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Rota da Raiña Santa. Os rillamillas polo concello de Lobios.
Juan
23/09/2012

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RUTA DA RAIÑA SANTA. OS RILLAMILLAS POR LOBIOS.

     23 de septiembre de 2012. Dicen que en torno a las dos de la madrugada se escuchó un tremedo trueno. Y que luego cayó una tromba de agua.

     Amanece. Suenan los despertadores de los rillamillas. Se abren poco a poco los ojos. Se encienden las orejas. Fuera se escucha, monótona, la lluvia. Está empezando el otoño...

     ¡Qué bien se está en la cama!... ¿Y si me doy media vuelta y sigo durmiendo? No. No puede ser. Tengo que levantarme. Me están esperando mis compañeros rillamillas.

     Vencemos la pereza. En coches nos desplazamos hasta la frontera de Portugal, en tierras de Lobios. Trece rillamillas nos reunimos en Portela do Home: Luci, Luisa Lorenzo, Luisa Meijome, Marcos, Inés, Jorge, Juan, Ignacio, Luis, Carmen, Rosa, José Manuel y Atsu. Algunos veteranos y otros totalmente nuevos. Sigue lloviendo.

    Intentamos hacer algunas presentaciones de los que vienen por primera vez. Pero llueve demasiado. Y no es lógico entretenerse en hacer presentaciones largas bajo la lluvia. De pronto... ¡Atsu!... ¿? ¡Atsu nos sorprende!: Se pone a bailar con Carmen. ¡Bailando bajo la lluvia! No. No es esta la imagen que tenemos de los japoneses. Evidentemente Atsu es un japonés totalmente atípico... ¿Será debido a su toalla mágica de donante de sangre, con la que se cubre la cabeza? No creo. Seguramente es algo mucho más profundo. También puede ser que seamos nosotros los que estamos equivocados... y que muchos japoneses son diferentes del esterotipo que tenemos... No sé. Pero, en cualquier caso, Atsu es genial. Al terminar su baile le aplaudimos. Nos reímos todos con ganas. Es una buena manera de empezar el día...

    Luci enciende el GPS. Y el "bichiño amarelo" se pone en marcha. La ruta prevista para hoy va desde Portela do Home hasta As Conchas. 23,6 kilómetros. Siguiendo al guía empezamos a descender por un sendero. Muy pronto la cosa se empieza a complicar. Parece que los tojos y las silvas han decidido crecer a su antojo, como si por allí no pasase una ruta de senderismo. ¿O será la culpa de los encargados de mantener limpia la ruta? ¿Existen? Si no existen no se les puede echar la culpa. ¡La culpa es de los tojos y las silvas! ¡Qué caray!

     Para colmo de males, al poco rato se rompe una nube, y nos cae encima una tremenda tromba de agua. ¡Maldita sea! ¿Quién ha roto la nube? ¿No habrá sido un tojo que la habrá pinchado? ¡Hombre, son altos, pero no tanto! Tampoco van a tener los pobres tojos la culpa de todo...

     Encontramos un viejo miliario. Huele a Vía Nova. Se escucha el latido de los corazones de los soldados romanos. Paramos y nos hacemos una foto. Se respira una bonita luz.

     Un poco más abajo el camino cruza la carretera. Nos paramos para visitar un campo sembrado de miliarios, al lado de la carretera. Le explicamos a Atsu que han sido los romanos los que han sembrado estas piedras redondas en vertical. ¿Sembrar? ¿Para qué?... Al final, Atsu pone cara de entender. Dice "bien"... Y baila. Esta vez con Luisa. De nuevo suena en las catacumbas del silencio el eco de la vieja sintonía: "bailando bajo la lluvia"

     Retomamos el sendero. A la derecha vemos una roca enorme que parece querer decirnos algo. Su idioma es su presencia. Su mensaje es personal e intransferible. Cada uno grava en su corazón lo que la roca le dice. Secretos y misteios. Poemas de viento.

     Más abajo vemos una piedra con forma de "peto de ánimas", sentada sobre una roca. Está callada, en silencio. Con los ojos inmóbiles. Es una piedra ultraserena, con el rostro inmóbil. Me resulta imposible captar su mensaje. ¡Quizás simplemente no dice nada!.

     El sendero se hace camino por momentos. Y empiezan los charcos. Que van creciendo hasta convertirse en pequeños lagos. Tenemos que atravesarlos. ¡Y no llevamos barca! Nuestros pies empiezan a encharcarse. Chop, chop... Es inútil intentar no mojarse... Nos remdimos. Que entre el agua hasta llenar nuestros zapatos!

     ¡Anda! Si hay unas ruinas a la izquierda del camino. Cuentan que eran unas termas romanas. Y un horno. ¡Qué bien vivían los romanos! ¿? Bueno, qué bien vivían algunos...

     Volvemos al camino. Seguimos bajando. A la derecha encontramos un cruceiro. Antiguo. Rústico. Primitivo. Con un Cristo tallado en la cima. Un Cristo con una cabeza muy grande, desproporcionada. No sé por qué, pero al verlo pienso en los etruscos.

     Llegamos a un molino. O Muiño da Ponte. Entramos. Dentro no llueve. De pronto, por aclamación popular, decidimos convertirlo en restaurante. Comemos aquí. Compartimos bocatas, melindres, empanada de manzana, chocolate y viandas varias. Huele a amistad. Me gusta.

     Al terminar de comer salimos. ¡Milagro! Ha dejado de llover. Y ha salido el sol. Alucinante.

    Poco después comprobamos que todo era una falsa alarma. Un milagro aparente. Las nubes empiezan de nuevo a hacer pis sobre nosotros. Y menos mal que solo es pis.

     Seguimos bajando. Sigue lloviendo. Y los tojos siguen creciendo. Alguien habla de dar la vuelta. ¿Los rillamillas? ¡Adelante!. Ja, ja, ja... Las que se ríen son una mimosas, a lo lejos. Aunque no tan lejos. Cuando llegamos junto a ellas vemos como el sendero ha desaparecido, literalmente. ¿Por donde es? El GPS dice que por aquí. ¿Por ahí, por donde? Ahí no hay camino ninguno. Ya. Pero... Apartamos las mimosas y vamos avanzando. ¡Se hace camino al andar!... Si estuviera aquí Machado... sería feliz. Nosotros también lo somos.

     Después de un largo calvario, con las piernas crucificadas, termina al fin la selva de tojos... renace el camino... y al poco rato llegamos a la carretera. ¡Bendito asfalto!, decimos, aunque sea solo por esta vez y sin que sirva de precedente... Poco después entamos entrando en Lobios.

     Encontramos un bar. Es la Casa Rosalía (Mesón do Gino). Entramos para tomar un café. Veo que los dueños están comiendo. En medio de la mesa reina una gran cazuela con arroz con rape... Ellos están terminando. Les sobra arroz. Y desde la cazuela me dice "cómeme"... El bocata de hace un rato sabía a eso, a bocata... Pero esto huele a comida caliente... "¿Podrían venderme un plato de arroz?"... Me miran. Me comprenden. Una chica trae un plato. "Sirvase". Me echo. Me lo como. Está riquísimo. Le tiendo un billete de 20 euros y le pido que me cobre. Me mira. Me sonríe. "No es nada". Cada vez tengo más claro que el día de hoy está lleno de pequeños milagros... "¡Gracias!"

     Nos quedan más o menos uns diez kilómetros. Con la energía del café o del arroz, con la barriga llena, con la sonrisa grande... y con los pies encharcados... volvemos a la tarea. Paso ligero. Los kilómetros van cayendo. Cruzamos un puente. Y empezamos a subir. Es una buena cuesta. Pero llevamos pilas más que suficientes. Y al llegar a la cima ya no podemos subir más. Ahora toca bajar.

     Sigue lloviendo. Pero no nos importa. el agua ya no puede mojarnos más. ¡Por suerte todos los rillamillas tenemos la piel impermeable! Somos una especie especial.

     Dos horas y pico más tarde cruzamos la presa del embalse y llegamos a AS CONCHAS (antes llamado Pontepedriña). Una parada de autobús nos sirve para acogernos un poco. Los chóferes subimos al coche de Marcos para ir a buscar los coches que dejamos en la Portela do Home. Los demás quedan allí, tiritando de frío...

    Subir a por los coches y volver a bajar nos lleva un buen rato. Estamos sufriendo por nuestros compañeros. Empapados y muertos de frío, se van a pillar una pulmonía...

     Pero al llegar encontramos otro pequeño milagro. Marcos, el dueño de la casa que hay enfrente de la parada del autobús los ha visto allí, de aquella guisa, ampapados y temblando de frío, y les ha pedido que entrasen en su casa... Les encendió una estufa y les invitó a un café... Están en el bajo de la casa, en el local en donde no hace mucho estaba la "tienda de Lolita".

     Dejamos los coches aparcados. Entramos en la casa. Y nos unimos a la fiesta. Disfrutamos del milagro. Atsu vuelve a bailar. Ahora le toca a Inés. Son las siete de la tarde. Es hora de terminar el baile y de volver para Carballiño.

     Los trece rillamillas nos depedimos de Marcos y nos encaminamos a los coches. Sigue lloviendo. Una nube gorda se para y nos pregunta qué tal nos ha ido el día. Uno a uno, los rillamillas, la van contestado de esta guisa: Ignacio: "Ha sido un buen día. Venía con pocas ganas. Pero he encontrado muchas sorpresas agradables. Miradas nuevas. Sonrisas y palabras que me han reconfortado. Ha valido la pena". Luci: "Ha sido un día fantástico. De los que a mi me gustan. De tojos y aventura. Estoy feliz". Luis: "Ha sido mi primer día con rillamillas. Me gusta esta filosofía, esta forma de caminar". Carmen: "Es también mi primera vez con rillamillas... Me ha gustado mucho empezar con una sorpresa japonesa, bailando bajo la lluvia. Una forma fantástica de romper el hielo". Jorge: "Bien. Un día mojado pero redondo. Y el final en el local de la vieja tienda tomando café gratis... me pareció apoteósico". Juan: "Un día maravilloso. Sorpresa y aventura. Esfuerzo y plenitud. Luz con mil matices. Me siento genial". José Manuel: "Ha sido mi primera vez con rillamillas. Gracias por invitarme. Os buscaré rutas por las Alpujarras". Rosa: "He visto historia, mucha historia entre los tojos... Termas, miliarios, cruceiros... Y he percibido continuamente los agradables olores del campo... He pasado un día feliz. Voy contenta. Llevo el pelo mojado y la sonrisa fresca" Inés: "Uau... Qué gozada de día. ¡Ya tenía ganas de volver a caminar con rillamillas! Lo he pasado genial". Marcos: "Desperté con un día atravesado... y me costó encontrar mi punto... Pero al final pulsé el interruptor, apagué, reseteé, y cuando mi ordenador volvió a arrancar... vi una luz nueva y empecé a sonreir... El final del día estuvo lleno de alegría y de luz". Luisa: "¡Unha pasada! ¡Un diazo!"

     Atsu: "Lluvia. Caminar. Raro. ... ¿Tojos? Bien. ¿Asfalto? Bien. Muy bien. Gracias. ... ¿Bailas? Vida buena y bonita. Bien. Muy bien". Claro que Atsu no habla con las palabras sino con los gestos y con las expresiones de su cara... Pero eso no se puede reflejar aquí...

     Claro, todo lo anterior es lo que la nube entendió... A saber si fue eso exactamente lo que dijeron o pensaron los rillamillas... porque las nubes a veces entienden las cosas a su manera...

     Y así termina un día lleno de magia y aventura. Sembrado de sorpresas. Inundado de sonrisas. Regado con el vino de la amistad. Y endulzado con la miel de las miradas bondadosas. Un día de tojos altos y nubes rotas. Un día de lluvia incontrolada y de caminos cerrados por la selva. Un día de lucha. Un día de conquista y superación. Inolvidable. Único. Un día que queda escrito con letras de oro en la historia de los rillamillas.

    Y para terminar esta historia os dejo caer una pregunta: ¿Por qué los senderistas son más felices cuando caminan bajo la lluvia? Varios formulan respuestas: Porque hay menos presión atmosférica... Porque le gustan los retos... Porque el esfuerzo genera endorfinas... La respuesta no debe ser facil. Pero es un hecho contrastado empíricamente: los días que caminamos bajo una lluvia intensa... se ven caras más felices y sonrientes que los días que lo hacemos bajo el sol...

 

(Carballiño, 23 de septiembre de 2012)

 

 

 

 

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