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PRESENCIA DE “CACHAMUÍÑA” EN TIERRAS DE ORCELLÓN.

Emilio Estévez Rodríguez
(Escritor)

     A fin de poder concretar la relación –directa o indirecta-- de Bernardo González del Valle, “Cachamuíña” (apelativo procedente por el lugar de su nacimiento), con la comarca de Orcellón, es notorio debemos establecerla dentro del marco de tres etapas, totalmente distintas y diferenciadas, tanto por el tiempo como por las circunstancias que en las mismas han transcurrido:

     - A). Antes de la Guerra de la Independencia contra las tropas invasoras napoleónicas.
     - B). Durante la contienda en cuanto afectó a Galicia por la presencia del enemigo en el país.
     - C). Después de la retirada francesa de tierras gallegas.


A

ANTES DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.


I

     Bernardo era nieto, por línea materna, de D. Juan Cayetano del Valle, quien, de su matrimonio con Dª. Bernarda Antonia López de Sorribas (o Surribas), vecinos ambos de la feligresía de Sta. Mª. de Lamela, en la jurisdicción del Pereiro de Aguiar, tuvieron siete hijos, nacidos los seis primeros en Lamela:

     1. D. José Benito, que llegó a ser sacerdote y párroco de la feligresía de Sto. Tomé de Madarnás.

     2. Fr. Santiago, que fue monje bernardo y del que, mas adelante, resaltaremos algunos particulares.

     3. D. Antonio Bernardo (o Bernardo Antonio), que contrajo matrimonio con Dª. Mª. Ventura Taboada, viuda ésta de sus primeras nupcias con D. Pedro Munín, vecino de Prado de Xurenzás y propietario del pazo, que aún hoy en gran parte se conserva, y familiar que fuera del Santo Oficio, quien había fallecido el 12 de Mayo de 1.780, dejando de tal enlace un solo hijo, llamado José (o José Benito) Munín, nacido el 16 de Septiembre de 1.772.

     4. María, fallecida siendo todavía niña y enterrada en la feligresía de Lamela el 18 de Noviembre de 1.769.

     5. Dª. Juana, que contrajo matrimonio con el Oficial del Regimiento provincial de milicias de Ourense D. Ignacio González Cid, de cuyo enlace hubo diez hijos, uno de los cuales fue precisamente nuestro Bernardo.

     6. Dª. Teresa, que llegaría contraer matrimonio en la feligresía de Lamela, el l7 de Mayo de 1.782, con D. Pedro Losada.

     7. Y Dª. Mª. Rosa, la menor de todos los hermanos, que nació en la feligresía de Trasariz el 6 de Febrero de 1.764, bautizada dos días después en la misma parroquia, situada en el actual municipio de Cenlle y bañada, hacia el Sur, por el río Miño, donde sus aguas bajan hoy mansas como consecuencia del embalse hidroeléctrico construido en Castrelo de Miño.

     Dª. Mª. Rosa del Valle, contrajo nupcias, también en Trasariz, donde a la sazón residía en compañía de sus padres, el 11 de Enero de 1.790 con José o José Benito Munín, joven de casi 18 años de edad, es decir el sobrino político suyo, toda vez que era el indicado hijo habido del relacionado primer matrimonio que la cuñada de la desposada Dª. Mª. Ventura Taboada había celebrado con D. Pedro Munín.

II

     En consecuencia, José Benito Munín tenía un doble parentesco con Bernardo González del Valle:

     - En primer lugar, eran primos, con carácter político, puesto que Dª. Mª. Ventura Taboada, la madre del José Benito, resultaba ser tía política de nuestro Bernardo, al haber contraido ella segundas nupcias con D. Antonio Bernardo (o Bernardo Antonio) del Valle, hermano éste de Dª. Juana, la madre de “Cachamuíña” y, por consiguiente, tío suyo.

     - Y, en segundo lugar, José Benito resultó ser también su tío, asimismo político, por contraer nupcias con Mª. Rosa del Valle, la tía de nuestro Bernardo, dado que era la hermana menor de su madre, Dª. Juana.

     Esa doble relación de parentesco hizo que, además de la expresada familiaridad que entre Bernardo y José Benito existía, no tardase en devenir, poco tiempo después, en suma amistad, máxime cuando la diferencia de edad entre ambos era de poco mas de un año, (Bernardo nació el 23 de Marzo de 1.771), por cuanto no es aventurado aseverar que, en mas de alguna ocasión, nuestro “Cachamuíña”, --que al contraer Munín sus nupcias en Trasariz aquel contaba 19 años de edad--, estuviese en el pazo de Xurenzás, tanto para saludar a su tía Dª. Rosa del Valle como para ver al expresado joven marido de la misma.

     Aseveración que no dudamos en confirmar cuando ambos llegaron a ser Oficiales en el mismo Regimiento provincial de Ourense, e igualmente combatientes durante la “Guerra de los Pirineos” contra la Francia de la Revolución, de cuya contienda logró salir Munín, una vez enfermo, ostentando la graduación de teniente, haciendo uso del real permiso otorgado en S. Lorenzo 16 de Octubre de 1.793, una vez obtenida la pertinente licencia para retirarse del servicio militar, comunicada y autorizada en Irún, con fecha 15 de Noviembre siguiente, por el Gral. Cano, bajo cuyo mando superior se ejercitaba la contienda en los Pirineos Occidentales.

     Y otra circunstancia como para considerar muy en particular es que nuestro Bernardo logró enamorar a una prima carnal de Munín, llamada Josefa, (hija de D. Pedro Rodríguez de Prado Miranda y de Dª. Antonia, o Mª. Antonia, Munín Piñeiro, tíos pues del José Benito, porque Dª. Antonia era hermana de D. Pedro Munín), de cuya relación sentimental hubo la única hija --no matrimonial, por cierto-- que llegó a tener Bernardo.

     Por si todo ello fuere poco, debemos añadir, además, la concurrencia determinante de que la madre de Bernardo, Dª. Juana, se consideraba legitimada para ostentar la titularidad del vínculo y mayorazgo de Trasariz que, con su agregación de Cima de Vila, le provenía por la sucesión de su padre, D. Juan Cayetano del Valle, pues, a su fallecimiento, había recaido, en primer lugar, en su primogénito, el expresado párroco de Mardarnás, D. José Benito del Valle y, muerto éste, en D. Antonio Bernardo (o Bernardo Antonio), es decir el padrasto de Munín, a pesar de que Fr. Santiago, hermano también de los indicados hijos de D. Juan Cayetano, pretendiese su legitimación --que se le negaba por ser monje profeso y ausente en el monasterio de Valbuena--, por lo que entre Dª. Juana y su hermano fraile no tardo en surgir litispendencia, designando Fr. Santiago como encargado de la regulación de los frutos, entretanto no se resolviere la cuestión, precisamente al José Benito Munín.

     Por consiguiente, es lógico comprender que nuestro “Cachamuíña”, por cualesquiera de las expresadas circunstancias, hubo de acercarse a Xurenzás y estar, no una, sino varias veces, en el pazo de Munín, donde, aún hoy, se aprecia la fábrica de su planta poligonal, cuyas diversas alturas se deben a las diferencias de uso respecto a sus edificaciones principales --entre las que sobresale un cuerpo rectangular-- y las de servicio, distribuyéndose los distintos cuerpos del conjunto edificado alrededor de un patio pentagonal irregular, destacándose la correspondiente capilla en las inmediaciones de la casa, cuyo acceso principal al conjunto se hace a través de un portalón que presenta sobre su dintel un escudo cuartelado, en el que figuran representadas las armas de Castilla, León, Galicia y el Santo Oficio, resaltándose exteriormente el collar de la orden del Toisón de Oro, la corona real cerrada y las señales de la Inquisición (palma, cruz y espada).

     José Benito y Bernardo no tardarían llegar a enraizarse con sinceros lazos de confianza y amistad, en base a los cuales habrían de producirse la coordinación de las circunstancias que, tiempo después, ambos establecieron durante la invasión napoleónica en tierras gallegas, tanto en cuanto a la defensa de toda la comarca de Orcellón y sus alrededores, como las incursiones por el valle del Avia, la zona de gran parte de O Ribeiro, la liberación de Pontevedra, la reconquista de Vigo, el avituallamiento de esta plaza reconquistada y la posterior constitución y organización de la “Legión del Ribero”.


B


DURANTE LA INVASIÓN DE GALICIA POR LAS TROPAS NAPOLEÓNICAS.


I

     Cuando entraron los franceses en Galicia, a principios de 1.809, ocupando paulatinamente su territorio, surgieron en varias partes de nuestro país, como es de todos conocido, una serie de agrupaciones comarcales que se encargaron de la defensa en sus respectivos distritos.

     La caída de la organización militar y política del Gobierno Central de España y, luego, el de la regional gallega, al ser ocupadas A Coruña y las demás ciudades importantes de la región, no desalentó a los patriotas gallegos, quienes no tardaron en apresurarse organizar juntas locales de carácter mas o menos militar, --más bien paramilitar--, aunque también en alguna parte tuvieren carácter “cuasi” político.

     Hidalgos, párrocos, funcionarios municipales o comarcales, comerciantes y, sobre todo, campesinos acudieron con entusiasmo a los llamamientos. La irritación popular llegó al grado máximo ante el peligro enemigo, por lo que clérigos y legos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, rebosantes todos de sentimiento religioso, patrio y del honor, se alzaron en masa y estuvieron dispuestos a perder su vida frente a los invasores.

     En algunos lugares, no sólo se contentaron con formar improvisadas milicias, sino que organizaron verdaderas juntas de carácter comarcal, encargadas de la defensa militar del ámbito correspondiente a toda su zona. Tales juntas fueron, fundamentalmente, civiles, aunque no faltaron en ellas militares hábiles dispuestos para su adiestramiento y organización. Las juntas vinieron a ser, pues, quienes en realidad organizaron el alzamiento gallego, que fue el mas popular y extenso de cuantos hubo en España.

     Y esas agrupaciones comarcales de defensa encauzaron la resistencia, tanto en el rural como en las pequeñas villas gallegas, puesto que las ciudades y principales enclaves urbanísticos amurallados estratégicamente fortificados ya estaban, en su mayor parte, ocupados por el invasor.

     Una de sus primeras labores de dichas agrupaciones rurales fue la de cortar las principales vías de comunicación interiores de Galicia, así como las que enlazaban nuestra región con las de León y Madrid para, de este modo, incomunicar totalmente a los franceses de las ciudades en las que tenían sus guarniciones.

     De esa forma, el alzamiento, por una parte, de todo el pueblo contra el enemigo, así como la destrucción de los enlaces y comunicaciones que los franceses intentaron tener entre sus divisiones y centros de concentración militar, hicieron posible lograr la desorientación y, con posterioridad, la desorganización de sus planes de invasión, hábil y eficazmente promovidos, no sólo por los representantes de las distintas juntas locales creadas a tal efecto, sino también por el movimiento guerrillero impulsado por ellas.

     Como eficaz complemento para el desarrollo de tales fines, es de reconocer que una de las principales actividades a que se entregó el Marqués de la Romana durante el tiempo en que, –con los menguados restos del heterogéneo Ejército que, meses atrás, había partido desde tierras gallegas para enfrentarse al invasor francés--, estuvo acampado en el valle de Monterrei, a partir de la segunda mitad de Enero de 1.809 hasta los primeros días del siguiente Marzo, fue la de enviar hacia todas las partes de Galicia emisarios con instrucciones precisas, tanto para tratar de engrosar su enflaquecido Ejército como lograr hacer una guerra de “guerrillas” contra los franceses, ya que ésta era la única forma de poder desgastar al enemigo invasor y conseguir así destruirlo, exterminándolo.

     Ese movimiento guerrillero surgió, en verdad, como una forma popular de resistencia armada contra los invasores, que prolongó o suplió la acción de los ejércitos regulares cuando éstos no estuvieron presentes o se mostraron incapaces para llevarla a cabo. Incapaces de liberar la Patria en una gran batalla contra el enemigo concentrado, la “guerrilla” emprendió miles de pequeños combates –constituyendo un fenómeno de pasión colectiva-- contra el enemigo disperso para llegar a resultados semejantes.

     Aunque ciertamente existe una línea argumental que arranca desde la resistencia frente a los cartagineses y romanos, discurre a través de los ocho siglos de la Reconquista contra los musulmanes y desembarca en el movimiento guerrillero de nuestra guerra contra las tropas napoleónicas, el antecedente próximo de las “guerrillas” está en el Rosellón, durante la “Guerra de los Pirineos”, también contra los franceses, toda vez que ambos bandos hubieron de recurrir a ellas cuando la situación les era desfavorable.

     La “guerrilla” representó, sin lugar a dudas, al pueblo y a la Nación en armas contra el enemigo incapaz de ser batido en campo abierto. Y tal importancia se le consideró por nuestras autoridades que la Junta Centra Suprema, ya desde su asentamiento en el Alcázar de Sevilla, el 28 de Diciembre de 1.808, dictó un Reglamento –constituido por 34 reglas o artículos-- por el que, considerando la abundancia de “sugetos dotados de un valor extraordinario que, aprovechándose de las grandes ventajas” que les proporcionaba “el conocimiento del país, y el odio implacable de toda nación contra el tirano”, eran capaces de “introducir el terror y la consternación en sus ejércitos”, dispuso crear una “milicia de nueva especie” bajo la denominación de “Partidas y Cuadrillas”.

     En Galicia, La Romana encomendó esta labor, además de a varios oficiales de su propio Ejército, algunos de los dispersados componentes del disuelto Batallón Literario compostelano, decidiendo que unos y otros regresasen a sus pueblos de origen para alzar a la población gallega y colaborar junto a los abades y curas rurales, así como con las demás personas que, mas en el campo que en las ciudades, habían iniciado ya, como hemos indicado, el gran alzamiento popular gallego contra el invasor francés y cuya insurrección venía denotándose en algunas partes de la región desde mediados del expresado mes de Enero.

     Es muy posible que el genio creador de las “guerrillas” gallegas, que influyó en el ánimo del Marqués para enviar algunos de sus oficiales –sobre todo gallegos, conocedores del terreno y de las gentes-- a levantar al pueblo de Galicia, y cuya base quizás estuviera en el citado Reglamento, había sido Juan Moscoso, que fuera su ayudante general y coronel del Estado Mayor de su cuerpo de Ejército.

     Moscoso, que siempre insistió en que el Ejército Gallego se mantuviere al abrigo de las montañas del Noroeste de la península para poder actuar particularmente en tierras gallegas, fue el encargado de “atizar el fuego” del alzamiento. Compuso las proclamas y decidió repartirlas por varios pueblos del interior de la provincia de Ourense, en donde en ese momento se encontraban las tropas de Soult, distribuyendo con buen éxito ejemplares manuscritos de una instrucción que redactó para la guerra de guerrillas (“partidas”) y, con tales proclamas, dio así en realidad a los futuros guerrilleros las debidas instrucciones sobre el modo y forma de lograr enfrentarse mejor a los franceses.

II

     Y bien porque una de tales proclamas hubiese llegado a la comarca de Orcellón, donde en la feligresía de Xurenzás residía José Benito Munín, o bien porque éste se hubiera enterado, con anterioridad, de la presencia del ejército del Marqués de la Romana en el valle de Monterrei y, sobre todo, de que entre ese contingente militar se hallaba nuestro Capitán Bernardo, lo cierto fue que Munín solicitó que le facilitase dicho Oficial, como buen conocedor de aquella comarca y sus inmediaciones, a fin de que procediere con acierto a la organización del paisanaje en dicha zona, para poder así hacer mejor frente contra las hostigaciones de los franceses.

     En realidad, Orcellón, ya desde el principio de la invasión de las tropas napoleónicas en España, llegó a cualificarse por su verdadero patriotismo y públicamente había exteriorizado su declaración contraria a los designios del Emperador francés.

     En efecto, tan pronto como hubo llegado a sus habitantes la noticia de la invasión y que, con perfidia y engaño, lograran deponer a nuestra Familia Real, se juntaron sus paisanos el 6 de Junio de 1.808 y, después de jurar y dar testimonio de fidelidad a nuestro Rey y a la Nación entera, quemaron en público las órdenes que Murat expidió desde Madrid, ofreciédose, todos en masa, abandonar sus hogares, defender sus patrimonios y conseguir así la libertad de la Patria.

     Consecuentemente, eligieron por su primer jefe y comandante a Munín, --dada su cualidad de hidalgo y Teniente del Regimiento Provincial de Orense, ahora retirado del servicio activo de las armas como antes hemos indicado--, quien, acatando la decisión de sus paisanos, desde el primer momento en que resultó ser elegido por su comandante, alarmó, consiguió armas, aconsejó e instruyó a sus convecinos y, luego, mas tarde, cuando las huestes francesas invadieron Galicia, dispuso la fabricación de armamento, municiones, picas y lanzas, siendo su casa el punto de reunión donde se trataron los planes de defensa, llegando a franquear, incluso con suma generosidad, sus pingues graneros, bodegas y bolsillo, consiguiendo levantar el entorno en masa, no sólo en la jurisdicción de Orcellón, sino también en las inmediaciones del Ribeiro del Avia.

     Asimismo colaboró en la reunión y organización de los dispersos del ejército, que habían escapado de los desastres de la guerra en las pasadas campañas de León, Castilla y el país vasco, ayudando y facilitando de esa forma la comisión encomendada al Capitán Bernardo por el Marqués de la Romana, --pues no dudamos que hubieran tenido sus correspondientes contactos--, remitiendo asimismo a Monterrei diversos auxilios, tales como caballerías y municiones, de las que tan necesitadas se hallaba el “desflaquecido” Ejército Gallego allí acantonado.

     Pero como quiera que el enemigo francés acechó, y el temor de que la comarca de Orcellón y sus contornos se vieran aplastados por el invasor se denotaba cada día que pasaba con mas intensidad, insistió Munín de La Romana a nuestro indicado Capitán, no tan sólo por serle suficientemente conocido, dados los lazos de familiaridad y sincera amistad que les unía, sino también por considerarlo como el Oficial mas idóneo que pudiese animar e instruir a sus paisanos en toda aquella comarca que Bernardo conocía a la perfección y, con alguna tropa que le acompañase, poder organizar y fortalecer, bajo el mayor acierto, buen conocimiento y orden, las milicias que ya se habían constituido a fin de poder así mejor hacer frente a los franceses.

     Enterado el Marqués de los deseos de José Benito Munín, y no pudiendo negarse aquel a sus pretensiones por la decidida colaboración que éste le venía prestando, por escrito del 6 de Febrero de 1.809, desde Oimbra, a la vez de agradecerle el envío que llegó a recibir de caballería y armamento (46 caballos con sus correspondientes monturas, 40 pares de pistolas y 60 sables), deseando darle una prueba de cuanto había apreciado su decidida adhesión a la causa común, le participó que estaba dispuesto a franquearle el Oficial y la tropa solicitada, a pesar de hallarse su ejército en “Esquileto”. Sin embargo, teniendo en cuenta que Munín le anunció su llegada para dentro de “breves días”, le comunicó que le esperaría y, luego, “a su regreso”, le acompañarían tales refuerzos “pª. su satisfaccion”.

     Personado, días mas tarde, Munín en Monterrei, el Marqués de la Romana, después de conocer personalmente de su interlocutor el estado de excitación que presentaba toda la zona de O Ribeiro, tanto del Miño como del Avia, a consecuencia de la invasión ya padecida por los franceses, de las zonas y puntos donde el enemigo había atacado y los lugares de expansión por donde se hallaba situado, accedió facilitarle al Capitán Bernardo y, bajo su mando, 100 voluntarios del regimiento de Cataluña, para que salieran inmediatamente y le auxiliasen en sus operaciones, con las mas amplias facultades para ordenar los dos –es decir Bernardo y Munín-- y practicar cuanto mejor considerasen para el bien y defensa de la Patria.

     En verdad, era sobradamente conocido el talento y pericia militar que albergaban en nuestro Capitán Bernardo, circunstancias que el Marqués no desconocía. No tan sólo por haberse destacado notablemente en las recientes comisiones que le fueran encomendadas en cuanto a la observación de los movimientos de las tropas enemigas y el gran número de dispersos que, pocos días antes, logró hacer llegar al valle de Verín a fin de engrosar así el enflaquecido Ejército que allí se hallaba acantonado, sino también por su pundonor y competencia militar que eficazmente supo demostrar durante los últimos meses en las campañas que nuestra fuerzas gallegas habían sostenido, fuera de la región, en tierras de León, Castilla y Vascongadas contra el enemigo francés.

     Y buena prueba de ello lo resalta la comunicación que el día 20 de aquel mismo mes de Febrero se dirigió, desde Baltar a Mandín, al mariscal Mahy, en su calidad éste de Jefe de la Primera División de las tres en que últimamente distribuyera sus tropas La Romana, donde figuraba precisamente el Capitán de granaderos “Dn. Bernardo Gonzalez” en la lista de Oficiales recomendados para “proveer las vacantes”, recordándoselo a aquel para que así tuviese ocasión de “premiar el verdadero merito” de quienes llegaron a resaltar en “quantas acciones y fatigas ha sufrido el Extº.” y en las que “constantemte.” se destacara en la “División deReserva” que tuvo “el honor de mandar” desde el pasado 15 de Septiembre de 1.808 en todas las “funciones deguerra” en las cuales se había “encontrado”.

     Comunicación que, por otra parte, no hacía mas que recordar otra, de fecha 9 de Diciembre anterior, suscrita en León, en la que ya también nuestro Capitán Bernardo figuraba incluido en una relación de los Oficiales destacados y merecedores de recompensa.

     Es de suponer pues que el Marqués de la Romana se mostrara, en un principio, reacio a desprenderse de un Oficial de tales características y máxime cuando su depauperado Ejército necesitaba de hombres de esa condición para su necesaria reorganización. Por eso, cuando a principios de dicho mes Munín se lo solicitó, teniendo en cuenta que proyectaba acercarse al cuartel del valle de Monterrei, esperó su llegada, quizá con el ánimo de poder disuadirle de tales pretensiones.

     Sin embargo, personado posteriormente Munín en tierras de Verín, nuevamente insistió en los deseos de poder llevarse consigo a su indicado primo y sobrino, no sólo porque comprendiese sus magníficas dotes militares que, unidas al perfecto conocimiento que Bernardo tenía de las tierras que iba a organizar, le hacían la persona mas idónea para instruir en debida forma a sus paisanos y milicia, sino también por tenerlo cerca de sus familiares que, a no dudarlo, debían esperarlo entrañablemente.

III

     En su consecuencia, reconociendo el Marqués los grandes servicios que Munín le había prestado, accedió al fin desprenderse de nuestro Capitán Bernardo y dejarlo marchar. Incluso con los expresados 100 soldados procedentes del regimiento de Voluntarios de Cataluña y con las más amplias atribuciones para ordenar y practicar cuanto mejor estimase oportuno, promoviendo la insurrección popular, para el bien y defensa de los intereses de la región, que no eran otros que los de la Patria.

     Su nombramiento para el cargo y comisión designados, que –por su gran relevancia e importancia-- han reproducido textualmente diversos historiadores, es bien significativo a todas luces y, como tal, lo hacemos destacar:

     “Tengan entendido todas las Justicias y Corregidores de este Fidelisimo Reyno de Galicia como he venido en nombrar á Dn. Bernardo Gonzalez Capitan de Granaderos de la columna de Galicia, por su notorio merito y ardiente Patriotismo, Comandante de los Paysanos Armados que concurran á la defensa de sus Domicilios de su Patria y Religión, afin de que en virtud de este nombramiento le faciliten todos los medios de desempeñar tan importante comisión.
     Quartel General, 19 de Febrero de 1.809”.

     Una vez expedido dicho “nombramiento”, D. Francisco Taboada, Coronel de Infantería y del Regimiento provincial de Santiago, en su calidad de Comandante Gral. de Armas “en Birin y Subinspector de Milicias”, libró al Capitán Bernardo el correspondiente pasaporte en los términos siguientes:

     “Concedo libre y seguro Pasaporte á Dn. Bernardo Gonzl., Capitán de Granaderos Provinciales que pr. Orden del Excmo. Sor. General en Xefe Marques de la Romana pasa ala Provincia de Orense y mas del Reyno de Galicia, Confacultades pa. qe. todas las justicias le obedezcan cumplan sus ordenes y le entreguen toda la Gente que pida como las Armas y Municiones quese puedan reunir vajo la responsabilidad de las personas que presten asu Cumplimiento y facultad depoderlos conducir arrestados a esta.
     Por tanto mando, y pido en cargo álas justicias den los alojamientos, Bagajes Raciones de Pan y mas viberes y asistencia, que necesite, pagandolos alos precios reglados por S.M., por ser asi su Real voluntad. Dado en el Quartel General de Birin a 19 de Febrero de 1.809”.

     Así, con tales nombramiento y pasaporte, el Marqués de la Romana se desprendió de uno de sus mejores Oficiales, en el que había sobresalido sus “notorio merito y ardiente Patriotismo”, y lo designó para la importante comisión de comandar a los decididos paisanos armados que concurriesen al objeto de lograr la defensa de sus domicilios, de su patria y de su religión.

     Obtenidos dichos salvoconductos, sin pérdida de tiempo se pusieron en camino, con dirección a Orcellón, Bernardo, Munín y los 100 indicados soldados. Pero, en la cuesta de Taboadela, se encontraron con una de las unidades avanzadas del ejercito enemigo, --que Soult había enviado precisamente para limpiar el trayecto de su proyectado avance hacia Portugal--, con la que se batieron gloriosamente, a pesar de ser los adversarios unos 700, incluso causando varios muertos a los franceses.

     No obstante, después de sostenerse en la lucha durante algún tiempo, al reconocer la superioridad de las fuerzas enemigas, decidieron replegarse con la partida expedicionaria hasta Xinzo, quizás en compañía del grupo que mandaba el Marqués de Valladares, --donde estuvieron acantonados y en estado de alerta parte de nuestras tropas--, al objeto de abrigarse al amparo de éstas.

     Pero como quiera que las posiciones adoptadas por las fuerzas napoleónicas hacían del todo imposible continuar en su empeño de conseguir llegar con la supradicha expedición militar hasta Orcellón, tanto Bernardo como Munín adoptaron la decisión de abandonar el refuerzo que el Marqués de la Romana les había confiado, e incluso dejaron sus propias caballerías y, transitando luego, con el mayor riesgo, muchas leguas de camino a pie, para poder mejor sortear el enemigo, después de sufrir trabajos imponderables y trepar por tierras inaccesibles, que sólo ellos ciertamente conocían, lograron llegar mas tarde, el día 25, a Boborás.

     No sólo desconocemos la ruta por donde transcurrieron para seguir su arriesgado viaje desde Xinzo de Limia a Boborás, sino tampoco las personas que pudieron acompañarles. En cuando a éstos, lo mas probable es que no fueran solos, porque si nos consta que Munín cuando llegó a entrevistarse con La Romana vino acompañado de José Fernández, boticario de O Carballiño, --conforme así lo aseveran diversos comentaristas--, y quizás alguna persona mas con el fin de poder protegerse de cualquier eventualidad, es casi seguro que, tras renunciar a la partida de los 100 Voluntarios de Cataluña, adoptasen la lógica medida de, aun cuando diseminados, no ir absolutamente desamparados o en solitario, considerando pues que, además del expresado boticario, fueron con algunas otras personas al objeto de adoptarse lógica protección en el caso de que así lo necesitaren.

     Respecto a la ruta seguida, únicamente nos consta que tomaron los bosques y grutas por auxilio de día y de noche, para tratar de sortear y escapar del enemigo francés, por los términos que tan sólo ellos conocían perfectamente, por serles la orografía del terreno totalmente familiar y, dando los rodeos mas apropiados, quizá lograsen cruzar el Miño lo mas probable hacia la zona del Pereiro de Aguiar, no sin antes abrigarse al amparo de los amigos y familiares, tanto de Bernardo como de Munín, en Lamela, Cachamuíña y sus contornos.

     Aprovechando esta circunstancia, no dudamos que nuestro Capitán, --ya convertido en comandante de los paisanos armados en defensa de sus domicilios, patria y religión--, hubiera visitado a su madre, confortándole en su casa y dándole suficientes ánimos para que no dudase que la nueva empresa guerrillera, ahora por él iniciada, produciría los consiguientes resultados de lograr expulsar a los franceses, que tanto temor indudablemente les causaba.

     Y una vez que la hubo abrazado y animado, después de haber pasado el Miño, con toda probabilidad por el punto que Bernardo consideró mas idóneo, se dirigieron hacia la jurisdicción de Partovia, colindante con la de Orcellón para, en poco tiempo ya, llegar así felizmente, aun cuando naturalmente extenuados, a Prado de Xurenzás.

IV

     Cuando los paisanos de Orcellón tuvieron conocimiento de la llegada de Bernardo, tanto Munín como sus probables acompañantes abrazaron con el mayor agrado, complacencia y entusiasmo el comando militar y la dirección por parte de aquel quien, casi enseguida, se dispuso no sólo a la organización de la defensa de la comarca, sino también estudiar las probabilidades de sus incursiones ofensivas hacia el bando enemigo.

     Adoptó la decisión de colocar su punto de partida o especie de cuartel general precisamente en Boborás, lugar abierto a todas partes, pero que juzgó ser el mas apropiado para el desarrollo de sus actividades. En poco tiempo y con una actividad sorprendente, reclutó hombres, reunió dispersos y organizó las fuerzas campesinas de que pudo disponer, distribuyéndolas en diversos grupos, conforme a su aptitud y armamento, logrando además el mayor acopio de municiones y armas, tanto de fuego como también todas aquellas que las gentes del entorno pudieron ofrecerle y él estimó adecuadas para conseguir hacer daño a los invasores, planteando un sencillo sistema de guerra contra las huestes napoleónicas.

     Comisionó al relacionado boticario de Carballiño, Fernández, para que consiguiera desde Portugal armas y, sobre todo, municiones, de las que había denotado su escasez. Y finalmente determinó, sin tregua, las pertinentes órdenes dirigidas a los justicias de la región y sus alrededores, así como a sus amigos y conocidos de cuyo patriotismo no pudiera dudar al objeto de ponerles en estado de alarma contra los previsibles ataques franceses.

     Al llegar a conocimiento de éstos la presencia de “Cachamuíña” –conforme no tardó en ser así vulgarmente conocido-- y de los propósitos que estaba llevando a cabo, decidió el mariscal Soult, que se hallaba instalado en Ourense, enviarle una carta, ofreciéndole, tanto para aquel como a los suyos, toda clase de recompensas en el supuesto de que desistiese de la proyectada “alarmación”, temida claro está por el mando francés y, sobre todo, porque se hallaba hábilmente dirigida por el Capitán Bernardo, de quien el Duque de Dalmacia debía tener sobradas y alarmantes noticias, entre otras causas, por haber promovido y conseguido, semanas antes, la reunión de una gran cantidad de soldados dispersos que, burlando las vigilancias enemigas, logró hacer llegar al valle de Monterrei para engrosar el tan necesitado Ejército del Marqués de la Romana.

     También por dicha carta le amenazó severamente acabar con él si, desoyendo los ofrecimientos propuestos por el mariscal francés, seguía nuestro Capitán insistiendo en sus propósitos provocadores. Se ve que ésta era una de las tácticas ofensivas que solían emplear los franceses contra los caudillos enemigos y que, quizás, en alguna ocasión, les hubiera dado el resultado apetecido, puesto que ya Soult había utilizado semejantes procedimientos –aún cuando con efectos negativos-- con el Obispo de Ourense D. Pedro Quevedo y con el mismo Marqués de la Romana.

     Desconocemos la forma de cómo pudo haber llegado a manos de “Cachamuíña” la relacionada carta. Presumiblemente debió ser portada por algún comisionado del propio ejército francés, aun cuando tampoco descartamos la posibilidad de que se utilizara algún intermediario para su colocación en algún punto visible o cualquier otro procedimiento seguro a fin de que pudiese llegar su texto al conocimiento del destinatario.

     Es una pena que no lográsemos conocer el contenido de la expresada carta, al objeto de conocer los términos en que se hallaba escrita y poder así enjuiciar detenidamente hoy su contenido. Lo que sí varios historiadores aseveran es que, cuando Bernardo recibió el seductor escrito, lo leyó en presencia de sus colaboradores compatriotas y, tachándolo de infame, lo rasgó con indignación. E inmediatamente, no haciendo aprecio a las amenazas, decididamente dispuso a defenderse, tratando de perseguir y acabar con cuanto francés cayera en sus manos.

     Ante ese resultado negativo, y la decisión adoptada por “Cachamuíña”, el general francés, probablemente enfurecido, ordenó enviar un pequeño cuerpo expedicionario que, saliendo desde Ribadavia, se dirigió por S. Clodio, en busca de las fuerzas del Capitán Bernardo. Dicha expedición partió pues el 27 de aquel mismo mes de Febrero desde la capital de O Ribeiro y, siguiendo la dirección contraria a las aguas del río Avia, fue adentrándose, por tierras arriba de S. Clodio, Leiro y Lebosende, hasta llegar a encontrarse, en las partes altas del valle, con el paisanaje instruido y dirigido por nuestro Capitán.

     Ese mismo día se produjo el encuentro y, tanto empeño pusieron los bravos campesinos milicianos en la lucha que, --cuentan las crónicas--, después del consiguiente escarceo, consiguieron al final hostigar y derrotar a los invasores.

     Como es lógico, esta primera victoria envalentonó a nuestros paisanos y les llenó de confianza. Sin embargo, la derrota de este primer encuentro no pudo, claro está, satisfacer a los franceses, por lo que éstos, al siguiente día --28-- volvieron a la carga, reforzados con mayor número de fuerzas, llegando incluso hasta el puente de Pazos de Arenteiro, en donde lograron, no sólo detener a las milicias mandadas por Bernardo, sino que también les hicieron retroceder.

     A pesar de ello, “Cachamuíña” supo reponerse, fortalecer posteriormente sus posiciones y, amparándose en las rocas, consiguió enviar al enemigo un granizado de balas que llovieron por todas partes. Los franceses les respondieron haciéndoles un fuego bien sostenido, pero sin saber hacia donde dirigir su puntería y, al perder varios soldados y algunos caballos, decidieron retirarse en precipitada fuga, perseguidos durante mas de legua y media por los valerosos paisanos de nuestro Capitán Bernardo.

     No cejando en sus tentativas para destruir ese importante foco de resistencia gallega en el valle alto del Avia, al siguiente día, es decir el 1º de Marzo, volvieron los franceses, muy de madrugada, todavía mas reforzados, incluso precedidos y apoyados por un grupo de caballería, compuesto de 80 jinetes. En el primer momento los campesinos guerrilleros parecieron verse perdidos, no tanto por el gran contingente enemigo, que les atacó fuertemente en Pazos de Arenteiro, sino porque no tardaron en darse cuenta de que las municiones se les iban agotando.

     Sin embargo, la llegada providencial de dos cajas de ellas les permitió lanzar un furioso contraataque a los invasores, logrando desalojarlos de sus posiciones obtenidas, consiguiendo asimismo hacerles retroceder a Varón, Gomaríz y S. Clodio, causándoles numerosas bajas y haciéndoles bastantes prisioneros, varios de los cuales lograron salvar sus vidas gracias a la intervención del propio “Cachamuíña”, quien a duras penas pudo liberarles del furor de sus paisanos. Decidió posteriormente remitirlos a los ingleses y los caballos arrebatados, en número de 42, dispuso que fuesen enviados para nuestro ejército de Portugal.

     Resentidos los franceses por esta nueva derrota, en la madrugada del día 2 volvieron a formar y enviar otra expedición, mucho más superior, contra nuestros bravos campesinos. En efecto, un numeroso destacamento, compuesto en esta ocasión ya de unas 1.000 unidades de caballeria e infantería, se presentó en el lugar de Cabanelas y junto al puente de Pazos. Los paisanos, alertados, pues ya habían previsto esa acometida, dieron enseguida parte a “Cachamuíña” y, provistos nuevamente de armas y municiones, reforzados además con algunos dispersos, adoptaron las posiciones que nuestro Capitán les señaló.

     Las fuerzas enemigas no cabe duda que duplicaban a las nuestras, teniendo en cuenta sobre todo la cantidad y calidad de sus armas, ya que nuestros paisanos habían logrado reunir tan sólo 300 fusiles y escopetas. La lucha empezó, el fuego duró toda la mañana y, aunque la escasez de municiones hizo presagiar en mas de una vez el mal resultado de la acción entablada, cansado el enemigo de hacer descargas cerradas contra las rocas y las viñas, sobre todo contra los muros que sostenían los “sucalcos” de éstas, desde donde se les correspondió con un fuego lento y graneado, tal estrategia causó tan terrible estrago que, al fin, adoptaron su única alternativa de retirarse, por la tarde, precipitadamente.

     Al anochecer regresaron los franceses a Ribadavia y, aun cuando derrotados, aseguran asimismo las crónicas que entraron en la villa con todo el aparato de una música asombrosa a fin de disimular la confusión y vergüenza que traían consigo.

     Como quiera que las pérdidas sufridas por el enemigo eran ya considerables y, para colmo, en los siguientes días tuvieron que padecer alguna baja mas, al reconocer que les era del todo difícil someter, cual su deseo, la comarca que defendía “Cachamuíña”, tanto la zona montañosa de Boborás como en la ribereña del Avia y sus contornos, el día 4 del mismo mes de Marzo, muy de mañana, se fueron los franceses hacia la dirección de Ourense y en pos del mariscal Soult, dejando así a los campesinos de O Ribeiro libres, tan sólo preocupados en reparar las ruinas y destrozos que la invasión e incursiones de las tropas napoleónicas les habían causado.

V

     Animado el Capitán Bernardo por los relacionados éxitos obtenidos, decidió complementar la organización paramilitar de sus paisanos, máxime al comprender que, en cada día, se le incorporaban mas patriotas, atraídos éstos por las recientes victorias conseguidas contra el enemigo francés, llegando también a incrementar su “ejército” con gran número de soldados dispersos, por lo que en poco tiempo llegó alcanzar, entre todo el heterogéneo número de gente concentrada, la cifra que algunos autores --quizás un poco exageradamente a nuestro entender-- estiman hasta de 6.000, dispuestos a entrar en guerra para el caso necesario.

     Aunque, en verdad, tan sólo unos 600 tuvieran verdadero conocimiento en el uso y manejo de las armas de fuego, es cuando por esas fechas Bernardo posiblemente llegó albergar la idea de poder organizar, en el futuro, con toda o parte de ese contingente, un cuerpo militar que habría denominar como los “Voluntarios del Ribero”.

     Así pues nuestro Capitán no cejó, ni un sólo momento, en tratar de conseguir el mayor acopio de los soldados dispersos, por lo que –con fechas 5, 7 y 10 del mismo mes de Marzo-- remitió oficios a las correspondientes autoridades locales para que apremiasen “pr. todo rigòr, hasta qe. se presenten delante mi en este Quartel”, puesto que su presencia y experiencia las valoró como base fundamental para lograr un “ejército” capaz de lograr hacer frente a los franceses.

     Igualmente suscribió la pertinente orden haciendo saber que consideraba derogada “toda Lizencia concedida” a cualesquiera de los “Estudiantes y literarios” compostelanos, puesto que, a su juicio, “no hai exaucion alguna à qe. atender”.

     En su consecuencia, y seleccionando entre toda esa gente quienes podrían estar mejor capacitados para serlo, complementó la organización de una especie de compañía o unidad, mas o menos militar, que denominó como “Tiradores del Avia”, con la que proyectó sus próximas incursiones contra el enemigo.

     Y alejados los franceses de toda aquella zona, organizó asimismo, desde el punto de vista económico, su cuartel general de Boborás --que se nos antoja fuese en la casa de Munín--, designando a éste como su tesorero, “pa. hausilio delas tropas y paisanage puestos â mi cargo pr. el Exmº. Sr. General engefe del Ejercito de Galicia pa. defensa de la Patria y Religión”, disponiendo que los distintos justicias del entorno remitieran y entregasen al Munín “todos los efectos rreales dtodos ramos y clases qe. sean”.

     Finalmente, complementando días mas tarde la recluta de su “ejército”, y haciendo uso de las facultades que le había conferido el Marqués de la Romana, expidió una importante circular --el 10 del expresado mes de Marzo-- dirigida, también desde Boborás, a todos los titulares de las jurisdiciones y parroquias rurales próximas a su indicado cuartel, --cuyas demarcaciones le eran, por supuesto, sobradamente conocidas--, haciendo presentar a todos los soldados dispersos que se hallaran en sus respectivos términos, bajo “la pena de responsabilidad de ser castigados con todo rrigòr”, incluso con la “pena de la vida” si lo exigieren las circunstancias.

     Les previno procedieren de acuerdo y con la colaboración de los “curas Parrocos”, que éstos les dieran “parte semanál” de todo “conscripto” se abrigase en sus “parroquias” y que asimismo obrasen contra cualquier persona los ocultara en sus casas, “sequestrando sus viénes, y aplicando su producto alos fondos publicos”. A cuyo cumplimiento, para dar mayor autoridad a las exigencias de esa orden, pasarían inmediatamente oficios a los párrocos, insertándoles “copia” de dicha circular al objeto de que le diesen cuenta de todo procedimiento en la misma forma y bajo la propia responsabilidad.

     Como vemos, por la indicada orden, cuya importancia –cual podemos apreciar-- era verdaderamente sustancial, imponía “Cachamuíña” toda su autoridad y severidad para lograr así el objetivo que, con toda decisión, se había propuesto, determinando incluso los mas mínimos detalles para su cumplimiento y eficacia, puesto que también dispuso, para su mejor efectividad, hicieran circular la citada “horden” de justicia en justicia, quienes, además, recogerían “los fusiles” que les constare existiesen “extrahidos”, tanto franceses como españoles, de los sujetos que no hicieren uso de ellos y no fueran tiradores, --que no concurriesen a la defensa “en los casos obcurrentes” contra el enemigo--, dirigiéndolos a su disposición bajo igual responsabilidad.

     Y a fin de conseguir el debido cumplimiento de sus disposiciones, concluía la orden indicando que los justicias diesen “recivo de quedàr enterados” de la misma al militar “veredero”, a quien debían pagar, por su trabajo, dos reales cada uno, “reencargando” igualmente a dichos justicias la “pronta” conducción y entrega de los efectos reales en poder del José Munín o, no pudiendo ser así, de su sustituto.

     Hemos tenido a la vista copias de la supradicha orden, --la cual, por su extensión y detalle, poco comentario precisa--, que recorrió los términos de S. Clodio, S. Andrés, Castro Cavadoso, Beade, S. Andrés de Campo Redondo, Roucos, Maside, Casar de Mato, Amoeiro, Cenlle, Ervededo, Trasariz, Vilar de Rei, Eiras, S. Ciprián, Salamonde, Beariz, Grixoa, Anllo, Varón, S. Fiz, Osmo, S. Lorenzo de la Pena y Sta. Marina y Santiago de Esposende.

     De tales copias resulta que a Roucos llegó el día 14 del mismo mes de Marzo e, inmediatamente, fue despachando su cometido el mensajero conductor, sin detenerse mas tiempo que el necesario para serle anotado el oportuno “recivo”, a fin de llegar pronto a los demás términos. A Cenlle llegó el 15. A Ervededo y Trasariz llegó el 16. A Vilar de Rei, S. Ciprián, Salamonde y Beariz llegó el 17. A Grixoa el 18. A Varón, Anllo, San Fiz, Osmo y Esposende el 19.

     Posiblemente otras copias de la expresada orden habrían adoptado otros recorridos. Pero, deduciendo por lo que a la vista comprobamos, los relacionados términos parroquiales, como cualesquiera mas que, sin temor a equivocarnos, hubieron de llegar, poco a poco tuvieron conocimiento de las disposiciones de nuestro Capitán Bernardo y, aun cuando no con la velocidad que él en un principio pretendía, no tardaron en verse cumplimentadas sus instrucciones, incluso después de haberse marchado de Boborás y extender sus actuaciones hacia otros términos.

     La parroquia rural gallega, cual centro social de concentración de la población en el campo, considerada como una consecuencia de las formas sociales impuestas por un hábitat disperso dentro de un aglutinante de distintas clases y lugares, siempre fue –y aún mas en aquellas fechas-- una institución viva, bajo la representación pastoral de un rector o cura-párroco en el gobierno espiritual que, en determinados momentos, sabía y podía fácilmente, no sólo comunicar sino dirigir, incluso, en cualesquiera otros aspectos a sus parroquianos.

     Así pues, aprovechando esa agrupación natural de personas unidas por el vínculo de vecindad y asentadas en un territorio mas o menos determinado, hizo circular Bernardo la indicada orden, de parroquia en parroquia, por aquellas tierras que conocía y dominaba, cual forma ideal de comunicación e información para participar las disposiciones que estimó mas idóneas a efectos de mejor lograr hacerse frente y fuerte contra el enemigo napoleónico.

VI

     Como quiera que su relacionada orden no tardó en darle el resultado apetecido por las primeras parroquias por donde pasó el emisario, y quizá también animado por sus mas directos colaboradores, no nos puede extrañar que “Cachamuíña” decidiese ampliar sus proyectos de extender sus éxitos de la conseguida y prometedora insurrección en Boborás y en las partes altas de O Ribeiro hacia otros términos contiguos a la comarca de Orcellón, fundamentalmente en cuanto a las jurisdicciones de A Estrada, Cotobade, Soutelo y demás existentes en la “Terra de Montes, con el fin también de organizar y desarrollar el levantamiento guerrillero contra el invasor en los puntos que mas necesario fuere.

     En su virtud, teniendo conocimiento de que en Quireza se hallaba un capitán, llamado Francisco Colombo, --procedente del regimiento de Voluntarios de la Victoria--, asimismo con algunos soldados y paisanos, que el juez de Cotobade Manuel Taboada y Cotón tenía, como aquel, comisión también del Marqués de la Romana para alarmar la provincia de Santiago, y que en tales jurisdicciones se había iniciado igualmente focos de insurreción contra los franceses, adoptó la decisión de dirigirse con sus compatriotas a Quireza para lograr combinar sus operaciones con el citado juez y el oficial Colombo.

     Pasados pues unos días mas en términos de Orcellón, dejó Bernardo su cuartel de Boborás y, acompañado de su conglomerado “ejército”, armado y municionado en la forma que mas a mano pudieron hacer los paisanos, se fue hacia tales comarcas, pero dejando sin embargo vigentes los comisionados que mejor dispuso en diversos puntos, no sólo a efectos de conseguir la mejor recaudación de caudales y víveres necesarios, sino también y especialmente en cuanto fuere a la consecución, tanto de nuevos reclutas como de soldados dispersos, conforme había previsto en la supradicha orden del día 10 a la que antes hice mención, --y que fue transmitiéndose en la forma por él indicada, de parroquia en parroquia--, así como de otra posterior, del 12, remitida al justicia de Roucos.

     Esta última –comunicada también, como suponemos, a diversos justicias del entorno-- es asimismo digna de interés puesto que, además de disponer semejantes particulares en orden a la recaudación de caudales, armamento e, incluso, caballerías, determinó “Cachamuíña” la comisión de un grupo de personas en estado de alarma permanente para la defensa del territorio en el supuesto de cualquier acometida enemiga que, en su caso, sería notificada con retoque de “campana” u otra forma de “aviso” a fin de que, bajo “pena de la vida”, concurriese el vecindario provisto “con armas chuzos y mas de qe. cadauno pueda usar”.

     En Quireza le esperaba, no obstante, la desagradable sorpresa de que los dos relacionados comisionados del Marqués de la Romana, Colombo y Taboaba, andaban a la greña por particulares resentimientos relativos en cuanto a sus respectivas jurisdicciones y, aún mas, que Colombo, con mas armas que el juez, había llegado a encarcelar a éste.

     Cierto fue que el Marqués, poco preocupado naturalmente por problemas legales, dio comisión a una persona para organizar la resistencia de determinada comarca, para la que ya diera poder con anterioridad a otra, y esto –claro está-- produjo en algunos casos conflictos entre los mismos designados. Eso resultó pues lo que ocurrió en el distrito de Cotobade, --enclavado entonces en la antigua provincia de Santiago y hoy en la de Pontevedra--, entre ambos citados comisionados, ya que el juez Manuel Taboada Cotón recibiera su misión para toda la provincia de Santiago y Colombo tenía tal encargo sólo en la zona de Cotobade.

     La primera medida que adoptó “Cachamuíña” al llegar a dicho distrito fue convencer que Colombo pusiera en libertad al indicado juez de Cotobade y, una vez conseguida su liberación, a efectos de evitar nuevas querellas entre Colombo y Taboada, después de decidir que aquel continuase en Quireza, consagrado a la recluta y organización de voluntarios en esa zona, se llevó a Taboada con él hacia Cerdedo en la mañana del día 16 del mismo mes de Marzo, donde llegó al frente de unos 600 hombres, partiendo luego con su gente, desde dicho punto, en la tarde de ese mismo día, con el fin de poder llegar a dormir en Acibeiro.

     El plan proyectado por nuestro Capitán Bernardo era intentar hacerse fuerte en el puente de Ledesma, el cual trataban de recobrar los franceses y, para el desarrollo de sus operaciones, se propuso, por una parte, llamar la atención del enemigo en diversos puntos al objeto de conseguir dividir sus fuerzas; reducirlos, por otra parte, a menos terreno para mejor poder atacarles, tratando de vencerles, y lograr vengar así la sangre infamantemente ultrajada por los franceses en aquellos contornos.

     Pasada la noche en Acibeiro, continuaron luego el viaje hasta el puente de Ledesma, a donde llegaron el día 17, ya con la noche. Para defenderlo, contaba además con el refuerzo que podrían prestarle el decidido apoyo de las milicias existentes en las comarcas de Deza, Trasdeza y Tabeirós.

     A su paso por Bandeira, envió Bernardo al rector parroquial Pedro Sánchez y al franciscano Fr. Pedro Romero, determinando entrevistarse, en A Pica, con la junta de Tabeirós, invitándoles a reunirse con él y con los representantes de las jurisdicciones de Deza y Trasdeza, mandándoles asimismo recoger, tanto la barca del río Ulla como las demás que hallaren, inutilizándolas para prevenirse de que fuesen cortadas.

     Todo eso se hizo con la eficacia deseada y el 18 se formalizó, bajo general entusiasmo, la reunión proyectada en el puente de Cira con los representantes de las tres indicadas jurisdicciones, en donde se adoptaron, entre otros, los siguientes acuerdos, a propuesta precisamente de “Cachamuíña”, quien ya había trasladado su cuartel a esa zona de Puente Ledesma:

     - Que Fr. Pedro Romero y Taboada, –que no podía volver a su jurisdicción por las diferencias que tenía con el capitán Colombo--, con cuatro soldados a sus órdenes, marchasen inmediatamente a Noia, Muros y otras villas, así como a los poblados de la amplia zona del litoral de la antigua provincia de Santiago, al objeto de promover, alentar e imprimir actividad en las respectivas alarmas con la principal finalidad de poner guardia y llamar la atencion del enemigo hacia aquellas partes, recogiendo asimismo caudales y generalizar la sublevación, ya que Bernardo estaba interesado en extender el alzamiento popular hacia las comarcas de la parte Norte de dicha provincia y, particularmente, a las marítimas de Noia, Muros y Corcubión.

     - Atrincherar de la mejor manera posible la cabeza izquierda de los puentes de Ledesma y otros existentes sobre el río Ulla, y el de Cira sobre el Deza, aumentando considerablemente las vigilancias y grupos defensores, puesto que no pocos campesinos habían regresado a sus propios domicilios para atender a sus habituales ocupaciones al observar el sosiego reinante en Ledesma durante los días anteriores.

     Y como consecuencia del primero de los expresados acuerdos, en la misma noche del 18, partieron de Cira los relacionados comisionados para dar comienzo a la atrevida empresa que les fuera asignada.

     Pero ocurrió con rapidez lo que no se esperaba fuese tan pronto. Enterados los franceses en Santiago --a través de los espías de Bazán de Mendoza, juez de policía en Compostela al servicio de los franceses-- de la llegada de “Cachamuíña” al puente de Ledesma, y comprendiendo que, si le daban tregua, llegaría reunir multitud de gentes y los acorrolaría, fortificándose en dicho punto o cualesquiera otros que él considerase oportuno, no se detuvieron un momento y, en esa misma noche del día 18, salieron unos 3.000 hombres, con tres cañones y diversa caballería, para atacar al conglomerado de gente que había conseguido congregar nuestro Capitán Bernardo, logrando encontrarlos en la madrugada del 19.

     Ya de mañana, en este día, los franceses prepararon el combate y, viéndose “Cachamuíña”, con su puñado de hombres, amenazados por un número tan excesivo de tropas aguerridas, amedrantados por la artillería enemiga, colocados los invasores con ventaja y flanqueados por la caballería que se disponía a vadear el río, decidió dar orden de batirse en retirada por diversos puntos que constituyesen otras tantas “guerrillas”.

     Los franceses, orgullosos, avanzaron. Sin embargo, no tardaron en desengañarse al reconocer que los nuestros tenían quien hábilmente les dirigía con arte y, aunque repitieron contra ellos sus tentativas, tuvieron la rabia y desconsuelo de no poder adelantarse sin perder varios hombres, por lo que, ante la tenaz resistencia encontrada, adoptaron la decisión de retirarse, con bastantes bajas.

     En vista de este fracaso y no pudiendo saciar su furor en “Cachamuíña” y los suyos, el enemigo decidió castigar, como represalia, desplegando la bárbara y sanguinaria rapacidad de sus águilas infernales en los lugares de aquel entorno, sus proximidades y sus inertes habitantes.

     De los 3.000 franceses que habían logrado tan mezquino triunfo en el puente de Ledesma regresaron luego, mas de dos terceras partes, a Santiago, donde los necesitaba Marchand, gobernador militar de esta plaza, por lo que solamente una columna de unos 800 avanzó posteriormente por Tabeirós y demás enclaves de la “Terra de Montes”.

     Las intenciones que había determinado el avance esa columna francesa eran, además de castigar las comarcas desde donde procedían los paisanos que comandaba Bernardo, devastando sus tierras y villas, como escarmiento a las acciones dirigidas por “Cachamuíña”, poder intentar posteriormente llegar hasta Vigo, con el fin de auxiliar a los que en esta plaza se hallaban tras sus murallas, toda vez el cerco al que estaban sometidos.

     Pero lo cierto fue que, informado nuestro Capitán Bernardo de ese avance francés, regresó rápidamente con su gente a Boborás, tocándose las campanas a arrebato, –como había previsto en la supradicha orden del pasado día 12--, juntándose los paisanos e, informados de que todos los aptos de cualquier estado debían dar batalla al enemigo, partieron decididos desde dicho distrito en su busca, dispuestos para hacerles frente y pelear con toda clase de armamento que a su alcance lograron obtener, ordenando asimismo “Cachamuíña” a los justicias del tránsito que diesen aviso a sus respectivos paisanos para que se fueren agregando con cualesquiera armas, tanto blancas como de fuego.

     El día 21 encontrábase la columna francesa ya en Soutelo. Sin embargo, enterados de que “Cachamuíña”, --quien, como dijimos, desde Ledesma había retrocedido a su antiguo cuartel de Boborás, ansioso de acrecentar su contingente armado--, se acercaba con gran número de paisanos de toda condición y estados, dispuestos a pelear y vencer, no se atrevieron a esperarles y hacerles frente sino que, a toda prisa, se encaminaron, primero a Cerdedo, luego a Tenorio y, por último, a Pontevedra.

     Bernardo y quienes habían partido desde las tierras de Orcellón --en número superior a 1.500-- bajaron hacia Soutelo, pisándoles la retaguardia y causándoles diversas bajas, acrecentadas con las que les hicieron los guerrilleros de Folgoso, Pedre, Cotobade, Mourente, así como los de Caldevergazo, alentados y dirigidos en aquellos momentos por el capitán Colombo que, con acertada previsión, consiguiera adelantarse a la indicada columna francesa para “prepararles” el recibimiento y hostigarles durante de toda su ruta hasta que, muy quebrantada y desfallecida, pudo hallar refugio en Pontevedra.

     “Cachamuíña” dio enseguida disposiciones para atacarles, ya por la noche, en esta villa, y aquí, en las inmediaciones de Pontevedra, estuvieron todo un día los nuestros, cargando y haciendo fuego a los franceses que intentaban asomarse, --tanto a los que habían llegado el día anterior como los que se hallaban de guarnición--, por lo que no tuvieron otra alternativa que abandonar la población por la única salida viable, cual era el camino hacia Caldas de Reis y Pontecesures, a pesar de las acometidas por los alarmados paisanos que trataron dificultarles la retirada.

VII

     Así pues, al amanecer del día 23, en la vergonzosa huida encontraron la salvación. Seguir hacia Vigo ciertamente hubiera sido una loca temeridad, que los llevaría a encontrarse entre dos fuegos y, de continuar en Pontevedra, equivaldría entregarse a un seguro aprisionamiento.

     En su consecuencia, Pontevedra logró verse libre de todos los franceses que la ocupaban. Una vez desocupada por ellos dicho día 23, entró luego, al siguiente, en dicha villa nuestro “Cachamuíña”, con casi 2.500 hombres que ya formaban la gente que había logrado reunir, así como el capitán Colombo, con unos 500 hombres que constituían su grupo.

     El mismo 24 también llegó a la villa pontevedresa Pablo Morillo, que procedía de Pontesampaio, a donde había ido con el fin de dejarlo en el mejor estado de defensa, toda vez que, hallándose establecido el cerco de Vigo y enterado de la presencia de los franceses en Pontevedra, pasó sin perder tiempo a Redondela y, luego, a Pontesampaio al objeto de disponerlos en pertinente estado de alerta y alarmación, con la colaboración de Juan Antonio Gago de Mendoza, a la sazón el principal promotor de las alarmas en la península de Morrazo, como también la del alférez de navío Juan de O‘Dogerty.

     Una vez reunidos en Pontevedra “Cachamuíña”, Colombo y Morillo, cambiaron impresiones entre ellos y, estimando que lo mas conveniente era la pronta reconquista de Vigo, decidieron, por iniciativa del primero de ellos, siguiendo instrucciones de la Junta de Lobeira, encaminarse al cerco de la villa viguesa.

     En su virtud, el día 25, sobre las dos de la tarde, partieron hacia Vigo los tres expresados caudillos, unidos todos, por el camino de Pontesampaio y Redondela, llevando consigo a los alarmados campesinos que eran poseedores de armas de fuego procedentes de O Ribeiro, Boborás, Soutelo, Cotobade y Caldevergazo. Todos los demás se quedaron para el mantenimiento de los respectivos cordones de defensa.

     En Redondela, donde descansaron y pernoctaron los tres, con la gente que llevaban a sus órdenes, se informaron de las fuerzas que componían la guarnición francesa y de los demás pormenores que necesitaban conocer para acometer la difícil empresa que se proponían realizar.

     Y a la mañana siguiente continuaron viaje, llegando así el 26, sobre las tres de la tarde, al cerco de Vigo, en donde fueron recibidos por los sitiadores con el natural sentido de entusiasmo.

VIII

     Tras la gesta de la “Puerta de la Gamboa”, y conseguida la Reconquista de la plaza viguesa, una vez que “Cachamuíña” fue designado cual Comandante de Armas y Gobernador de la villa reconquistada, –con la indudable decidida colaboración de quienes la habían seguido desde Boborás--, no tardó en solicitar urgente refuerzos alimentarios, de armas y demás efectos necesarios para su subsistencia y defensa.

     Tanto desde las tierras de Orcellón, como de las de O Ribeiro, le fueron generosamente suministrados los auxilios solicitados, siendo Munín, como su principal enlace, el encargado de canalizar los necesarios avituallamientos que a Vigo fueron llegando en forma paulatina. No fue, pues, necesario que Bernardo –herido y encamado-- se acercase personalmente a Boborás, dado que sus decisiones escritas fueron mas que suficientes como para que Munín y los colaboradores de éste acatasen las determinaciones de aquel.

     Días después, cuando Tui consiguió ser liberado de las tropas napoleónicas y Bernardo fue ascendido a Coronel por el Marqués de la Romana, --como justa recompensa al “celo patriotico y el esforzado valor” cual se había portado “y con el que ha sabido inflamar los ánimos del paisanaje que ha reunido bajo sus ordenes”--, una vez que García del Barrio organizó su “División del Miño”, con la colaboración de los caudillos y militares mas significativos que contribuyeron en la liberación de la capital tudense, al resultar seriamente acosada dicha “División” por los franceses en su proyectado avance hacia Santiago, decidió encaminarse a tierras de Avión y Boborás, consiguiendo establecer contactos con Munín, con el boticario Fernández y con los demás principales mantenedores de la alarma constituida en la comarca de Orcellón, ya que de todos ellos “Cachamuíña” le diera los mejores informes y recomendaciones.

     No fue vana la decisión adoptada por García del Barrio, toda vez que procuró suficiente refuerzos, no sólo de armas y municiones, sino también del elemento humano, logrando así incrementar su “División” a efectos de continuar luego con éxito sus previstas actividades bélicas en las antiguas provincias de Tui y Santiago; las cuales –como sabemos-- no consiguió cumplimentar, dado que Martín de la Carrera, por indicación de Mahy, en representación éste del Marqués de la Romana, llegó hacerse cargo en Ourense, de ese cuerpo de ejército, a cuya capital García del Barrio llegó tras haber atravesado las montañas de Boborás y demás colindantes.

     Una vez que La Carrera tomó posesión de la “División del Miño”, decidió asentarla junto a Vigo, siguiendo asimismo indicaciones de sus superiores y, en atención a los buenos informes que, sin temor a equivocarnos, García del Barrio llegó a facilitarle de la buena acogida y colaboración dada por los de Orcellón, el viaje de su contingente militar lo realizó precisamente a través de sus montañas, donde consiguió reforzar su ejército, al que se le incorporaron diversos paisanos, quedando ese término bastante desguarnecido.

     Preocupación que embargó a nuestro Bernardo, por cuanto, conforme resulta en un escrito, de fecha 10 de Mayo, reconoce “que me consta la necesidad de guarnecer el Quartel de Boborás, quesi halla desamparado, y amenazado todo aquel Pais delos Enemigos por la dura defensa que allise hahecho hasta esterminarlos delos sitios que ocupaban, que necesariamente se necesitan guardar, y Custodiar”, advirtiendo, a tal efecto, que los “Mozos por ahora, se retiren a costodiarle con las mas jentes, quese reunan inmediatamente, á cuio fin las Justas. de dhos. domicilios, ni otra persona alguna, no les molesten, ni estraigan para otros puntos, haciendo como les hago alas expresadas Justicias, y otro cualquiera sujeto quelo intente verificar responsable de todos los daños que se sigan, antes bien daran los ausilios que pidan sin perjuicio de presentarseme cada y quando sean llamados, como agregados ami Extº. para destinarlos a los puntos mas precisos llegado el caso que en aquel no se contemple peligro; á cuio fin se pasen Copias de esta orden alas Justicias, y haga presente aqualquiera Señor Gefe por quien fueren reconvenidos para su inteligencia”.

     El recorrido de la “División” de Martín de la Carrera duró como es de suponer, varias jornadas, dirigiéndose, en primer lugar, hacia Pontevedra para, desde aquí, acercarse junto a las murallas viguesas --donde se asentaría el 12 de Mayo-- y donde “Cachamuíña”, cual Gobernador de la plaza, habría de prestarle suficiente asistencia, a la que colaboró Munín, con sus diversas remesas de suela, zapatos y otros efectos, que nuestro Bernardo –todavía enfermo a consecuencia de los “Balazos” recibidos “de los Enemigos”-- no dudó en agradecer, remitiendo un oficio Pedro Sánchez de Castro, (con fecha del siguiente día 20), en nombre del Gobernador vigués y como secretario del mismo.

     La “División del Miño”, tan pronto como Martín de la Carrera consideró suficiente su preparación y organización, avanzó –como sabemos-- hacia Santiago, siguiendo instrucciones de Mahy, llegando alcanzar la ciudad compostelana, la cual fue reconquistada a los franceses el 23 de ese mismo mes de Mayo, fecha de la conmemoración de la presencia del Apóstol en la batalla de Clavijo. Sin embargo, los proyectos de conseguir, al mismo tiempo, la plaza amurallada de Lugo, no se consiguieron tras frustrarse los planes que asimismo Mahy había proyectado, viéndose obligado éste y el Marqués de la Romana --quien días antes había llegado desde Asturias-- a emprender inmediata, aún cuando aventurada marcha, hacia Ourense.

     Tiempo después, con la llegada a Vigo del Conde de Noroña, para hacerse cargo de la “División del Miño”, se recompusieron los proyectos. Había llegado a la conclusión de que el lisonjero éxito conseguido por Martín de la Carrera mas bien era provisional, al no atreverse perseguir al enemigo. Reconoció el verdadero peligro por no haber existido en la ciudad de las Burgas un cuerpo de ejército en los momentos en que Soult, fugitivo desde Portugal, logró llegar hasta Lugo, frustrando así los planes de Mahy. Y lo que mas llegó a preocuparle fue reconocer que no podía contar, ni con el Marqués de la Romana, ni con el mismo Mahy, puesto que ambos decidieran escapar hacia tierras orensanas.

     En su virtud, enterado de que Ney, con su ejército, intentaba –después de haber conferenciado con Soult-- acercarse hasta Vigo, decidió abandonar Compostela para poder resistir el envite bajo posiciones mas ventajosas. Así pues, nuestras fuerzas fueron retrocediendo, primero hasta Caldas de Reis, luego hasta Pontevedra y, finalmente, hasta el río Verdugo, donde, en los días 7 y 8 de Junio, se celebró la batalla de Pontesampaio, como consecuencia de la cual los franceses, como es de sobra conocido, una vez vencidos, hubieron de cortar su avance y retroceder humillados.

     Y hasta aquí, también a Pontesampaio, llegaron los refuerzos procedentes desde Orcellón. “Cachamuíña”, había previsto de antemano sus oportunas disposiciones para el fortalecimiento y manutención de nuestros soldados. A Munín, que duda cabe, participó tales extremos, y éste, siempre dispuesto a colaborar con las intenciones de su pariente el ahora Gobernador de la plaza de Vigo, no dudó en efectuar las pertinentes remesas. Tanto, que Martín de la Carrera –era el segundo jefe de las tropas del Conde de Noroña-- no dudó en remitirle un escrito, (desde “Puente San Payo” y con fecha del siguiente día 13), de cuyo texto deducimos los particulares siguientes:

     “Mis ojos no pueden mirar con indiferencia el escrito de vmd. fhª. nueve del qe. rige, el qe. por su espreso me confirma las noticias comunes y particulares qe. hé adquirido del Patriotismo y afecto qe. reina en su Comarca pª. con nuestro amado y Cautivo Soverano; los servicios personales y pecunarios qe. tiene echo a favor de la Patria, son inumerables ........... el vino generoso qe. entregó el Cabo Juan Franco. Rodrigz. por su Orden pª. socorro de estas tropas, me há sido muy agradable por su Cantidad y qualidad, asegurandole há llegado en una ocasión oportuna pª. animarlas y reforzarlas de las faltas qe. esperimentava. Por mi, y á nre. de la Nación, doy a vmd. las mas completas gracias, deseando qe. Dios conserve su importante vida pª. Defensa de la Patria, y socorro de los defensores de ella”.

 

 

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