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"... pero, en calquier caso, ¡el Camino de Santiago existe! y en él se encuentra la magia, el espíritu y la simiente de un mundo nuevo, más humano, mejor y diferente". (Juan)
El Camino de Santiago. Camino
de Santiago a Fisterra y a Muxía. Juan 21/08/2008 |
Libertad
Voy conmigo,
con mi mochila,
con mi sombra,
con mi silencio
y mi soledad.
Con mis pies,
con mi cabeza
y con mi alma.
Voy conmigo
y mis pasos
me huelen
a libertad.
(Juan, 20-08-2008)
Camino de Santiago a Fisterra y a Muxía.
Primera etapa: de Santiago a Negreira. 22 km.
21 de agosto de 2008. Ignacio, Francisco, Juan, otro Juan, Clara y Pepa. Seis peregrinos salimos de Santiago rumbo a Finisterre o Fisterra. Finis Terrae. Donde los antiguos pensaban que terminaba la Tierra y empezaba lo desconocido. La enorme cuna de agua donde el sol se esconde cada noche para dormir y descansar. La Costa da Morte, donde los barcos se estrellan contra los acantilados. Donde muere también cada noche el sol, para resucitar de nuevo en el amanecer del día siguiente. Donde todo muere y renace a una nueva vida.
Salimos de Santiago desde la misma plaza del Obradoiro, pasando al lado del Hostal de los Reyes Católicos, bajando por las escaleras que conducen a la hermosa y empedrada Rúa das Hortas. Dejamos a mano izquierda la Iglesia de San Fructuoso. Al terminar la Rúa das Hortas cruzamos la carretera y tras una ligera subida llegamos a la Carballeira de San Lourenzo. Un hermoso pequeño bosque de robles centenarios. Aquí termina la ciudad y empieza la naturaleza. Normalmente las entradas y salidas del Camino en las grandes ciudades son feas, aburridas, tediosas, interminables... Pero en este caso, sorprendentemente, la salida de Santiago es muy breve, bonita y agradable.
Un poquito después cruzamos el río Sarela. Acabamos de salir de Santiago y nos encontramos ya en medio del monte, caminando por un hermoso sendero que discurre entre árboles. Huele a naturaleza fresca, a silencio y a paraíso. Un poquito después giramos nuestra vista a la izquierda y vemos como nos saludan cariñosamente con su sonrisa de piedra las afiladas torres de la Catedral. Un torrente de placer, ilusión y esperanza recorre nuestras venas haciéndonos estremecer y salpicando nuestros huesos con gigantescas gotas de alegría. Estamos en camino.
El Camino sigue por hermosas sendas de tierra, semiescondidas entre árboles viejos. Nos acaricia la sombra.
Nos encontramos a una peregrina que viene en sentido contrario. Es una chica canadiense que ha hecho el Camino desde Ponferrada hasta Santiago. Le ha sobrado un día y lo ha aprovechado para darse un paseo de ida y vuelta por parte de esta primera etapa del Camino a Fisterra. Viene sola, rumiando sus pensamientos. Con sus botas, su mochila, sus pantalones cortos, sus bonitas piernas morenas. En su mirada se lee un agradable poema de paz y serenidad. Charlamos un rato. La invitamos a comer con nosotros. Duda, mira el reloj de de su mobil, y dice que no puede, que no le llega el tiempo, pues tiene que volver para comenzar su viaje de retorno a su tierra. Nos despedimos. Esto es en cierto modo el Camino: "nos encontramos, nos saludamos, nos decimos adiós".
Un poco más adelante comemos en un bar regentado por una brasileña. El menú del pregrino. De primero sopa de pescado o ensaladilla. De segundo churrasco o pescado. Comida sencilla y barata. Por algo somos peregrinos.
Seguimos caminando. En Aguapesada pasamos al lado de un bonito puente medieval. Un puente pequeño con una historia grande a sus espaldas.
Entre pasos, conversaciones y silencios vamos avanzando. De pronto nos encontramos con una enorme sorpresa: en medio del monte, como saliendo de la nada, encontramos un hermoso río y un enorme puente de piedra. Un lugar donde una fuerza invisible nos obliga a pararnos para contemplar sin prisas la belleza. A la derecha se ve una bonita cascada. Enfrente un pazo. Estamos en Pontemaceira. Huele a rica historia antigua.
Allí nos encontramos a una pareja de jóvenes húngaros que se han parado también para disfrutar de la belleza del lugar. Les miramos y quedamos cautivados. Las hermosas facciones de sus rostros jóvenes y la profunda luz de sus ojos claros nos llaman enormemente la atención. Parecen dos ángeles peregrinos. Por momentos tenemos la impresión de estar viviendo en un cuento.
Poco después llegamos a Negreira. Nos dirigimos al albergue. Pero está lleno. No tenemos sitio. No importa. Sellamos nuestra credencial. Charlamos un rato con los peregrinos. Vemos como un chico español y dos chicas, una francesa y otra italiana, comen divertidamente tres platos de espaguetis. Nos sentamos en el cesped para descansar un momento. Sonreímos y sonreímos. Hablamos con la hospitalera. Y buscamos un alojamiento alternativo. Llamamos por teléfono a varios sitios que están completos. ¿Tendremos que dormir en el suelo? Al final encontramos sitio en el Hotel Tamara. Allí cenamos y dormimos. Nuestros cuerpos y nuestras almas descansan genial.
Al día siguiente, después de un buen desayuno en el mismo Hotel Tamara, comenzamos la segunda etapa de nuestro peregrinar.
Segunda etapa: de Negreira a Olveiroa. 33 km.
"El Camino son tus pies y tu mochila, tu corazón y tu alma, tus pensamientos, tu cabeza y tus amigos".
"Las señales existen. Lo importante es saber verlas"
"Lo más parecido al cielo es la amistad"
22 de agosto de 2008. Mañana fresca y bonita. Salimos de Negreira por un camino magnífico, sendero de tierra entre árboles. La mañana está fresca. Hay incluso un poco de niebla. Y la hierba de los campos está un poco mojada, como si tuviera "orballo". Luz del amanacer, suave y tamizada. Es un momento estupendo para hacer fotos. Pasamos al lado de una Iglesia que tiene un bonito campanario barroco. Y seguimos por hermosos senderos de tierra, por el medio del bosque. En medio de una ligera nieblina, todo parece estar saliendo de un cuento.
De cuando en cuanto comemos alguna mora que encontramos a la vera del camino. Cruzamos pequeños pueblos donde nos encontramos con perros y gatos pacíficos y adormilados. Contemplamos los hórreos de piedra típicos de la zona. Paramos en un bar para tomarnos unos buenos bocadillos. Y seguimos.
Pasamos una aldea llamada Maroñas y poco después paramos en un bar en el lugar de Santa Mariña. Allí tomamos un refreco y un helado y nos quedamos un rato viendo el final del partido de baloncesto España-Lituania. Es la semifinal de los Juegos Olímpicos. Cuando empezamos a verla van empatados. La cosa está reñida. Pero al final, acaba ganando España. Ya tenemos asegurada la medalla de plata. Nos enfrentaremos en la final a la poderosa selección de Estados Unidos.
Seguimos caminando por carreteras sin coches que discurren entre prados y vacas. La tarde va cayendo. Corre un poco de aire freco y no hace demasiado calor. Se está bien.
Al final llegamos a Olveiroa. Una aldea pequeña. Un hermoso albergue formado por varias casitas rehabilitadas. Con puertas y ventanas azules. Muy cucas. Incluso hay un hórreo en el que va a dormir una persona. Todo se aprovecha. Pero ... es ya demasiado tarde. El albergue está lleno. Hay muchos extranjeros. Quizás el ochenta por ciento de los peregrinos que hay en el albergue de Olveiroa son extranjeros. Una alemana sentrada en una roca come un enorme pimiento rojo, crudo, cortándolo en trocitos con una pequeña navaja. Un poco más allá hay una pareja formada por dos jóvenes que conversan en voz baja mientras se miran cariñosamente. Una chica está sentada en el muro de un prado, pensativa, mirando al horizonte. Una mujer tiende la ropa, mientras un grupo de peregrinos charla animosamente comentando la etapa del día... Un chico lee tranquilamente un libro sentado en la escalera de una de las casitas. Una chica rubia escribe en un cuaderno. Olveiroa es desde luego un lugar agradable y acogedor... Huele a paz.
Después de disfrutar un rato del ambiente del albergue nos ponemos en marcha para buscar un lugar para dormir. En el pueblo hay un alojamiento de turismo rural. A él nos dirigimos, llegamos, preguntamos... y... también está lleno. Es la hora de la puesta del sol. Empieza a hacer fresco... y la opción de dormir en medio del campo, al aire libre, sobre la hierba de un prado... no parece la más acertada. Seguimos buscando. Llamando por teléfono aquí y allá. Al final acabamos contactando con un hotel que hay a unos tres o cuatro kilómetros. Tiene sitio para nosotros. Y allí cenamos, dormimos y desayunamos. Nuestros pies, nuestras piernas, nuestras rodillas, nuestros músculos, nuestros huesos y nuestras almas... se merecen este descanso. Aunque a mi me da mucha pena haberme perdido el ambientillo peregrino que se respiraba en el albergue de Olveiroa...
Tercera etapa: de Olveiroa a Fisterra. 35 km.
"Una vez que has elegido un camino, mientras dure, síguelo, ámalo y vívelo con pasión"
"El Camino es hermoso si pones amor en cada paso"
"Aunque te aten con cadenas... no dejes nunca de amar la libertad"
23 de agosto de 2008. Salimos de Olveiroa por la mañana tempano. Da gusto caminar con el fresco de las primeras horas del día.
Poco después de salir de Olveiroa llegamos a la senda de las piedras verdes. Que luego resultó que eran falsas. Piedras de mentira. Escoria de una fábrica.
Cruzamos un puente. Subimos por un sendero y llegamos a un alto donde el camino se divide en dos: uno conduce a Muxía y otro conduce a Fisterra. Como ya lo habíamos decidido el día anterior no tenemos dudas. Primero iremos a Fisterra y luego desde allí iremos a Muxía. Cogemos por tando el camino de la izquierda.
Poco después paramos en un bar para comprar agua y unos bocadillos. Somos seis. Por tanto cogemos tres bocadillos. Uno para cada dos. Uno de tortilla francesa. Y dos de queso con tomate. Nunca habíamos visto bocadillos de queso por tomate. Pero aquí es lo que hay. ¡Horas más tarde sabremos que están muy ricos!. Delante del bar charlamos un rato con otros peregrinos que también están repostando. Luego seguimos la marcha.
Poco después nos encontramos una iglesia, escondida en medio del bosque, donde una pareja charla amigablemente con un peregrino que camina descalzo. Es, desde luego, un personaje singular. Dice que el caminar descalzo le hace sentirse más libre y más en contacto con la madre Tierra... Sus pies tienen ya una piel en forma de suela, producto de los miles de pasos dados previamente...
Seguimos caminando. Vemos al borde del camino una chica italiana y un chico español que están sentados, conversando y descansando. Forman una buena pareja. Ella lleva unos pantalones cortos que visten unas hermosas piernas. Él tiene es también un hombre hermoso, aunque yo no encuentre las palabras para expresar en qué consiste su belleza. Un poco más adelante vemos un pastor sentado en un prado, cuidando de sus vacas. Luego encontramos una explanada en la que hay una capilla y una fuente. Bebemos. Y seguimos nuestra ruta. Ya se ve el mar. Cee está cerca.
La bajada a Cee hace doler las rodillas. Y el calor nos azota todo el cuerpo. "En verano, cuando la sombra se hace pequeña, es más dificil caminar". Por la mañana, cuando sale el sol, llevamos una larga sombra delante de nosotros. Según va avanzando la mañana nuestra sombra se va haciendo cada vez más pequeña. Al mediodía tenemos solo una sombra enana a nuestra derecha. Estos son los momentos más duros. Por la tarde la sombra se va alargando cada vez más, a nuestra espalda. Todo esto sucede así porque caminamos siempre hacia occidente, hacia el lugar donde se pone el sol.
Cruzamos el pueblo de Cee. En medio del cemento se nota un poco más el calor. Pero la presencia del mar, por otro lado, nos acaricia con su suave frescor.
Dejamos Cee y dirigimos nuestros pasos hacia el albergue de San Roque, donde sellamos y conversamos un rato con la hospitalera. Ya bastante cansados seguimos hasta Sardiñeiro, donde encontramos un bar para comer. Unas ricas ensaladas y algo más que ya no recuerdo. ¡Qué buenos son en agosto los tomates del Camino!. Descansamos un rato... y emprendemos el último tramo de la etapa que nos conduce a la playa de A Langosteira y de allí a Fisterra.
En Fisterra el albergue no está lleno, sino cerrado. Nos ofrecen alojamiento en un polideportivo. Pero al final decidimos hospedarnos de nuevo en un hostal. Encontramos uno que acaba de abrir hace quince días. Está genial.
Cenamos en el pueblo. Y luego vamos andando hasta el Faro de Fisterra para ver la puesta del sol, para tocar el mágico kilómetro cero, para sentir la magia del fin del mundo, para buscar la hoguera en la que quemar eso de lo que queremos desprendernos... Vivimos allí momentos llenos de magia. Allí retratamos la amistad en sus diversas formas: las manos juntas, los pies en círculo, las cabezas unidas por el mojón que marca el kilómetro cero... Y compartimos con un ciento de peregrinos y turistas la despedida del sol que se esconde en el mar. Son momentos inolvidables...
Volvemos andando al pueblo, de noche oscura, sin luz, cortando el frío... Pero ha valido la pena.
"Vivir,
caminar...
es importante el por donde,
más importante el con quien...
pero lo esencial es
cómo te sientes
y cómo te comportas tú"
Cuarta etapa: de Fisterra a Muxía. 31 km.
24 de agosto de 2008. A Ignacio se le terminan los días y se tiene que volver. Le acompañamos hasta el autobús. La despedida nos salpica por dentro con silenciosas sensaciones profundas. Luego, los cinco restantes, emprendemos la última etapa de nuestro Camino de este año.
Desde Santiago a Fisterra la señalización del Camino había sido perfecta. Pero el camino que une Fisterra y Muxía es de ida y vuelta, se puede hacer en un sentido o en otro, y por eso resulta más difícil interpretar las señales. Hay que llevar los ojos bien abiertos.
Por la radio escuchamos el último cuarto del partido de baloncesto España-USA. Es la final de los juegos olímpicos. España se defiende. Acaba perdiendo por poco. Muy dignamente.
En un prado vemos un burro. Alguien pregunta... ¿para qué sirven los burros?. Supongo que para nada, que los tendrán para montar en ellos y para entretenerse, contesta otro. Los demás quedamos pensando, pero ninguno sabemos decir con precisión para qué sirve realmente un burro. Unos miles de pasos más adelante Luz Divina nos hará ver que estábamos totalmente equivocados.
En algún momento no vemos una señal y nos perdemos. Pero seguimos caminando. Sabemos que si llevamos el mar a nuestra izquierda vamos en la dirección correcta. Vamos charlando. Una chica dice: yo creeré en Dios cuando se me aparezca, cuando lo vea con mis propios ojos. Y es que en el Camino se habla de lo divino y lo humano.
Después de un largo tramo por una carretera sin coches vemos como se nos presenta una empinada cuesta. Sube y sube. Estamos sin provisiones: ni bebida ni comida. Sed. Hambre. La respiración se hace cada vez más costosa. Cansancio. Llegamos arriba sedientos y agotados. Sin fuerzas. Allí vemos una casa y una señora en la puerta. Juan le pide un poco de agua. Ella se la ofrece. Nos sentamos. Bebemos y charlamos.
La señora nos habla de mil cosas. Nos cuenta la historia del Casón. De cómo temblaban las paredes y las ventadas de las casas cuando explotó. De como la gente huía. "Nos non fuximos, porque non tiñamos a onde ir".
Nos habla de cómo su marido pescaba el pulpo con un gancho de hierro, en los pozos de la orilla.
Le preguntamos si tienen animales.
- Tenemos gallinas, cerdos y un burro. Antes teníamos también vacas. Pero ahora solo tenemos el burro.
- Y... ¿para qué le sirve el burro?.
- ¿El burro? ¡Para todo!
- ¿?
- Con el burro trabajamos la tierra, la aramos, sembramos las patatas, y las recogemos. Con el burro traemos la leña para guardarla para cuando llega el invierno. Con el burro llevamos el abono a las fincas y traemos las cosechas para casa. Le tenemos un arado y un carro, y nos sirve para todo. Antes se trabajaba con las vacas. Ahora los que son más ricos tienen un tractor, pero nosotros, como somos pobres, tenemos el burro.
Los peregrinos se quedan un rato pensando. Se dice que el burro es un animal en peligro de extinción. Pero mientras haya pobres habrá burros. Son los pobres los que han salvado al burro y han evitado su desaparición. Y es el burro el que salva a los pobres, librándolos del hambre. Los pobres y los burros se necesitan mutuamente. Pero se trata de los pobres rurales. Los pobres urbanos no tienen burro y por eso pasan hambre... ¡Qué cosas!.
Despues de un buen rato de conversación y reposo nos sentimos mucho más descansados. Esta señora nos ha aliviado un montón. Antes de irnos le preguntamos como se llama. Ella nos contesta: LUZ DIVINA. Todos nos sonreímos. Es alucinante. Un peregrino le dice al oído a la peregrina incrédula: esta puede ser una de las formas de ver a Dios. Él tiene muchas formas de mostrársenos. En un momento de sed hemos encontrado agua y en un momento de cansancio y oscuridad hemos encontrado una "luz divina".
Un rato más tarde empezamos a dudar si Luz Divina había existido realmente o si había sido una alucinación fruto de nuestro cansancio.
Al rato llegamos a Lires. Allí comemos. Nos quedan 14 km para llegar a nuestro último destino: Muxía.
Después de salir de Lires hay que cruzar un río por un lugar por donde no hay ningún puente. Se cruza sobre unas piedras colocadas en el cauce. Pero como el agua pasa bastante por encima de ellas es preciso descalzarse y cruzar mojándose los pies... Las piedras están resbaladizas y algunas de ellas se mueven al pisarlas... Pero acabamos cruzando todos sin caernos y llegamos sanos y salvos a la otra orilla. Es un momento refrescante. Nos secamos todos los pies con una pañoleta que lleva una de las chicas. Nos calzamos. Y seguimos...
Seguimos caminando a buen paso y por fin llegamos a Muxía. Allí el albergue es precioso. Nuevo y de diseño. Pero, como en los días anteriores, está también lleno. ¡Que pena!. Encontramos sitio en una pensión, justo al lado de la playa. "Estaba mejor el albergue que la pensión", dice Francisco.
Hace más de veinte años estuve en Muxía y viví una puesta del sol llena de magia. Sé que los momentos mágicos son irrepetibles. Pero...
Después de dejar las cosas en la habitación de la pensión, decido irme solo a hacer fotos. Veo una hermosa iglesia románica. Detrás de ella hay un campanario, solo y apartado, al que se sube por unas escaleras. Subo, y y luego sigo subiendo por un sendero escarpado, por encima de unas rocas, el cual me conduce a una pequeña montaña. Allí me encuentro una cruz clavada sobre una roca, y al pie de ella, de rodillas, una peregrina rezando. El silencio es absoluto. El sol de la tarde lo acaricia todo. Me siento en una roca, en silencio. Cierro los ojos. Vivo dentro de mi la hermosura de la soledad buscada.
Un largo rato después, cuando la peregrina termina su oración, se da cuenta de mi presencia. Charlamos un rato. Luego ella se va. Me quedo solo. La soledad se hace más grande: es infinitamente hermosa. Me arrodillo. Apoyo mi cabeza en la roca eterna, al pie de la cruz, y rezo. Pido solo una cosa: que Dios proteja siempre a mis hijas. No necesito nada más. Es el momento más bonito y más intenso de los ocho años que llevo haciendo el Camino de Santiago.
"En Muxía, de rodillas, al pie de la cruz, con los ojos cerrados, con la cabeza apoyada en la roca, me siento profundamente unido a las raíces del universo".
Solo por vivir un momento así doy por bien empleados todos los sufrimientos. Un esguince, las ampollas, las agujetas y los dolores de rodillas de los primeros años. Las noches sin dormir por los ronquidos en los albergues del Camino Frances durante los años 2001 a 2004. Los eternos kilómetros asándome bajo el sol del mediodía atravesando los campos de Castilla. La hermosa subida del Cebreiro, con la mochila a cuestas, una tarde lluviosa. Los momentos de hambre, sed, cansancio... Todo. Todo ha valido la pena.
Mucho rato después bajo por una senda hacia el Santuario de la Virgen de la Barca. Encuentro a una señora sola, sentada. Necesito escribir en mi cuaderno una frase que me ronda por la cabeza. Le pido un bolígrafo a la señora. Ella me lo ofrece y me lo regala. No nos conocemos de nada. Pero sabemos que estamos en la misma montaña y nos une un conocimiento que procede de las raíces profundas del mundo.
Delante del Santuario de la Virgen de la Barca, sentado en una roca, al borde del mar, contemplo la puesta del sol. No es la misma de hace veintipico años. Pero es también mágica. Son momentos irrepetibles.
A mi lado, silenciosa, sonríe serenamente la Pedra de Abalar. Paso por debajo de ella, despacio, quedándome un rato tumbado en el suelo mientras pido un deseo y rezo dando gracias por estar vivo y por lo bien que me siento.
De la Pedra de Abalar se dicen muchas cosas: que tiene propiedades curativas, que solo se mueve (abala) cuando quien está encima de ella está en gracia de Dios, que durante la Guerra Civil entre Castilla y Portugal, que duró siete años, la piedra no 'abaló', que en una ocasión que quisieron robar en el Santuario de la Barca, la piedra comenzó a 'abalar' tan fuerte que con su ronco sonar despertó a todos los vecinos, asustando a los ladrones...
Y cuentan también que esta piedra es parte de la barca en la que la Virgen se le apareció al Apóstol Santiago cuando éste estaba predicando por estas tierras. Se non é vero é ben trovato.
Al día siguiente me contaron que este día 24 de agosto de 2008, en la cruz de Muxía, en lo alto de la montaña, viendo la puesta del sol, estuvieron solo tres mujeres: una danesa, una sudafricana y una canadiense... Al oirlo me emocioné. Esta es la riqueza y la magia del Camino.
"O que converte a vida nunha bendición non é facer o que nos gusta, senón que nos guste o que facemos" (GOETHE)
"No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido" (Pedro Arrupe)
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