Sócrates en Portomarín
Domingo.
2 de octubre de 2011. Portomarín. El embale de Belesar vacío.
Se ve el viejo puente bajo el nuevo. El nivel de las aguas ha bajado completamente
y ha dejado al descubierto algunos restos del pueblo viejo.
Arriba, tumbado al sol, perezoso, duerme la
siesta el pueblo nuevo, lleno de peregrinos. Cuentan que estos días
el Camino está lleno de suecas de cincuenta años. ¿Por
qué? Al parecer una famosa presentadora de la televisión sueca
ha hecho un programa sobre el Camino. Y se ha desatado la furia.
Es media tarde. Hace sol. Sócrates cruza
el puente y ve la enorme iglesia muy iluminada. Decide parar el coche y subir
a hacerle una foto.
Esta monumental iglesia formaba parte del pueblo
viejo de Portomarín. Y cuando las aguas cubrieron el pueblo la desmontaron
piedra a piedra y la trasladaron al pueblo nuevo. Pero al reconstruirla la
pusieron mal orientada. El ábside debía estar mirando al este
y la fachada principal hacia el Oeste. Pero no es así.
Sócrates piensa que cada vez que ha estado
en Portomarín siempre ha tenido la sensación de que la enorme
iglesia está un poco perdida y desubicada. Como fuera de lugar. Y al
mirarla siempre ha sentido un cierto desasosiego. Algo irracional.
Hoy, en cambio, tiene la sensación de
que esta iglesia está más iluminada que de costumbre. Y a su
lado se siente tranquilo y en paz. Al ver que la puerta está abierta
entra. Pregunta si se pueden hacer fotos. Una chica le dice que sí,
que todas las que quiera. Por los rosetones entra una bonita luz de colores.
Las piedras sonríen llenas de paz y alegría. En la puerta principal
ve como se dibuja durante un momento una bella silueta de una joven que se
asoma, contempla la iglesia durante unos segundos… y se va. El corazón
de la iglesia late suavemente.
Sócrates sale. Sigue haciendo fotos del
exterior de la iglesia. Toma un acuarius. Saluda a una peregrina. Y empiezan
a conversar. La tarde no tiene prisa. Las palabras van dibujando un hermoso
paisaje de ideas, pensamientos, sensaciones… Huele a bondad, a armonía,
a belleza y a libertad. Hablan del Camino, de religión, de filosofía,
de arte, de fútbol… De la Galicia profunda, de la infancia, de
la vida… Otros peregrinos se suman por momentos a la conversación.
Y luego se van.
El silencio del aire se ilumina suavemente con
la limpia luz de las miradas. El sol dibuja en su rostro una sonrisa toscana.
¿Por qué viene la gente al Camino?
Para pensar, para conocerse mejor, para buscar algo… Y para mil cosas
más… Y también para conversar. Por que “conversar
es también una forma de pensar”…
"O que converte a vida nunha bendición non é facer o que nos gusta, senón que nos guste o que facemos" (GOETHE)
"No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido" (Pedro Arrupe)
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