En un restaurante de Hospital de Orbigo, el dueño me contó una historia que me puso los pelos de punta y que voy a contar aquí con palabras torpes y en la medida en que la recuerdo.
Hace unos pocos años, un día cualquiera, un peregrino entra a comer en un restaurante de Hospital de Orbigo. Y, después de mirar y remirar la carta durante un buen rato, pide un plato de sopa. El dueño le pone una sopera entera y le dice que se sirva todo lo que quiera. El peregrino llena el plato hasta cinco veces. .... Luego el dueño le pone un plato de carne con patatas. Pero el peregrino dice que no lo puede tomar porque no tiene con qué pagarlo. El dueño le pide que lo como, que no le va a cobrar nada, ni la carne, ni la sopa.
El peregrino coge confianza, se come la carne con patatas, y le cuenta parte de su historia.
Venía desde lejos, solo, sin dinero, con una sandalia rota, muy cansado y un poco enfermo; en un pueblo de Castilla no vio una flecha amarilla y tomó un camino equivocado. Tras deambular varios kilómetros sin encontrar ningún peregrino y sin ver ninguna señal del Camino, ... cuando empezaba a sentirse agotado, ... vino a su encuentro un pastor y le dijo que aquél no era el Camino, ... y le dio un par de botas nuevas para ponerse en los pies, en lugar de las sandalias rotas que llevaba. Y aquél pastor le dijo que diese la vuelta, que siguiese por el camino, y que cuando llegase a un pueblo llamase a la puerta de la primera casa que encontrase.
El peregrino obedeció. Cuando llegó a la primera casa llamó a la pueta, y al instante cayó al suelo, sin sentido. La señora de la casa lo recogió, lo metió en su cama, llamó al médico, ... Poco a poco, el reposo, la comida y las medicinas le fueron curando, y al cabo de cinco días estaba sano y retomó el Camino. La señora de la casa, que le había atendido como a un hijo, no quiso cobrarle nada, y le regaló 500 pesetas para el camino.
El dueño del restaurante le pregunta: "¿Y las botas eran de tú numero?". "Sí, me quedan muy bien", responde el peregrino.
Y el dueño le dice: "Se te ha aparecido el Apostol en forma de pastor y no te has dado cuenta. ¿Cómo podía un pastor tener unas botas nuevas de tú numero en medio del monte? Era el Apostol Santiago, vestido de pastor".
El peregrino queda pensando. Luego sigue su Camino, convencido de que el Apostol le ha salvado la vida.
"Lo que convierte la vida en una bendición no es hacer lo que nos gusta, sino que nos guste lo que hacemos" (GOETHE)
"No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido" (Pedro Arrupe)
"El verdadero mérito es como un río. Cuanto más profundo es, menos ruído hace" (E.F. Halifax)
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