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LA CIENCIA Y LA FE

    He recibido un mail que habla de la razón, de la ciencia y de la fe. Me ha parecido muy interesante y por eso, tras haber solicitado permiso a quien me lo envió, transcribo aquí una parte del mismo. A mi me ha sentado muy bien el leerlo y por eso quiero divulgarlo y compartirlo. Me lo envía una amiga que pertenece de lleno al mundo de la ciencia: es Licenciada en Ciencias Físicas, Doctora Ingeniera de Telecomunicación, profesora universitaria, investigadora... Y que al mismo tiempo tiene una fe clara, firme y comprometida. Una persona que sabe armonizar en sí misma la razón, la ciencia y la fe. Os invito a leerlo y a meditarlo.

     "Respecto a lo que dices, no comparto lo de que “es tan racional creer en Dios como no creer”. Como persona de ciencia (aunque en mi caso profesionalmente soy un híbrido entre física electrónica e ingeniera) me resulta increíble no reconocer a Dios en la creación simplemente con nuestra razón. A parte de la belleza del universo (los planetas, las estrellas, los agujeros negros, el “Big Bang”, los océanos, la genética, la biología humana, la inteligencia-voluntad-compasión-afectividad humanas…), hay cosas fantásticas en nuestro mundo:

     - Las leyes que rigen la naturaleza. Algunas casi las conocemos de forma aproximada, y son bellísimas.

     - El hecho de que en la ecuación Newton que rige la fuerza entre las masas (gravedad), el denominador fuese algo distinto a distancia entre masas al cuadrado tendría unas consecuencias catastróficas para el universo.

     - El hecho de que el agua tuviese otro punto de fusión y características físicas, también tendría repercusiones increíbles.

     - La vida, en sus múltiples manifestaciones, es un misterio. ¿Cuándo una cadena de moléculas basadas en el carbono (aminoácidos, proteínas, me da igual) deja de ser algo inerte a tener vida propia? Todavía está en discusión las condiciones para que esto se produzca, y para que unidades de vida elementales puedan evolucionar y dar origen a seres complejos.

     Al fin y al cabo, la ciencia no es más que un intento de aproximarse a esta realidad, de conocerla, y sobre todo, de controlarla. No existe ninguna teoría científica que no pueda ser mejorada por las generaciones futuras o sustituida por otra más general. Todas tienen una validez limitada, y ninguna es tan general como a nosotros nos gustaría. Ninguna es capaz de explicar nuestro universo. El lenguaje de las matemáticas, que usamos para expresar las leyes físicas, a veces nos confunde (nos ofrece soluciones de dudosa validez, o las “creemos” para ver a donde nos conducen) o resulta insuficiente e ineficaz.

     Hay muy poco en la naturaleza que se pueda decir que obedecería a un modelo “casi aleatorio”. Son tales las restricciones impuestas por las leyes de la naturaleza, que las cosas al final parece que no tienen otro remedio de funcionar de esa forma, la causalidad es la norma dominante. Dios pone las reglas del juego y los límites a la naturaleza. Por eso, creo que un científico que piense que este mundo fascinante es fruto de la casualidad, que el hombre es fruto de la casualidad, es menos objetivo e independiente en sus conclusiones, que uno que se maravilla ante la sabiduría que hay detrás de nuestro mundo. Creo que, en estas condiciones, rechazar a Dios implica mucho más esfuerzo por nuestra parte que abrazarlo.

     En este mundo no existen certezas…Quizás Dios no ha querido que las tengamos por nuestra “cara bonita”, ha querido que sólo a través de la humildad (y el esfuerzo) lleguemos a ellas. Él no se nos impone a nosotros, y eso tiene sus ventajas, en mi modesto entender, somos “más libres”, tanto que podemos negar la evidencia de lo que nos rodea, su propia existencia, y nuestra culpa y rebeldía al rechazar a Dios está más fundada en la ignorancia, casi, que en la maldad (tenemos más atenuantes de nuestra culpa!). Es curioso, hoy no queremos hablar de culpa, pero si no tenemos culpa, es que no somos responsables de lo que hacemos, y por lo tanto no somos libres.

     De todos modos, lo que sí está claro para mi, es que creer que no somos fruto de la casualidad, si no del amor de un Dios Creador que es muy sutil (y yo sí diría, con cariño, a veces malicioso!) en su trato con nosotros, pero que nos ha dado la inteligencia suficiente para ver sus “sutilezas”, ayuda mucho en nuestro caminar por este mundo maravilloso"... (Mónica, 13-07-2006)

 

 

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"Lo que convierte la vida en una bendición no es hacer lo que nos gusta, sino que nos guste lo que hacemos." (GOETHE)


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