Tengo 37 años. Nací en Vilafranca del Penedès, Barcelona. Estudié FP mecánica y cocina profesional. Estoy casado. Mis creencias son el amor y el respeto a la naturaleza. La invasión de Iraq me parece la historia de siempre, la pugna por el dinero y el poder. Soy creyente. Fui el primer voluntario que llegó a Muxía, Galicia, a recoger fuel.
Publicado en la última página de LA VANGUARDIA el 7/12/2002.
-¿Qué hace un cocinero catalán
en la Costa da Morte?
–Terminó mi contrato en un restaurante y decidí tomarme un tiempo para pensar
recorriendo el camino de Santiago.
–Pues, parece ser que la vida le ha retado.
–Así es, salí el 29 de agosto de mi casa rumbo a Santiago por el camino de Roncesvalles
y cuando llegué a Lugo, el 13 de noviembre, me enteré del desastre que estaba
causando el “Prestige”.
–¿Y decidió irse a Muxía?
–Fui el primer voluntario en llegar, quería colaborar. Me dirigí al Ayuntamiento,
pero me dijeron que no había nada organizado. Luego pregunté en Protección Civil
y me respondieron que había llamadas de gente de toda España ofreciéndose como
voluntarios, pero que de momento había que esperar.
–No les hizo mucho caso.
–No, al día siguiente me fui a la playa, éramos tres personas en un kilómetro
de dunas negras y apestosas: Pilar, una mujer de A Coruña que cuando vio las
imágenes por televisión no pudo más que llorar y trasladarse con su cubo a aquel
desastre, y José, un chico de Protección Civil.
–Usted, ¿por qué fue?
–Porque cuando veo que hay una agresión a la naturaleza me sale de dentro la
rabia y la tristeza. La naturaleza nos da mucho y tenemos que cuidarla. Cuando
vi aquel panorama casi me echo a llorar: el petróleo cubría hasta el césped
del paseo marítimo, era difícil de creer, parecía una película de Hitchcock.
–¿Cómo se convirtió en el jefe de los voluntarios?
–Porque aquí no había nadie que dirigiera el voluntariado a pie de playa y yo
era el que tenía más experiencia, simplemente porque era el más veterano. Al
principio el Ayuntamiento nos pagaba la comida, hasta el día que nos dijo que
nos buscáramos la vida.
–¿El pueblo reaccionó?
–Sí, la gente empezó a llevar comida a Protección Civil... ¡Una señora nos trajo
gallinas vivas! Hasta que apareció el Rey todo era muy precario: 300 voluntarios
en 60 colchonetas y agua caliente para los cinco primeros que llegaban a las
duchas.
–¿Tenía planeado hablar con el Rey?
–Yo sabía que iba a venir, pero por motivos de seguridad no nos dijeron cuándo.
Un día, mientras desayunaba con la familia que me ha acogido, se me ocurrió
la idea: “Le voy a escribir una carta al Rey para explicarle lo que está pasando
aquí”, les dije.
–¿...?
–Sí, todos se rieron, pero yo escribí mi carta porque no quería que nada se
quedara en el tintero. En ella le comunicaba que, entre otras cosas, nos hacía
falta un análisis de la toxicidad del vertido y puntos de atención sanitaria,
porque muchos voluntarios tienen alergias y problemas respiratorios. Pedía más
organización, más material...
–¿Le dio la carta?
–Cuando el Rey se presentó en la playa vino a darnos las gracias por nuestra
colaboración y entonces yo le pedí que me abriera la cremallera del mono blanco,
porque quería darle una carta.
–¿En serio?
–Sí, porque antes de que él llegara aparecieron en la playa diez supuestos trabajadores
con los monos impolutos e intuí que eran agentes de seguridad y, claro, lo último
que quería era que me pegaran un tiro.
–¿Qué le dijo el Rey?
–Que tranquilo, que podía abrir mi cremallera. Pero no encontré la carta porque
los pantalones estaban rotos y se me había caído por la pernera.
–...Los nervios.
–Sí, pero me la sabía de memoria y se la recité. Le pedí que los partidos políticos
se unieran y que viniera el Ejército. Me gustó el Rey, es una persona sencilla
y se le veía realmente preocupado e impactado. Junto a él estaban Rajoy, Fraga
y el alcalde de Muxía, Alberto Blanco. No pude reprimirme y les dije: “Esto
también va por ustedes”.
–¿El Rey ha cumplido?
–Sí, porque ayer llegó el Ejército, han traído 500 colchones y han montado una
tienda de campaña con comedor. Me han contado dos personas que cuando el Rey
fue con Mariano Rajoy a ver a los responsables de Protección Civil que coordinan
el material y éstos empezaron a enumerar lo que hacía falta el Rey dijo: “Apunta,
Rajoy”.
–¿Qué es lo que más le ha impactado de esta tragedia?
–Esas aves que no tienen ninguna culpa ahogadas en petróleo... ¡Imagine cómo
estarán los peces! Un día saqué una oveja embadurnada de petróleo del mar, me
imagino que la pobre se caería. También impresiona las caras de tristeza de
la gente de aquí, están muy decepcionados. Están hundidos.
–Y a usted, ¿qué le ha decepcionado?
–Cada vez que enciendo la tele y oigo la versión que los políticos están dado
al mundo, me desespero; no tiene nada que ver con la realidad, están negando
la evidencia. Han querido ponerle un velo a toda Galicia. No han afrontado el
problema, pretendían que el mar se lo tragara y ahora intentan ganar votos acusándose
unos a otros.
–¿Qué ha sido lo bueno?
–Ver a tanta gente anónima con el mismo ánimo: un tipo con piercing y una joven
con el pelo naranja abrazando a un matrimonio mayor de voluntarios que vuelve
a su casa en Mallorca. Hay gente de todas las nacionalidades, hoy he desayunado
con dos japoneses. Cualquiera que pasa un par de días aquí sale cambiado. La
satisfacción de estar unidos colaborando en sanar la tierra es mejor que un
fin de semana en Hollywood.