nos regala un nuevo día. Lluvioso y gris. Y del mismo color se viste el paisaje. Santa Cruz de Bezana. Boo de Piélagos. Mogro. Aquí comemos junto con dos amigos de Francisco que andan casualmente por la zona. La comida es alegre y festiva. Y a última hora de la tarde llegamos al albergue ARCO IRIS, en Queveda, al lado de Camplengo. Nos dan cena, cama y desayuno por 17 euros. Nos dan mucha comida. Y muy rica. Comida casera. Desayuno imperial. Y sobre todo nos dan cariño. La verdad es que se está muy bien en este albergue. Una larga tertulia sigue a la cena. Regada con chistes y licores. Algunos se acuestan después de las tres de la madrugada. Hay ambiente de fiesta.
Al día siguiente nos encontramos de repente a primera hora de la mañana con la impactante llegada a Santillana del Mar. De nuevo respiramos la belleza y la serena paz del románico. Saboreamos lentamente la Colegiata. La luz de su claustro con ricos e historiados capiteles. Y el silencio sobrecogedor de la Iglesia.
En la Iglesia intento repetir la experiencia máravillosa que había vivido en el Camino Francés, contemplando el juego de luces de las vidrieras de la Catedral de León... pero, una vez más, compruebo que los momentos mágicos son irrepetibles. Cada minuto tiene un alma diferente. Y debemos disfrutar siempre del sabor del instante presente, sin pretender revivir los perfumes del pasado.
Desayunamos en el pueblo. Callejeamos. Santillana es un lugar para estar un buen rato saboreando su belleza.
A la salida de Santillana, a lo lejos, sentadas en un prado verde, hay dos personas. Son Myriam y Valerie. ¿Cómo podemos saber que son ellas desde casi medio kilómetro de distancia?. Porque su energía y su presencia son muy fuertes para quien tiene el alma despierta. Nos desviamos un momento para saludarlas y decirles adiós.
Seguimos nuestro camino. Nos paramos un buen rato en la Iglesia de San Pedro de Oreña. Desde aquí, un camino de tierra nos lleva en suave y alegre descenso. Vemos a nuestra izquierda una casa con finca en la que está de pié un ternerito. En la puerta de la casa hay una señora que nos cuenta que el animalito tiene solo tres días. Llegamos luego a la localidad de Caborredondo. El suelo de tierra se ha terminado y ahora ya caminamos por asfalto. Cruzamos por encima de la CA-131 y a la derecha vemos un hermoso campo de flores. Una de ellas destaca sobre las demás. Su perfume habla francés.
Cantabria es un concierto de flores, sensaciones y colores.
Un poquito más adelante guiramos a la derecha, y nuestro ojos contemplan un hermoso valle, e iniciamos el alegre descenso que nos conduce a San Martín de Cigüenza. Pasamos casi sin parar al lado de la impresionante Iglesia de San Martín de Tours. Pasamos por Novales. Y por fín llegamos a Cóbreces. Muertos de hambre. Son las cuatro de la tarde. Hay un par de restaurantes. Pero en ninguno de ellos nos dan de comer. Ni siquiera un bocadillo. La cocina ya está cerrada. Es quince de agosto y han estado a tope, están muy cansados, y ya no pueden ofrecernos nada. La cosa pinta bastante fea. No tenemos ni una manzana. Ni siquiera tenemos agua. ... Pero Dios, cuando cierra una puerta, siempre abre una ventana. Y en este caso la ventana es un quiosco. Sí. Encontramos un quiosco (quiosco San Roque) donde además de vender periódicos... tienen de todo: pan, queso, jamón, chocolate, agua, batidos, yogures, ... Compramos. En las inmediaciones encontramos una mesa de piedra, en un campo, junto a una pequeña ermita. Y lo que parecía que iba a ser un día de hambre se convierte en una tarde de festín.
Por la tarde, después de la opípara comida, asistimos a vísperas en la abadía trapense de Santa María de Viaceli y por la noche dormimos en el albergue que atienden los monjes cistercienses. Después de vísperas sigue la adoración del Santísimo con largos, suaves, lentos y profundos espacios de silencio. Es un buen momento para peregrinar hacia nuestro interior y para encontrarse con lo más íntimo de nosotros mismos.
El día siguiente nos lleva desde Cóbreces hasta San Vicente de la Barquera, pasando por Comillas, donde comemos y vemos desde el camino el Palacio de Sobrellano, el Capricho de Gaudí, y la Universidad Pontificia de Comillas. Por fín llegamos al puente de La Maza que nos conduce a San Vicente de la Barquera, donde nos espera un albergue nuevo que dirige Sofía. Aquí cenamos en grupo. Vemos como se pone a llover. Y como en el cielo se dibujan dos hermosos arco iris completos, uno sobre otro. El momento tiene magia. Se percibe con mucha fuerza la presencia de la luz que nos acompaña y que nos guía.
El pueblo es muy bonito. El albergue está en lo alto y tiene unas vistas maravillosas. Se ve el juego de las casas coqueteando con el mar. Y a lo lejos el horizonte donde, enamorados, se besan el agua y el cielo. Sentimos que este sitio tiene mucho encanto.
Me despierto todavía de noche. Y me levanto. Salgo a la puerta del albergue y respiro el aire fresco de la mañana. Me siento muy bien. Poco a poco la oscuridad va perdiendo fuerza y se empiezan a entrever las formas de las cosas. Va naciendo y creciendo lentamente la luz del día. Y cada vez se siente con más fuerza el latido del corazón del sol. La tierra se despierta y se despereza. ¡Qué bonito es ver amanecer!!!.
Mientras amanece se escucha como un susurro la voz del mar. El viejo mar que me inunda con su sabiduria y me dice:
El camino es un viaje hacia el propio corazón, en busca de la alegría y de la espiritualidad.
La luz del corazón se enciende en la mirada. Una mirada de cariño es una caricia entre dos almas.
Sofía llega a la cocina y enciende los fogones para preparar el desayuno. Le ayudo a colocar la mesa y a tostar el pan. Poco a poco se van despertando también los peregrinos. Desayunamos en el albergue. Leche, café, colacao, tostadas con mantequilla o mermelada. Y la alegre conversación en castellano, inglés o francés, salpicada de flores con perfume de universalidad.
Y empiezan las despedidas. Adiós a Sofía. Adios a los que siguen en dirección hacia Santiago. Es el adiós a muchas almas que nos han acompañado durante estos días y que nos han alegrado con su presencia. Nosotros nos apartamos del Camino de Santiago para seguir el Camino a Santo Toribio de Liébana. ¿Aquí empieza otra historia? ¿Cómo será la magia del Camino de Liébana? Espero encontrarla, descubrirla y vivirla. Espero ser feliz y poder ayudar a los que estén a mi lado a ser felices. Espero que sepa seguir siendo un portador de alegría y de espiritualidad, una fuente de luz y de energía positiva...
A primera hora de la mañana Abene ya se despide de nosotros en San Vicente de la Barquera, pues ya tiene que volverse para casa.
Al principio el camino a Santo Toribio y el Camino de Santiago discurren por la misma senda. Por eso durante unos cuantos kilómetros nos acompañan Manel y Benito (el ciclista). Pero llega un momento en que ambos caminos se separan y tenemos que despedirnos. Ellos continúan hacia Santiago y nosotros, los cinco (Angel, Marisa, Francisco, Ignacio y Juan), dejamos ya definitivamente de ser peregrinos y nos convertimos en crucenos. Porque los que van a Roma se llaman Romeros, los que van a Jerusalén se llaman palmeros, los que van a Santiago se llaman peregrinos ... y los que van a Santo Toribio de Liébana al encuentro del "lignun crucis" (el trozo más grande que se conserva de la Cruz en la que Jesús murió) se llaman crucenos.
El camino nos va llevando desde San Vicente de la Barquera a las localidades de La Acebosa, Hortigal y Gandarilla. Aquí llegamos alrededor de las doce del mediodía. Nos acordamos de que un día casi nos quedamos sin comer. Y por ello en el bar que hay al final del pueblo de Gandarilla pedimos unas tortillas francesas con espárragos. Estamos tomando la comida del mediodía porque más vale prevenir que curar. Luego subimos hasta el alto de la Rejoya. Aquí disfrutamos durante un rato de las maravillosas vistas. En fila india bajamos por la carretera hasta Bielva. Allí nos encontramos con que hay un restaurante que tiene buena pinta. Cesar, se llama. Hemos hecho bastante ejercicio y nos encontramos con hambre suficiente para volver a comer. Y así lo hacemos. Así que hoy nos toca comer dos veces. Después de comer seguimos el camino. Pasamos por Puente el Arrudo. Y llegamos a Cades. Y aquí nos quedamos, porque en el pueblo siguiente no hay alberge. Nos encontramos a otros crucenos: Son José Antonio (el santanderino), Ángeles y Diego, y otros dos más. En total somos diez los crucemos que cenamos y dormimos en Cades.
Al día siguiente nos espera la etapa más hermosa de toda nuestra peregrinación. Salimos de Cades muy tempranito. Y en un momento hacemos dos horas de camino que nos conducen a Quintanilla de Lamasón. Allí nos espera un hermoso desayuno. Bien alimentados salimos de Quintanilla, pasamos sin detenernos al lado de la Iglesia de Santa María, cruzamos el pueblo de Sobrelapeña, y llegamos al de Lafuente, donde nos encontramos la igesia de Santa Juliana, de estilo románico, pequeña pero con encanto. Nos detenemos un rato para beber, respirar hondo, y contemplar las montañas que nos saludan, y nos esperan. Una voz interior me dice que el camino es comunicación verbal, visual, física, mental, emocional y espiritual. Desde aquí empezamos la ascensión al collado de la Hoz. Las cuestas más "pindias" se encuentran inmediatamente después del pueblo de Burio. En la cima contemplamos el hermoso paisaje y charlamos con unos viejos pastores que nos llenan de energía para emprender con alegría el descenso que nos conduce hasta el bonito pueblo de Cicera.
El corazón de las montañas ruge y nos deja oir su potente voz:
Estrechar la mano de un viejo pastor del lugar llena de energía el alma y el cuerpo.
Hoy ha nacido la soledad. La montaña siempre tiene un cierto sabor a soledad y a encuentro con uno mismo.
Cada momento hay que vivirlo cuando toca y no dejarlo para despues, porque ¡después es tarde!
Vamos todos por la misma senda, pero cada uno a su paso, haciendo el propio camino.
En Cicera comemos con calma. Y acto seguido, sin pensarlo dos veces, comenzamos la ascensión más difícil de toda nuestra peregrinación: la subida al Collado de Arceón. Un kilómetro ochocientos metros de empinada subida que dura para algunos 45 minutos y para otros una hora bien completita. Arriba respiramos profundamente durante un rato. Ángel escribe una apostilla a sus pensamientos sobre las cuestas. Comenzamos el descenso hacia Lebeña. De repente se nubla todo. Y nos cae un estupendo chaparrón. El descenso con el suelo mojado entraña cierto peligro, sobre todo al principio. Pero lo salvamos con precaución. Caminamos bajo la lluvia, cansados, pero felices. Los paisajes son espectaculares.
La llegada a Lebeña compensa con creces el esfuerzo realizado. Visitamos la hermosa iglesia mozárabe, del siglo X. Una simpática chica nos la va explicando. Nos reímos con ganas con los chistes que ella nos cuenta. La verdad es que tiene mucha gracia. Y creo que tardaremos en olvidarnos del viejo olivo milenario que parece un olmo. Y del viejo tejo también milenario que parece un pino. Porque... "aquí nada es lo que parece"...
Esta noche acabamos durmiendo en Potes, en un albergue de cinco estrellas, con duchas y baños separados para chicos y chicas. Un albergue que solo tiene seis meses y que está maravillosamente bien. ¡Si incluso tiene sábana bajera!!!!.
Cenamos en un bar. Dormimos de maravilla. Y al día siguiente, tempranito, empezamos la breve subida que por carretera nos conduce a Santo Toribio. Llegamos antes de las diez de la mañana. Y disfrutamos del silencio y de la paz del lugar. Entramos por la Puerta del Perdón. Visitamos la Iglesia y el Claustro. Adoramos el "lignun crucis". Asistimos a Misa. Se palpa una profunda experiencia religiosa, una intensa vivencia de fe. Un baño de espiritualidad.
Aquí me sorprendo a mi mismo. Sabía que Santiago significaba mucho para mi, pero pensaba que Santo Toribio no me iba a decir nada. Pero estaba totalmente equivocado: En Santo Toribio tengo una profunda vivencia de fe. La peregrinación me ha purificado, y mi cuerpo, mi corazón, mi mente y mi alma laten al unísono y se sienten en comunión con el Dios Creador del Universo y con el Dios Padre que ama al Mundo que creó y a cada una de sus criaturas. Siento viva y fuerte la presencia de Dios en todo lo que me rodea. Y la siento también dentro de mi. La lectura del Evangelio nos narra el relato de Zaqueo. Jesús dice: "hoy ha llegado la salvación a esta casa".
Y aquí acaba nuestro camino. ¿Acaba?. No. No acaba. Nuestro camino se viene con nosotros, dentro de nuestro corazón, donde laten todas las profundas vivencias que hemos experimentado y que en adelante van a formar parte de nosotros mismos, de nuestro ser más profundo.
(Juan, 28-08-2006)
"Le Chemin de Santiago é un chemin de vie, qui jamais ne fini, parsemé d´amitié et de magnifiques sentiers" (Myriam)
El camino de Santiago es un camino de vida, que no se termina nunca, sembrado de amistad y de magníficos senderos.
"Lo que convierte la vida en una bendición no es hacer lo que nos gusta, sino que nos guste lo que hacemos" (GOETHE)
"No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido" (Pedro Arrupe)
"El verdadero mérito es como un río. Cuanto más profundo es, menos ruído hace" (E.F. Halifax)
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